Que conveniente es declararse demente frente al tornado de la corrupción
En medio de tanta denuncia de corrupción, cinismo oficial, descaro
político, doble moral jurídica, peleas entre cómplices, tapaderas convenientes,
etc., a la ética social le cuesta respirar. Siempre es lo mismo, cuando el lodo empieza a esparcirse
por todos los medios de comunicación, por las redes sociales, y ya no son
capaces de ocultar sus execrables actos de descomposición ética y sus trafasía económicas,
políticas, jurídicas e ideológicas, entonces es fabuloso el recurso de la demencia.
Durante 10 años nadie vio nada, nadie oyó
nada, nadie cogió dinero, nadie supo nada; todos son buenos, ingenuos,
inocentes; de repente les traicionaron, nunca se dieron cuenta de todo el
dinero fraudulento que corría por su narices, no se enteraron que el costo de
las obras se triplicaba, etc. Como son
tan honestos no sospecharon de nadie,
porque juzgaban a los funcionarios que llevaron a hacerse cargo de los recursos
públicos con la vara decente como se
juzgan a ellos mismos.
Cuando el fango de la corrupción desborda las oficinas públicas, sobre
todo aquellas destinadas a manejar los recursos estratégicos por donde circula
el grueso de la riqueza social, se declaran dementes. Que cómodo y útil es la
desmemoria patológica en estos momentos. Ya no se acuerdan como en su momento
pusieron las manos en el fuego por
cada funcionario corrupto que iba siendo identificado, es más, a algunos los
homenajearon, los condecoraron. Ya no se acuerdan como alzaron las voces de indignación por acusaciones de mala fe que la oposición y los sicarios de tinta hacían sobre sus funcionarios
probados en la ética. Ya no se acuerdan que la
Asamblea correísta no hizo nada con la denuncia hecha a Carlos Pareja Yannuzzelli,
hasta que sorpresivamente este salió
del país. Ya no se acuerdan que re-eligieron un Contralor, por ser el mejor
puntuado es decir el más apto para
ese cargo, sin importarles la inconformidad de muchos sectores de la Sociedad
por dicha elección. Ya no se acuerdan que apoyaron silenciosamente la demanda
que el Contralor más puntuado hizo a los miembros, ellos sí honestos, de la
Comisión Nacional Anticorrupción. Ya no se acuerdan que cuando esos
funcionarios les sirvieron y fueron miembros notables (léase fieles) de su movimiento, su palabra era digna y
respetada, pero cuando ya no les
pudieron cubrir, y era el momento de sacrificarles, de pronto y justo cuando denunciaron
a otros funcionarios implicados en la trama de la corrupción, su palabra dejo
de ser válida porque, ahí sí, era conveniente recordar que son delincuentes.
Que beneficioso es ahora, que no tienen salida, dividir las aguas entre los militantes corruptos y los honesto
del A. PAIS que han gobernado durante esta década. Por qué
no lo hicieron cuando se dio la primera gran denuncia sobre el hermano del ex
mandatario, por qué allí se montó una mala representación de veeduría que costó
la vida social de los veedores, que por
hacer su trabajo terminaron enjuiciados y con orden de prisión. Ahora nadie dice nada sobre tamaña injusticia,
quedo en el olvido del oportunismo.
Ahora todos parece que sufren algún tipo raro de degeneración de sus
facultades mentales. Les atacó la amnesia: no se acuerdan de nada; déficit de
atención: no entienden, no comprenden; bipolaridad: pasan de la euforia con la
cual defienden la honestidad de sus
funcionarios a la depresión cuando se han dado cuenta que les han traicionado. Ahora sufren de personalidad múltiple, pues, no registran que han sido socios, que
han sido amigos y parientes de los funcionarios que hoy están denunciados de
corrupción, que han estado con ellos en reuniones, fiestas y negocios; por último les ha atacado la ansiedad y la paranoia,
se sienten atacados y perseguidos por la
sociedad mala que no entiende que están
enfermitos.
Que fácil y que conveniente es declararse demente cuando sus actos están
haciendo de la función pública un desaguadero de aguas sucias.
No, no están dementes, simplemente son cínicos y corruptos, no han perdido facultades mentales sino facultades éticas.
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