viernes, 30 de junio de 2017

La obsesión colonial más cara de la historia del País



La lógica colonial que atraviesa y cualifica la formación económica y social de América Latina, entre  otras  desviaciones culturales, genera una profunda alienación cultural que impide el reconocimiento y valoración de las prácticas sociales y culturales de herencia ancestral y de construcción histórica propia. Las élites eurocentradas, que han gobernado los países latinoamericanos, reactualizan cada vez la dominación colonial con la imposición de los horizontes de significación y modelos sociales que importa del centro capitalista, al costo económico, cultural y humano que sea.


En el caso particular del Ecuador, la última década fue sin lugar a dudas  una época de clara recolonización ideológica de la sociedad. Todo el proceso de descolonización cultural, que  avanzó gracia a las movilizaciones sociales de los años 80 y 90 del siglo pasado bajo la dirección política del movimiento indígena, fue destruido por la arremetida recolonizadora del correísmo. Entre todos los fetiches emblema de esta invasión ideológica colonial, es quizá el proyecto Yachay el mejor exponente de la enajenación cultural que caracterizó al gobierno anterior.  

A nombre de mejorar la calidad académica universitaria del país, Caballo del Troya para la reconquista ideológica de corte colonial, se inventaron que la universidad ecuatoriana no valía en absoluto. Aunque ciertamente, las élites coloniales de los gobiernos anteriores al correísmo convirtieron el permiso para fundar nuevas universidades en un negocio que generó una  precarización de la educación superior, esto no significaba que todo el sistema universitario era inservible. Sin embargo, y en concordancia con las prácticas coloniales, tenían que invalidar/encubrir todo el sistema universitario ecuatoriano para poder justificar la invasión colonial de la Reforma mercantil de Bolonia y la llegada de “la Universidad del primer mundo”: El proyecto Yachay TECH y Yachay-EP.  Parecido a cuando los españoles levantaron sus iglesias sobre los centros rituales del Imperio Inca, estos nuevos cruzados del tercer milenio levantaron el proyecto Yachay sobre el descrédito, la vejación y la destrucción de la Universidad ecuatoriana.

Como no podía ser de otra manera, primero se encargaron de desconocer el valor de la Universidad, de sus comunidades docentes, de su pensamiento, de su aporte histórico a la sociedad. Inmediatamente importaron los académicos y tecnócratas europeos y norteamericanos para que vengan a enseñar a los salvajes, pues en el  mejor lenguaje colonial debieron pensar que  hay que mejorar la raza docente. Demás conocido es, en las mentes colonizadas, que todo producto extranjero es mejor que el nacional y el gobierno extendió este prejuicio a la comunidad académica. Basta recordar cuando abrieron 500 plazas en España para que profesores españoles vengan a enseñar a nuestros futuros pedagogos. Definitivamente es difícil registrar una política tan obscenamente colonialista.
Lo que el anterior gobierno hizo no fue un intercambio académico, cosa absolutamente válida, pues no se trataba de una relación de académicos iguales en su valor profesional, y distintos en su cualidad cultural. De lo que se trató es de una infantilización colonial de los profesores universitarios ecuatorianos, que fueron obligados a reconocer su inferioridad académica frente a la superioridad  académica norteatlántica. Obviamente esta horrorosa jerarquización colonial se evidenciaba en la diferencia salarial que hacía que los extranjeros  ganen tres veces más que los nacionales.

La misma diferencia de recursos económico se estableció entre el proyecto emblemático Yachay y la histórica Universidad pública. Mientras todas las ventajas materiales y simbólicas se otorgaban a una universidad que acoge a 700 alumnos, el resto de Universidades públicas que atienden a la mayoría de estudiantes universitarios del país eran perjudicadas. Dijeron casi textualmente que en Yachay están las mejores mentes del País, lo cual  de hecho suponía que en el resto de universidades se encontraban los estudiantes de segunda.  

Después de tres años de su fundación con todas las bambalinas neocoloniales que incluye su nombre, La Universidad de Investigación de Tecnología Experimental Yachay pasó de ser el símbolo colonial  emblemático del salto definitivo de la barbarie a la  civilización, a ser el signo emblemático más obsceno de la colonialidad cultural y particularmente cognitiva.     
            
Ese inmenso espacio que se lo llamó la ciudad del conocimiento, donde Yachay EP en articulación con Yacay TECH provocaría el salto cuántico a la civilización en la era de la conquista espacial, ha quedado para ser el espacio de las disputas absurdas de los funcionarios de  Yachay EP y los de Yachay TECH. Un gran ring del conflicto de las autoridades de las dos Yachay que, desconcertados ante el fracaso anunciado del proyecto, no encuentran otra salida que las acusaciones mutuas. Mientras tanto por la puerta de atrás, los académicos de primera abandonan el barco que ya no puede tratarlos de acuerdo a su blanquitud académica. En medio de esta confusión, los alumnos, a los que les hicieron creer que eran las mentes más brillantes de este país, desconcertados solo denuncian que la promesa de volverse la punta de la alta tecnología, naufraga en la ausencia de laboratorios básicos.       

Lo único cierto de este delirio colonial es que ha costado al país los recursos que necesitaban las Universidad pública, para mejorar las cosas que tenían que mejorar en función de dar una mejor educación profesional a los jóvenes ecuatorianos, sin distinciones coloniales y enraizándose en las potencialidades de nuestro territorio y cultura.

Ojalá algún día estás élites coloniales que gobiernan al país, desde su nacimiento, sean puestas a un lado de nuestra historia y no estorben en la construcción soberana y descolonizada de nuestra sociedad      
       

        

1 comentario:

  1. La pregunta que me hago es ¿Aprenderemos algún día? o todo es tan solo un juego de intereses y nada más.

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