El poder masculino en los extremos, en los dos lados de la vida social
En la última semana, la Asamblea Nacional debatió algunas reformas al
código de la niñez, dentro de las cuales llama la atención aquella de la “rendición
de cuentas”. La madre o el padre que se quede con la custodia de los hijos e
hijas deberán dar cuenta en que se gasta el monto de dinero asignado por pensión alimenticia, que el otro responsable
del cuidado de los niños tiene que pasar.
Es importante no olvidar que históricamente han sido las madres las que
se quedan con la responsabilidad de cuidar a los hijos, en condiciones
extremadamente difíciles, propias de una sociedad patriarcal. En nuestro país
empobrecido, en todos los sentidos, son las
mujeres con escasas y precarias posibilidades laborales, y con salarios
más bajos de los que gozan los hombres, las que han tenido que luchar contra corriente
para sostener y formar a sus hijos e
hijas en una sociedad hostil, sobre todo para las madres solas. El papel de los padres, en el mejor de los
casos, ha sido “ayudar” con el cuidado de los hijos y, en el peor, olvidarse de
que tuvieron hijos que hay que cuidar.
Gracias a las luchas de las mujeres se regula legalmente y de mejor manera la responsabilidad de los dos progenitores
en el cuidado de lo hijos, en la perspectiva de que no dependa de la “buena
voluntad” del padre su obligación paternal. Durante muchísimo tiempo, a la
separación de la pareja o incluso sin este hecho, fue la madre la que estaba obligada a cuidar a
los hijos de los dos, como si fuesen solo suyos. Durante ese tiempo nadie vio extraño
y menos sancionable la actitud irresponsable de la mayoría de los padres, a
nadie se le ocurrió pedir cuentas de su ausencia y despreocupación, a nadie se
le ocurrió que tenían una deuda con intereses casi impagables. Por muchísimo
tiempo fue normal creer que los hijos eran de las madres, los padres “ayudaban”
y hasta había que agradecerles.
También no hay que perder de vista que el cuidado no tiene que ver
únicamente con el alimento y su costo. El cuidado a los hijos e hijas es inmenso
y atraviesa toda su vida. El tema económico es uno de los tantos que implica
formar una persona, es quizá la base y no más. La economía del cuidado no se
limita a lo económico. Hay dimensiones emocionales, afectivas, psíquicas, sexuales,
sociales, culturales, estéticas, éticas que no pueden ser ni de lejos monetarizadas.
Si bien en la lucha de las mujeres se plantea valorar el cuidado materno de los
hijos, la valorización no es cuantificable ni monetaria, no hay medida, es, desde
mi punto de vista, un absoluto incuestionable que simplemente tiene que ser reconocido
y valorado por la sociedad y punto.
No creo que la tendencia histórica que sean las mujeres las que se
queden al cuidado de los hijos cambie, ni cualitativa ni cuantitativamente en
un tiempo mediato, lo que no quiere decir que cada vez más hombres se hagan
cargo del cuidado de los hijos. Si esto es así, la reforma al código que
plantea la “rendición de cuentas” podría ser un instrumento de afirmación de la
dominación masculina, más en países como el nuestro que la mayoría de la población
se encuentra en condiciones económicas difíciles y, por lo tanto, las pensiones
alimenticias son escuetas. Si el salario básico no alcanza a cubrir la canasta
básica, no vamos a pensar que las pensiones alimenticias van a alcanzar a cubrir
lo que los hijos e hijas necesitan para su reproducción material. La mayoría de las familias ecuatorianas carecen
de los recursos suficientes para reproducir su vida, y es en esa mayoría empobrecida donde están las madre solas que deberán “rendir
cuentas” de una mínima pensión alimenticia que de seguro no les alcanzará para muy poco.
Quién va a rendir cuentas del trabajo que las madres tendrán que
realizar fuera de su casa para completar el dinero necesario para la reproducción
de la familia, quién dará cuenta de todo el desgaste físico, psíquico y emocional
que cuidar a los hijos e hijas supone. Nadie, pues eso no tienen cabida en la
ley masculina.
La “gran idea de rendición de cuentas” otorgará a lo dominación
masculina una perversa herramienta para su fortalecimiento. Ahora los hombres
tendrán en sus manos la posibilidad de violentar legalmente a las mujeres, de
someterlas por un poco de dinero, que no es la totalidad de lo que cuesta económicamente
sostener la vida de los hijos y muchísimo menos de lo que significa cuidar de
los hijos e hijas. De repente, las
madres bajo sospecha de despilfarrar el dinero del padre, cuando han sido las
madres las que han sostenido la economía de esta sociedad con su esfuerzo, cariño y generosidad.
Mientras la Asamblea discute reformas al código de la niñez, que en lo referente
a la rendición cuentas es un retroceso
machista, la misma Asamblea con mayoría de A.P. no exige rendir cuentas a uno
de los patriarcas de su movimiento, sobre las exorbitantes sumas de dinero que
se ha robado los funcionarios de su gobierno. La dominación masculina en sus
dos extremos, en lo cotidiano las mujeres al borde de rendir cuentas sobre un
poco de dinero que no alcanza para sostener la vida material de los hijos y en
lo político los patriarcas del gobierno libres de toda rendición de cuentas sobre
el dinero público. Mientras las mujeres
con la economía del cuidado sostienen la sociedad, los patriarcas de las élites
políticas y económicas se roban la riqueza.
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