Todo lo abyecto a nombre de la revolución
En estas últimas semanas, la sociedad ecuatoriana asiste a la total y
absoluta inversión ética, hecho inaudito protagonizado por los integrantes de
lo que se conoce como la línea dura del correato.
Cuando una de las tantas tramas de corrupción que operaron en esto 10
años entre el Estado y los capitales nacionales e internacionales,
específicamente la trama de Odebrecht, rompe el blindaje informacional que el
gobierno anterior construyó para cubrir las denuncias de corrupción de su gobierno,
que involucra a altos funcionarios, y
deja salir su obscenidad, empiece la perversa inversión de la ética. Ante las delaciones
de los empresarios corruptos de Odebrecht, sostenidas en videos y grabaciones, que
implican al ex Contralor del Estado y al Vicepresidente, a varios militantes de
A.P. dirigidos por el ex presidente no se les ocurre más que terminar de trastocar
el sentido de los valores, en una operación cínica sin precedentes en la
historia del país.
Para cada denuncia que involucra al Vicepresidente, dique que sostiene
el proyecto correísta y con él de alguna manera el proyecto de A.P., tienen no
solo una respuesta sino una justificación. Es pertinente hacer, lo que
podríamos llamar, el itinerario de la inversión de la ética operada por el
correato, para justificar la corrupción operada en su gobierno.
1.
En un
primer momento, cuando las denuncias de corrupción fueron hechas desde el
Ecuador, las desestimaron aduciendo que no son válidas porque procedía de la
oposición política, de la oposición periodística, de la oposición ciudadana (CNA).
No solo que las desestimaron, sino que persiguieron a los denunciantes. En el
primer acto de inversión ética, los denunciados hicieron contradenuncias por
injurias a los denunciantes y éstos, en muchos casos, fueron juzgados y condenados. Al final los que denunciaba la corrupción y
exigían que se investigue y se sancione a los responsables, terminaron siendo
los culpables. Los culpables inocentes y los correctos culpables, gracias a la
magia de la concentración y abuso del poder judicial y mediático.
2.
En un
segundo momento, cuando las denuncias vinieron del exterior, por las investigaciones
en Brasil y otras en EEUU, rápidamente usaron el discurso antiimperialista, que
en su momento permitió a las sociedades denunciar los abusos del poder mundial
contra los pueblos. Inventaron de manera
muy rápida y conveniente que las denuncias que venía de fuera eran parte de una
conspiración internacional de la reconstrucción conservadora orquestada por la
CIA. Así, el problema dejó de ser que funcionarios corruptos en complicidad con
las empresas corruptas se apropiaban ilegal e ilegítimamente de los recursos de
la sociedad, sino que había un proceso contrarrevolucionario en marcha por el continente,
y que todo el que denunciaba era parte de esa conspiración. Segunda inversión
de valores, el que denuncia el asalto a los recursos de la sociedad termina
siendo traidor a la “revolución” y, por lo
tanto, traidor a la Patria y los corruptos los revolucionarios.
3.
Cuando las denuncias, porque no podían ocultarse
más, vienen del Fiscal que eligieron y,
sobre todo, cuando los acusados son nada menos que el Contralor que ellos reeligieron
y su Vicepresidente, la respuesta tiene que ser el trastrocamiento absoluto de
la ética, dentro de un escenario de pérdida total del principio de la realidad.
Para este demencial cinismo político estratégico, el problema no es que todas
las pistas conduzcan al Vicepresidente, es decir al núcleo del correísmo, sino
que hay una tremenda conspiración ya no de la oposición, ya no de la CIA, sino
del presidente Moreno, presidente que ellos auspiciaron, valga decir porque no
les quedó de otra. Atrapados en su propio movimiento, en su propio proyecto, sin poder construir un chivo
expiatorio creíble (oposición, CIA, izquierda infantil, etc. etc. etc.) su
discurso se desvanece en frases sin sentido, signos inconexos, en insultos
grotescos. Al final terminan mordiéndose su propia cola, atacando a su presidente por no encubrirlos y encubrirse,
en esta vuelta de tuerca no les queda más que cortar por la mitad a su leal militancia y a su compacto movimiento
entre: los revolucionarios y los traidores. Tercera inversión ética, lo
que aparece es que los traidores son
los que decidieron no ocultar más la corrupción, al menos la más grotesca, y
los revolucionarios son los que
decidieron ser fieles a sus grupo con corrupción incluida. Todo vale a nombre de la
revolución, incluso los actos de corrupción que niegan por principio la
revolución. Nivel cero de la ética.
Al final de este itinerario de trastrocamiento de valores, los estrategas
del mismo parece que se encuentran atrapados sin salida, en su propio laberinto
de inversión ética.
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