Una década de retrocesos, el peor gobierno de la historia ecuatoriana
Prácticamente se cumple una década
de la llamada “Revolución Ciudadana”, proceso que inició con un enorme apoyo
del pueblo y la mayoría de sus organizaciones sociales y políticas. Se explica
el respaldo popular por las dos décadas de lucha en contra del neoliberalismo que
puso en crisis el sistema político dominante y abrió el espacio para que se
genere un proyecto de transformación social, que se pensó era la mentada “revolución”.
Después de una década en la
administración del Estado, el gobierno que más apoyo popular tuvo y que contó
con el mayor capital para llevar adelante la transformación social que
prometió, deja a la sociedad que confió en él no en la situación en que la
encontró, sino en un retroceso de al
menos 50 años.
Los voceros del gobierno e incluso
algunos de la oposición, plantean que el
gobierno de la “Revolución Ciudadana” ha
llevado adelante un proceso de transformación-modernización social, sobre todo
en el ámbito de la educación, la salud, la vialidad y la energía (las “famosas
carreteras revolucionarias”). Según argumentan los funcionarios del Régimen, ningún
gobierno ha invertido tanto en las cuatro áreas señaladas, lo cual puede ser
cierto y más aún si se toma en cuenta los sobreprecios en los costos de estas
inversiones que ahora saltan en todos los escándalos de corrupción, de los
más conocidos el de Petroecuador y la empresa constructora Odebrecht. Un poco de conocimiento en la crítica de la
economía política burguesa, basta para saber que la inversión estatal en infraestructura
es una ganancia redonda (con corrupción incluida) para el capital nacional y transnacional
dedicado a ese negocio.
En este sentido, la gran
inversión en infraestructura no es de ninguna manera un indicador de transformación
social, a lo mucho de modernización conservadora del capitalismo en clave
aceleramiento de su proceso de acumulación, que como se sabe está hoy más que nunca atravesado por la corrupción
estructural del vínculo Estado-empresas. Con esta “revolución", la sociedad
ecuatoriana está aún más dependiente y empeñada a futuro – vía profundización
de la economía primaria exportadora petrolera y minera y vía deuda externa- al más depredador capital internacional extractivo y financiero. Hay que tomar en cuenta que a este gobierno no
le alcanzó los casi 300 mil millones de dólares que ingresaron a las arcas
fiscales en esta década, principalmente, por venta de petróleo, hoy estamos aún
más endeudados que antes. Claro, no puede ser de otra manera con tanta
corrupción y despilfarro favorable para las empresas y los contratistas.
Si se observa la base productiva
campesina (mediana, pequeña, comunitaria y familiar) no hay nada más que
abandono y destrucción por efecto del extractivismo impulsado por la “revolución”.
En cuanto a la manufactura mediana, pequeña y familiar muy poco se ha hecho, más evidente es lo dicho si se la compara con los beneficios que las
grandes empresas agrícolas y comercializadoras han obtenido en esta década. Ni
hablar del capital financiero, los bancos han sido los grandes ganadores de la “revolución”, hecho reconocido por el
mismo Presidente. Justamente, en los sectores de la economía en los cuales
había que invertir racional y honestamente en la perspectiva de poner las bases para una transformación
de la estructura productiva y energética, que permita en un futuro tener soberanía económica y de esta
manera no depender de los manejos perversos del capital internacional, no se
hizo absolutamente nada.
Para ejecutar una política
económica no solo utilitaria, sino totalmente servil a la acumulación de
capital, que como es obvio implica un alto nivel de violencia en contra de la
sociedad, se construyó un aparato
estatal concentrado en el Ejecutivo que puso en marcha un patrón de dominación
y control social, basado en leyes, decretos, reglamentos, códigos y reformas de
control, disciplina, sanción y castigo social. De esta manera, prácticamente,
se devastó la organización social y política de la sociedad formada en varias
décadas de lucha, con lo cual la misma quedó en absoluta orfandad y expuesta a la voracidad de la acumulación del capitalismo salvaje .
Como era de esperar de un gobierno
cuya cabeza ha mostrado padecer de un grado de alienación cultural que se
pensaba superado, a nivel cultural se
reactivó la ideología colonial racista que las luchas de los pueblos
originarios habían debilitado; al patriarcado en su versión machista más repugnante se lo legitimó como discurso
y práctica de gobierno, reprimió de esta manera el avance de las luchas
feministas; la visión más conservadora sobre la sexualidad se impuso como política
pública, sin ningún empacho. Es quizá la perspectiva cultural de este gobierno
el punto donde se distancia de los otros progresismos que al menos en lo
cultural mostraron cierta apertura. En el caso del Ecuador los “revolucionarios”
además tienen mentes y comportamientos retrógrados.
En el plano de la ideología política
crearon una confusión ideológica muy funcional a las necesidades del poder del capital
en su época tardía, marcada por la ideología de la posideología y la Real Politik,
necesarias para la dominación ideológica mundial de formación y consolidación del sujeto consumista.
Así, el resultado de la década de
la “Revolución Ciudadana” es un retroceso en la lucha de medio siglo de la sociedad
ecuatoriana en su búsqueda de una transformación que le permita ir hacia mayores niveles de justicia y
libertad. Definitivamente, el peor gobierno de nuestra historia.
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