lunes, 8 de enero de 2018

La Vicepresidencia, y la coherencia de su nueva titular



Según la decisión del presidente Moreno son tres mujeres las que integran la terna de la cual  la Asamblea deberá elegir a la nueva Vicepresidenta de la República: María Fernanda Espinosa, Alejandra Vicuña y Rosanna Alvarado. 

El hecho de que sean mujeres, al nivel de la formalidad de la imagen es correcto, sin embargo no garantiza en lo absoluto una despatriarcalización o desmasculinización de la lógica que gobierna la política estatal. El país fue testigo del sometimiento vergonzoso de las asambleístas de A.P a la dominación masculina del ex presidente, que no solo lesionaba su dignidad personal sino que comprometía la lucha de todas la mujeres ecuatoriana por igualdad, equidad y respeto irrestricto a nuestra condición de mujeres. Lo que quiero decir es que la presencia de una mujer en la Vicepresidencia no garantiza una política que se aleje de la dominación masculina, incluso su presencia puede afirmar dicha dominación con mucho más fuerza que si fuese un hombre.  La afirmación y legitimación de la dominación masculina con la participación de una mujer se da por su explícito sometimiento al mando patriarcal  sea en la figura de un hombre particular (presidente, caudillo, líder, marido, jefe, etc.) o sea por el sometimiento total a la estructura patriarcal (Gobierno, Estado, matrimonio, etc.) No es difícil identificar a mujeres que han alcanzado la máxima representación política como presidentas, primeras ministras, etc., cuya actuación legitima y afirma la dominación y la violencia del Estado patriarcal, a veces más que la de los propios hombres.

Dicho esto, que considero es la primera característica que hay que debatir de esta designación, es pertinente señalar que las funcionarias que integran la terna  fueron parte del núcleo duro de militantes de Alianza País en la época de Correa, incluso María Fernanda Espinoza que estuvo en el segundo periodo alejada del gobierno. Su filiación al movimiento de gobierno en sí misma no deslegitima su nominación, si se tienen en cuenta que es el mismo movimiento el que gobierna ya por una década, más allá de que Moreno y Correa se hayan distanciado.  La nominación de estas tres mujeres muestra que no es tan fácil romper complicidades, acuerdos, enredos,  amistades, responsabilidades forjadas en una década. Más allá de la estrategia del diálogo con todos los sectores, de un cambio en la forma autoritaria de gobernar, es decir de cambios en las formas, hay relaciones más profundas que los ata y los obliga a estar juntos.

Como estrategia política para afirmar la disposición a ampliar la democracia formal, hubiese sido mejor que en esa terna haya al menos una mujer que no  haya militado en el movimiento PAIS, o si ya militó que no sea una figura tan gastada, tan quemada, tan comprometida con todo el proceso autoritario y corrupto que hoy el mismo presidente Moreno critica. Alguien que pueda tener un reconocimiento y respeto social por su coherencia política, y sobre todo ética, que si hay en este país. Pero no, no pueden sino poner a tres figuras políticas absolutamente gastadas no solo por su filiación y cercanía al correato, sino y sobre todo por su propia actuación política. No olvidemos que una de las señoras cumplió uno de los papeles más sumisos y obsecuentes al machismo del expresidente, cuando fue vicepresidenta de la anterior Asamblea. No olvidemos que durante una década, las tres candidatas defendieron y justificaron con todas sus fuerzas el comportamiento autoritario de Correa, la criminalización de la lucha social, la explotación del Yasuní, la persecución a dirigentes sociales y a periodistas, la reelección indefinida, la manipulación de la justicia, y toda la lista de arbitrariedades cometidas en su década “dorada”, etc. etc.

Al final, de la terna escogida salió electa, como era previsto, la primera de la lista, María Alejandra Vicuña, quien tendrá la gran tarea de mostrar todo lo contrario a lo que se pasó defendiendo durante 10 años.


Dicen que todos podemos cambiar y es cierto, pero genera muchas dudas cuando el cambio viene acompañado de la necesidad de mantener su metro cuadrado de poder, cuando el cambio es producto de que Moreno haya decido poner distancia con Correa, porque realmente no podía hacer otra cosa si quería de alguna manera gobernar con cierta estabilidad.  Habría que  preguntarse ¿cuál hubiese sido la actitud de estas tres candidatas si Moreno no ponía distancia con Correa?,  Qué pasará con la convicción democrática de la Vicepresidenta si Moreno pierde poder? y la pregunta más difícil ¿qué pasaría si ella tendría, por cualquier razón, asumir la presidencia, qué pasaría con sus convicciones y lealtades políticas tan volátiles?      

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