¿Qué esperar del diálogo propuesto por Lenin Moreno?
Desde la campaña electoral, el entonces candidato Lenin Moreno, intentó
marcar una diferencia de actitud respecto a su antecesor, el mismo que se dio a
conocer como autoritario, intolerante y
poco o nada dispuesto a dialogar con la diversidad política del país. Esta decisión, del hoy presidente Moreno,
entre otras estrategias electorales, le ayudó a ganar las elecciones
presidenciales del 2 de abril de este año.
Es un hecho que la personalidad de Moreno fue una de las razones
principales para que el Movimiento País lo eligiera como su candidato, pues se
habían dado cuenta que la mayoría de la sociedad estaba cansada de las
formas despóticas y arbitrarias instauradas
durante esta década, como marca del gobierno de la “Revolución Ciudadana”. Creo
que sabían que solo Moreno podía menguar el creciente rechazo social a su
proyecto político, debido a lo cual y pese al deseo del grupo fuerte en A.PAIS
no fue el delfín Glas el candidato, sino el simpático Lenin Moreno.
Más allá de estas estrategias electorales de A. PAIS, siempre es mejor
una persona abierta al diálogo, que esté
dispuesto a oír y respete al otro, que alguien que de entrada bloquee todo
intercambio subjetivo y se coloque por encima de la sociedad. Sin embargo, la
política y sobre todo la oficial no es un asunto de personalidades ni de
voluntades individuales, se trata de relaciones de poder concretas. A partir de
lo dicho, se entiende que el nuevo presidente enfrenta los siguientes desafíos
en su afán de cambiar el estilo autoritario de Gobierno por un estilo más
consensual:
Primero: La sociedad ecuatoriana conocía de las fricciones internas en
el movimiento PAIS, entre los distintos grupos que lo integran. Las disputas expresan
los conflictos de intereses de los diferentes grupos económicos que gravitan en
torno al gobierno, intereses políticos de los grupos que dentro del Gobierno
disputan la dirección del Estado, intereses de las distintas visiones ideológicas
que participan en el proyecto gubernamental.
Estas pugnas internas, que existieron desde el inicio del gobierno, se
visibilizaron en las rupturas de ciertos individuos y organizaciones que fueron
parte del proyecto y que en su momento se separaron del mismo, y pasaron a ser
parte de la oposición. Los conflictos que no se resolvieron con la salida
pública del proyecto, de alguna manera eran contenidas dentro del mismo
movimiento por el fuerte liderazgo de Rafael Correa. Sin embargo, cuando se supo
que Correa no iba a presentarse en el nuevo proceso electoral, los conflictos
internos empezaron por la elección de
los candidatos y se profundizaron en el desarrollo del proceso electoral. Pero cuando el candidato Moreno ganó las
elecciones, después del breve momento de la euforia de la celebración, el reparto del poder que todo nuevo Gobierno
implica hace aún más notorio las disputas internas al movimiento PAIS.
Se entiende, por lo dicho, que más allá de la buena voluntad del nuevo
presidente, hay una disputa real por la distribución del poder al interior del
movimiento PAIS. La fracción, que podríamos denominar, de la línea dura
(corrreísta) no ha perdido espacio en el nuevo gobierno, lo que hay que ver es ¿cuál es el nivel de fuerza e
injerencia que va a tener en los próximos años?
Este dato indicaría si el modelo autoritario implementado en esta década
cambiaría en la dirección de la oferta de campaña de Moreno, lo cual
significaría que el nuevo presidente logró vencer a su primer opositor que está
en las filas de PAIS.
Segundo: Las relaciones de poder
vertical y autoritario que caracterizaron el Gobierno de Rafael Correa,
definieron la “nueva” estructura del Estado que ha funcionado esta década. Estructura
estatal que puede brevemente caracterizarse como vertical, centralizada,
autoritaria, sancionadora, clientelar, criminalizadora, penal, disciplinaria,
colonial y represiva. Es esta estructura la que permitió estabilidad política sobre la base del arrinconamiento de la
sociedad y la inobservancia de muchos de sus derecho humanos. La voluntad de
diálogo que ha expresado el nuevo presidente tendrá que vérselas no solo con
individualidades adversas a una manera de gobernar más democrática, sino, sobre todo, con una estructura estatal,
con leyes y reglamentos poco democráticos. Así, la voluntad de Moreno para hacerse
efectiva, tendrá que enfrentar la tarea de desmontar esa estructura estatal,
pues es la condición sine qua non para democratizar su ejercicio gubernamental.
Tercero: Quizá las relaciones de poder más difíciles de superar son las
de carácter global. El poder del capital financiero en su alianza con el
capital cognitivo y extractivo, que atraviesa todas las economías del planeta
incluida la nuestra, sobre todo en esta última década, no comulgan ni con la democracia ni con los
derechos humanos. Lamentablemente los gobiernos latinoamericanos, con
poquísimas excepciones, se han caracterizado por ser absolutamente funcionales
a las exigencias del gran capital internacional, en detrimento de los intereses
de los pueblos. Es más, los estados fuertes que se ensayaron en esta última
década en el subcontinente, no sirvieron para garantizar una real distribución
de la riqueza que afecte las estructuras de desigualdad, sino para garantizar
la expansión de los negocios capitalista en la región, sea de origen
nortatlántico o de origen asiático. Es
un hecho evidente que la mayor deuda, por no decir traición de los gobiernos
progresistas, es con los pueblos originarios y
los pueblos campesinos, llevados
al límite de su sobrevivencia por la expansión violenta de la frontera
extractiva que reprimariza nuestras economías.
Cuarto: Por último, una relación
de poder absolutamente destructiva, no solo de la democracia sino de la vida
social, es la que se encuentra presente en las prácticas de corrupción
institucionalizadas de manera legal o ilegal. La corrupción es un mecanismo estructural de
acumulación de capital que en unas
ocasiones opera fuera de la ley y en otras amparada en la ley. Sea cual sea el caso, esta práctica de
descomposición ética lesiona profundamente la vida democrática de una sociedad,
pues es el alimento de prácticas de desposesión depredadoras de la riqueza
social. Está década en América latina, debido a los altos precios de los
commoditys que abrió un flujo ensanchado de divisas que permitieron un enorme inversión estatal,
se agudizo las prácticas de corrupción
en las relaciones comerciales entre el Estado y el sector privado empresarial,
que lucro de este enorme ingreso de dólares. Cuando la acumulación legal o
ilegal de capital se sobrepone a todo otro objetivo o fin social, transgrede
toda norma democrática y de justicia de la sociedad.
La oferta de campaña del nuevo presidente tiene entonces que lidiar con
estas relaciones de poder, si realmente quiere superarlas debe tener la
voluntad política y el respaldo de las organizaciones sociales para hacerlo, lo
cual es difícil pero nunca imposible.
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