La sociedad ecuatoriana es muchísimo más que Alianza País
En el infame contexto de
denuncias de corrupción Estatal más escandaloso de la historia del país, los miembros
de Alianza País, responsables, encubridores y cómplices de estos execrables
actos de malversación pública, tratan su inmundicia como si fuese un problema
de la sociedad en su conjunto.
La sociedad ecuatoriana asiste a
un lamentable espectáculo de denuncias, contradenuncias, acusaciones, amenazas,
chantajes, insultos, juicios, prisión, revanchas, vendettas, etc., de los
miembros de Alianza País divididos entre los defensores acérrimos del
expresidente y aquellos alineados con el actual mandatario. Mientras esto
sucede, muchos otros militantes de PAIS desconcertados
por la disputa interna de su organización aún no deciden a qué lado ubicarse,
pues no está claro quién de sus dos líderes realmente tiene el poder. Sin pudor
no tratan la corrupción como algo que hay que sancionar sin condiciones, sino
como juegos de poder internos a su movimiento.
Este detestable espectáculo encubre
o intenta encubrir los actos reales de expropiación delincuencial de la riqueza
social realizados por el gobierno de Alianza País. Un gobierno que durante una
década administró el Estado como si éste fuese una corporación de negocios privados,
lo cual dio como resultado el enriquecimiento ilícito de empresas privadas y de
los funcionarios públicos que lo gestionaron. En el momento en que esta trama
de corrupción institucionalizada se destapa,
no por gestiones de la justicia ecuatoriana (manejada como dependencia jurídica
del movimiento de gobierno), sino por las indagaciones internacionales que
lograron romper el candado jurídico e informativo nacional, los militantes de
Alianza País descubiertos entran en un proceso histerización pocas veces visto.
De pronto, el ex presidente y sus
seguidores sufren un intenso trastorno del pudor, la vergüenza, la sensibilidad
humana. Empieza a insultar, acusar, amenazar al actual presidente y a sus
colaboradores cercanos, inundan sus redes sociales con decenas de acusaciones precipitadas
y subidas de tono, que solo muestran que están sufriendo alteraciones psíquicas
y obviamente políticas. El expresidente parece no enterarse que ya no es el presidente
y perturbado decide reanudar sus sabatinas por el canal You Tube, sin poder
diferenciar la distancia política de esa tribuna con la anterior. Por su parte, dos de sus más leales partidarios,
empiezan a promover la reconciliación de sus dos líderes, como si el problema de
la corrupción de su gobierno fuera un problema ligado a las disputas personales o
políticas del expresidente y el actual. Al parecer creen que la crisis de su
movimiento no responde a sus actos de corrupción económica, política e ideológica,
sino a que sus dos líderes se han enojado y por lo tanto basta gestionar su
reconciliación y el problema se acaba.
En la tarea de reconciliar a los
dos líderes no tienen ningún resquemor de pasar por sobre el criterio del actual
presidente y viajan desesperados a Bélgica a encontrarse con su máximo líder,
según han declarado. Como el actual presidente no reconoce “tan noble gestión”,
no se sabe exactamente para que viajan, a no ser que sea para conspirar con el
ex en contra del actual. Lo más escandaloso de esta histeria colectiva de los
militantes de PAIS es que viajan siendo funcionarios estatales, y muy probablemente
con dineros públicos, a realizar actividades de interés de su fracción política
dentro del movimiento de gobierno. Así,
mientras la sociedad ecuatoriana no deja de sorprenderse de la corrupción del gobierno
de A.PAIS de la última década, los
militantes y funcionarios del nuevo gobierno de A.PAIS siguen cometiendo
actos de corrupción, pues parece que no se han enterado de que su movimiento
político esta embarrado de denuncias de malversación de fondos públicos. Lo único que les interesa es sus peleas
internas y la posibilidad de mantener su metro cuadrado de poder con el que han
lesionado a la sociedad ecuatoriana. Definitivamente no tienen ningún tipo de
sensibilidad, pudor o vergüenza, sufren una disminución del campo visual que
les impide ver más allá de su mezquino interés particular.
En el “otro” lado del conflicto, el nuevo gobierno intenta separarse del anterior,
sin embargo una y otra vez queda enredado
en las redes de la historia política que compartieron durante los últimos 10
años. Quieren combatir la corrupción que se destapó desde fuera pero se
encuentra con que es su vicepresidente el que más denuncias tiene, así mismo quiera
o no tiene un Fiscal General, un
Contralor, un Quito Poder, un Consejo de la Judicatura, un Poder Judicial una Corte
Constitucional, un CNE puestos por el ex. En definitivas un aparato estatal que
es un candado en su lucha contra la corrupción, sin contar con que fueron parte
de ese gobierno corrupto durante 10 años y, que diciendo lo menos, fueron al menos
cómplices políticos de esos actos infames. Esto explica porque su lucha contra
la corrupción parece ser tan débil, tan poco certera, tan enredada, tan
dilatada, tan enrarecida y poco transparente. Hay veces que parece más una
vendetta y no una sanción jurídica y ética, o un juego de poder calculado y no un acto de justicia pública.
Ante este manejo político de la
corrupción estatal más detestable, la sociedad ecuatoriana tiene que exigir que
el gobierno deje de tratar sus problemas como si fuesen problemas de Alianza
País. El asunto no empieza y acaba en los conflictos internos del movimiento de
gobierno, en sus "lealtades", "traiciones",
"complicidades", etc. Nuestro problema es que se delinee una política
económica que no ponga la crisis en espaldas de los trabajadores, que los
corruptos sean sancionados y devuelvan el dinero robado, que se eliminen las
leyes que restringen derechos a la población y benefician a los poderes
económicos políticos y culturales, que se frene el extractivismo y la
destrucción de los territorios y la naturaleza, que se deje de endeudar al país
e hipotecar el futuro de nuestros hijos. El debate público no puede convertirse
en un vulgar teledrama. No es un tema de reconciliación de amigos, la relación
personal y política entre el presidente, el vicepresidente y el expresidente no tienen importancia para la sociedad. El
asunto es la inmensa y descarada corrupción perpetrada en los años que su
movimiento político administró el Estado, eso no tiene nada que ver con sus
disputas internas.
La corrupción tiene que ser
sancionada con todo el peso de la ley fundamental de la ética y sobre todo con
toda la fuerza de la justicia de la sociedad. Es, entonces, la sociedad
movilizada la que tienen que hacer justicia por sobre la desvergüenza, el
cinismo y la complacencia cómplice de
los gobierno de turno y de sus convenientes estructuras estatales.
pese a sus esfuerzos por
manternerla oculta
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