Después del correísmo……
Es innegable que en esta
década de gobierno dirigido por el casi ex presidente Ec. Rafael Correa, se
estableció en el país una doctrina política, no la del llamado Socialismo del
Siglo XXI, ni aún la del llamado progresismo, sino la del correísmo. Lo dicho
no significa que el gobierno de Alianza País tenga semejanzas, relaciones o acuerdos
con los otros gobiernos latinoamericanos de la llamada línea progresista. Significa
lo expresado que en el país, la plataforma política del
progresismo latinoamericano, tomó el carácter y la cualidad de lo que podría
denominarse la doctrina política del correísmo. Este carácter es lo propio del
progresismo en el Ecuador, como el Chavismo en Venezuela o el Kirchnerismo en
Argentina.
¿Qué es lo que caracteriza
a esta doctrina política denominada el correísmo? A diferencia de la Argentina donde el kirchnerismo
es un movimiento político peronista, en Ecuador no se trata de un movimiento
político velasquista o algo que se le parezca. Tampoco creo que el correísmo se
inscriba de manera clara en el populismo ni de izquierda ni de derecha, aunque
ciertamente tiene muchas de sus características. Sospecho que el correísmo no
expresa ninguna doctrina ideológica, menos aún a las que en sus discurso aludía
(socialismo, comunismo, etc.). Así, la adhesión que supone el ismo del
correísmo no es al movimiento político A.P., menos aún a la propuesta
socialista, sino una adhesión clara y directa a la doctrina política de Correa.
Aceptado lo anterior, ¿cuál
es la doctrina política de Correa que se manifiesta en aquello del
correísmo? La doctrina política da
cuenta de la teoría y práctica de la política más o menos sistemáticas que se
expresan en un tipo de sistemas y comportamientos de los sujetos políticos, y
que tienen por objeto el poder y sus formas institucionales. En el caso de la
doctrina política implícita en el correísmo, se inscribe, más que en un
pensamiento, en una práctica política ligada al ejercicio del poder
gubernamental.
Durante 10 años hemos sido
testigos de lo que podría llamarse la curva política del ejercicio del poder
gubernamental, la misma que empezó con el símbolo de la correa en la campaña electoral del 2006. Recordemos que
en campaña, el entonces candidato levantaba su correa y afirmaba que con ella
acabaría con la corrupción, con los diputados corruptos y con la partidocracia.
En aquella época, después de más de dos décadas de una sucesión de gobiernos
sumisos y entregados a las demanda del neoliberalismo - que manejaron el Estado
y los recursos de la sociedad en beneficio a los grandes intereses económicos
de los grupos capitalistas nacionales e internacionales; y que
necesariamente generó mayor
empobrecimiento de los pueblos y deterioro de los bienes públicos que buscaban
privatizarse- la idea de la correa y el castigo a esa vieja y corrupta
partidocracia no fue mal vista.
Sin embargo, al regresar a
ver la correa de castigo y aquello de “dale Correa dale”, se entiende que ese
eslogan de campaña contenía un principio de poder basado en el castigo, y como
principio no importa el contenido social del sujeto objeto del castigo, sino el
principio como forma de poder. Tuvimos
que vivir 10 años bajo el yugo de la correa de Correa para entender que no se
puede admitir que el principio del poder gubernamental sea el castigo,
independientemente del sujeto concreto de su aplicación. Cuando se aceptó que
Correa use la correa como forma de su poder en contra de la vieja partidocracia
corrupta, aceptamos que sea el castigo la práctica política gubernamental del
correísmo. Cuando este principio autoritario se instauró, entonces ya no
importa quién es el sujeto social de su aplicación, lo que prevalece es el
principio en tanto tal, en tanto que forma del poder gubernamental. De la
partidocracia corrupta, que pronto se reinventó en el propio movimiento País,
la correa de Correa fue usada de manera sistemática contra todos los sectores sociales, sobre todo
aquellos que disentían políticamente con el gobierno por no estar de acuerdo
con las políticas de gobierno, la mayoría de ellas en beneficio de grupos
económicos nacionales y extranjeros y en detrimento de los intereses de los
pueblos. Lo dicho explica la correa de Correa como criminalización de la protesta
social y la disidencia política.
Así, el denominado
correísmo da cuenta de un tipo de poder gubernamental marcadamente machista, autoritario
y castigador. Una práctica que atravesó todo el ejercicio gubernamental y estatal
y que lamentablemente permeó a toda la institucionalidad social pública y
privada. Durante ésta década la sociedad ecuatoriana tuvo que soportar un despliegue
cotidiano de abuso de poder por parte de los funcionarios gubernamentales,
empezando por lo de cargos más altos, que además eran publicitados como
legítimos.
Con la salida formal del
Ec. Correa del gobierno de Alianza País, se aspiraría que el correísmo se
debilite y desaparezca, sin embargo no se trata de la persona cuyo nombre y comportamiento individual se expresa en el
correísmo, sino de un modelo de poder político. El mismo presidente electo
Moreno, tratando de justificar a su antecesor, ha dicho que en el momento en
que Alianza País se hizo gobierno el
país necesitaba un mandatario con la fuerza
y el temperamento de Correa. Lo que se intenta decir es que no basta con
que el nuevo presidente marque una diferencia de actitud con Correa, más abierta al diálogo
político. De lo que se trata es preguntarse si ¿Moreno podrá desmontar las relaciones
verticales y autoritarias que se
construyeron en estos 10 años como nueva estructura del gobierno y del Estado y
de estas instancias políticas con la sociedad? En otras palabras, si ¿podrán poner
fin a la década del correísmo, independientemente de que Correa ya no ocupe el
sillón presidencial?
La sociedad debe esperar y
exigir que el nuevo gobierno y cualquier otro que venga en el futuro asuma como
principio de su gestión política la democracia real, de la participación activa
de la sociedad a través de sus organizaciones autónomas respecto del poder del
Estado y más aún del gobierno. El juicio de los pueblos a aquellos que atentan
en contra de sus intereses no es la correa de un individuo, ni de un gobierno
sino sus legítimas luchas por la defensa de la vida, la dignidad, los derechos
humanos y la democracia siempre y cada vez más radical.
Después del Correísmo: solo se espera a la sociedad recuperando su autonomía y poder sobre cualquier aparato político que quiera ponerse sobre ella .
Puros balbuceos de autonomía. No va a ser de la noche a la mañana que los espacios autónomos existan. Ni ha sido en su gran mayoría una búsqueda real en Ecuador, quizá solo en los últimos tiempos, de manera muy tardada, y por influjo de manera especial de los zapatistas que han llevado la práctica de la autonomía de manera ejemplar y que ha dado la vuelta al mundo y en alguna de esas vueltas, ni siquiera directamente, llegó a Ecuador el sentido de autonomía como antagonismo al capitalismo.
ResponderEliminarLa autonomía debe potenciarse rompiendo todas las referencias que conducen al Estado: formas de cultivo de líderes; cúpulas, élites intelectuales que usurpan la materia prima cultural para erigirse en conotados y reconocidos en reciclamientos seudo teóricos, etc. la autonomía será la hora de los pueblos de abajo, no por designio de quienes funjen como sus líderes, ni favores del Estado, ni ongs. Simplemente será más allá, por suerte, de quienes hoy se han enquistado al favor o en contra, como modo de vida, en espacios que usan no para destruir al capitalismo, sino para posicionar sus individualidades. La autonomía como movimiento real que ya bulle en las entrañas de la tierra, muy lejos de donde se imaginan los que cacarean a favor o en contra.