La obsesión colonial más cara de la historia del País
La
lógica colonial que atraviesa y cualifica la formación económica y social de
América Latina, entre otras desviaciones culturales, genera una profunda
alienación cultural que impide el reconocimiento y valoración de las prácticas
sociales y culturales de herencia ancestral y de construcción histórica propia.
Las élites eurocentradas, que han gobernado los países latinoamericanos,
reactualizan cada vez la dominación colonial con la imposición de los
horizontes de significación y modelos sociales que importa del centro
capitalista, al costo económico, cultural y humano que sea.
En
el caso particular del Ecuador, la última década fue sin lugar a dudas una época de clara recolonización ideológica
de la sociedad. Todo el proceso de descolonización cultural, que avanzó gracia a las movilizaciones sociales de
los años 80 y 90 del siglo pasado bajo la dirección política del movimiento
indígena, fue destruido por la arremetida recolonizadora del correísmo. Entre
todos los fetiches emblema de esta invasión ideológica colonial, es quizá el
proyecto Yachay el mejor exponente de la enajenación cultural que caracterizó
al gobierno anterior.
A
nombre de mejorar la calidad académica universitaria del país, Caballo del Troya
para la reconquista ideológica de corte colonial, se inventaron que la universidad
ecuatoriana no valía en absoluto. Aunque ciertamente, las élites coloniales de
los gobiernos anteriores al correísmo convirtieron el permiso para fundar
nuevas universidades en un negocio que generó una precarización de la educación superior, esto no
significaba que todo el sistema universitario era inservible. Sin embargo, y en
concordancia con las prácticas coloniales, tenían que invalidar/encubrir todo
el sistema universitario ecuatoriano para poder justificar la invasión colonial
de la Reforma mercantil de Bolonia y la llegada de “la Universidad del primer mundo”: El proyecto Yachay TECH y
Yachay-EP. Parecido a cuando los españoles
levantaron sus iglesias sobre los centros rituales del Imperio Inca, estos nuevos
cruzados del tercer milenio levantaron el proyecto Yachay sobre el descrédito,
la vejación y la destrucción de la Universidad ecuatoriana.
Como
no podía ser de otra manera, primero se encargaron de desconocer el valor de la
Universidad, de sus comunidades docentes, de su pensamiento, de su aporte
histórico a la sociedad. Inmediatamente importaron los académicos y tecnócratas
europeos y norteamericanos para que vengan
a enseñar a los salvajes, pues en
el mejor lenguaje colonial debieron
pensar que hay que mejorar la raza docente. Demás conocido es, en las mentes
colonizadas, que todo producto extranjero es mejor que el nacional y el gobierno
extendió este prejuicio a la comunidad académica. Basta recordar cuando
abrieron 500 plazas en España para que profesores españoles vengan a enseñar a
nuestros futuros pedagogos. Definitivamente es difícil registrar una política
tan obscenamente colonialista.
Lo
que el anterior gobierno hizo no fue un intercambio académico, cosa absolutamente
válida, pues no se trataba de una relación de académicos iguales en su valor
profesional, y distintos en su cualidad cultural. De lo que se trató es de una infantilización
colonial de los profesores universitarios ecuatorianos, que fueron obligados a
reconocer su inferioridad académica frente a la superioridad académica norteatlántica. Obviamente esta horrorosa
jerarquización colonial se evidenciaba en la diferencia salarial que hacía que
los extranjeros ganen tres veces más que
los nacionales.
La
misma diferencia de recursos económico se estableció entre el proyecto
emblemático Yachay y la histórica Universidad pública. Mientras todas las
ventajas materiales y simbólicas se otorgaban a una universidad que acoge a 700
alumnos, el resto de Universidades públicas que atienden a la mayoría de
estudiantes universitarios del país eran perjudicadas. Dijeron casi
textualmente que en Yachay están las mejores
mentes del País, lo cual de hecho
suponía que en el resto de universidades se encontraban los estudiantes de segunda.
Después
de tres años de su fundación con todas las bambalinas neocoloniales que incluye
su nombre, La Universidad de Investigación de Tecnología Experimental Yachay pasó
de ser el símbolo colonial emblemático del
salto definitivo de la barbarie a la civilización,
a ser el signo emblemático más obsceno de la colonialidad cultural y
particularmente cognitiva.
Ese
inmenso espacio que se lo llamó la ciudad del conocimiento, donde Yachay EP en
articulación con Yacay TECH provocaría el
salto cuántico a la civilización en la era de la conquista espacial, ha
quedado para ser el espacio de las disputas absurdas de los funcionarios de Yachay EP y los de Yachay TECH. Un gran ring
del conflicto de las autoridades de las dos Yachay que, desconcertados ante el
fracaso anunciado del proyecto, no encuentran otra salida que las acusaciones
mutuas. Mientras tanto por la puerta de atrás, los académicos de primera abandonan el barco que ya no puede tratarlos
de acuerdo a su blanquitud académica. En
medio de esta confusión, los alumnos, a los que les hicieron creer que eran las
mentes más brillantes de este país,
desconcertados solo denuncian que la promesa de volverse la punta de la alta
tecnología, naufraga en la ausencia de laboratorios básicos.
Lo
único cierto de este delirio colonial es que ha costado al país los recursos que
necesitaban las Universidad pública, para mejorar las cosas que tenían que mejorar
en función de dar una mejor educación profesional a los jóvenes ecuatorianos,
sin distinciones coloniales y enraizándose en las potencialidades de nuestro
territorio y cultura.
Ojalá
algún día estás élites coloniales que gobiernan al país, desde su nacimiento,
sean puestas a un lado de nuestra historia y no estorben en la construcción
soberana y descolonizada de nuestra sociedad
La pregunta que me hago es ¿Aprenderemos algún día? o todo es tan solo un juego de intereses y nada más.
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