lunes, 25 de septiembre de 2017

El más abominable atraco de nuestra historia, que no puede ser olvidado 




Uno de los mayores logros de las luchas obreras, sino el mayor, es el establecimiento de la seguridad social. Frente a la explotación capitalista que usurpa sin pudor alguno la energía vital de los trabajadores durante toda su vida, para luego expulsarlos como inservibles, son lo mismos trabajadores organizados que logran que los empleadores proporcionen un mínimo de lo que les quitan, que junto con lo que ellos mismo ahorran de sus limitados salarios, forma un fondo para cubrir los costos de enfermedades  y accidentes laborales, de su salud que se deteriora durante su vida laboral, a veces de desempleo que siempre los acecha y los obliga a ser sumisos al capital, de invalidez, vejez y muerte.  La seguridad social en algo ayuda a palear la brutal exportación que el capital hace de la vida de los  trabajadores, les brinda una mínima seguridad para que la existencia  tenga algo de sentido.

Durante la mayor parte de la vida se trabaja, en la mayoría de los casos, por salarios que no alcanzan ni siquiera para reproducir la propia fuerza laboral. Siempre el salario es menor al costo de la canasta básica, la misma que a su vez no contiene todo lo que un ser humano necesita para vivir con dignidad. En otras palabras, el salario por principio no devuelve al trabajador lo que éste produce, pues solo así se explica la acumulación de capital; pero, ni siquiera le permite reproducirse como fuerza laboral en términos básicos. A pesar de esto, de lo poco que recibe por lo muchísimo que entrega, ahorra para su salud y sobre todo para su vejez y muerte. Mes a mes deja un poco de su ya precario salario para que pase a ser parte de ese fondo solidario, que en un momento le permitirá liberarse del trabajo y descansar un poco antes de que la muerte le sorprenda.

Mientras más avanza en edad, el trabajador con más ganas espera el momento de su jubilación. La explotación que sufre durante su vida laboral deteriora su salud física y mental, destruye  sus relaciones sociales más cercanas,  arruina sus deseos propios más allá de la obligación laboral,  le arrebata sus sueños, le convierte en una cosa al servicio de la acumulación de capital.  En estas condiciones, lo único que espera es  que llegue el momento en que pueda descansar, para lo cual ha ido durante toda su vida ahorrando de lo poco que le dejaron. Si saca fuerza para seguir, pese a todo, es porque ha situado una fecha donde siente que podrá en algo recuperar la vida que le arrebataron o al menos morir con dignidad.   

La seguridad social, sobre todo en lo que tiene que ver con la jubilación establece para el trabajador la posibilidad de articular el único deseo que logró proteger del despojo capitalista, usurpación que se afirmó con el régimen de propiedad privada  y se legitimó con el derecho moderno.  El deseo de volver a vivir libre aunque sea en los albores de la muerte.

La maldita “Revolución Ciudadana”, a nombre de los trabajadores está a punto de arrebatarnos ese último deseo que logramos sostener con nuestros propios esfuerzos y en contra de toda la conspiración del capital. Los falsos revolucionarios, no como cualquier vulgar atracador, sino como los peores atracadores que ha parido la humanidad, hicieron las más execrables maniobras políticas y económicas para robarnos lo único que el capitalismo, hasta la llegada de ellos al Estado, no pudo hacerlo. 

Desvalijaron cual ratas hambrientas nuestro fondo de pensiones. No les bastó con robarse, despilfarrar y repartir a sus amigos capitalistas nacionales y extranjeros la riqueza que obtuvo el país por venta de petróleo, con todo lo que eso implica en destrucción de naturaleza, territorios y cultura; no les alcanzó llenarse de lujos y privilegios y constituirse en la nueva casta del poder político con los impuestos que impusieron y elevaron a las clases medias y a los sectores populares; no fue suficiente todo lo que se llevaron con los escandalosos negocios bajo mesa de esta década corrupta. No, no les bastó, son nauseabundamente voraces. Se robaron el IEES, hicieron negocios con nuestra mínima seguridad, desvalijaron nuestro futuro, nuestra posibilidad de tener una vejez digna.  Ahora, el enorme esfuerzo de tantas generaciones de  trabajadores y de sus familias por asegurar mínimamente su salud y su vejez y la nuestras se encuentra lista, cual mesa servida, para ser tragada por  la ambición desmedida de las empresas aseguradoras privadas. 
  
No, no son unos ladrones cualquiera, son unos monstruos, unas hidras al servicio de las peores demandas del capital más descarnado.  Lo que han hecho es quitar el último pedazo de pan a un hambriento, de esa estirpe son los "revolucionarios" correístas        




1 comentario:

  1. De acuerdo con la implacable crítica al saqueo correísta. Pero eso aparte, casi cada oración es lucha de clases. Miserable vida que augura a los trabajadores... Resentimiento, odio, rencor contra el "capitalista explotador"... ¿Con esa actitud va a trabajar? Hay que actualizar esos paradigmas, totalmente superados en pleno siglo XXI.

    De hecho un compañero suyo de columna en PlanV escribe un excelente artículo sobre la necedad de empeñarse en ideologías que sólo han causado muerte y miseria: "La ceguera zurda o las trampas de la fe" http://www.planv.com.ec/ideas/ideas/la-ceguera-zurda-o-trampas-la-fe porque eso es, fe irracional en ideas fracasadas

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