Del verdugo del patíbulo al coaching de los grupos de autoayuda
En esta oportunidad no hablaré de la política económica y social del
Régimen que termina, sino de su forma de manejar el poder político, pues considero
que es la herencia más nefasta de esta “revolución”, que, hoy, en época de elecciones
intentan esconder su legado con un
candidato cuya imagen no es de un político, sino de un coaching de las técnica
de autoayuda.
Se cumple una década desde que la “Revolución Ciudadana” impuso y
ejecutó una forma de poder político caracterizada
por la prepotencia, el insulto, la intolerancia y el sistemático irrespeto a la sociedad en general y particularmente
a aquellos pueblos, grupos, colectivos o personas que discrepaban con el
ejercicio gubernamental. Diez años en los
cuales la sociedad ecuatoriana se vio literalmente sometida al maltrato abierto
y cínico del poder gubernamental, que construyó un Estado claramente controlador,
castigador y autoritario.
Es conocido por toda la sociedad, gracias a las insufribles sabatinas,
que la humillación social, política y personal fue la manera en la que el gobierno
resolvió las discrepancias políticas. Nos cansamos de ver coma el espacio del “enlace
ciudadano” se convirtió en un patíbulo donde los acusados por el presidente de “traidores”,
“desleales”, “mentirosos”, etc., eran condenados y sacrificados por el mismo
acusador que fungía también de juez, con
la más perversa humillación pública.
Después del grotesco juicio sabatino, que además se replicaba entre
semana por otras cadenas nacionales, el disidente político se convertía en culpable y víctima del correato. En los primeros años de esta
década, la víctima sacrificial era destrozada
personalmente y condenada al ostracismo social y simbólico. Como si todo esto
no fuese suficiente, todo el movimiento
PAIS se dedicó a defender y justificar esta indecencia política a nombre de “la gran causa de la revolución dirigida por su gran líder”,
los menos cínicos la justificaban en el temperamento impulsivo de su jefe, como
si no se tratara de una forma de ejercicio político con claros rasgos
autoritarios e inclusos fascistoides.
A los diez años se dan cuenta
que esta indecencia no está del todo bien y deciden poner un candidato que muestre este descubrimiento que han hecho. Interesante
estrategia electoral, pasar de la imagen del padre autoritario siempre con la
correa en la mano para castigar a sus hijos (por aquello de que la letra con
sangre entra), al padre bonachón que da a sus hijos los sabios consejos para
que puedan llegar a conquistar la felicidad, con eficiencia, a hacer “obras con
amor”.
Del verdugo del patíbulo al coaching de grupos de autoayuda,
aparentemente un gran cambio. Las
sabatinas van a dejar de ser el patíbulo de humillación pública para convertirse en la sede
de un grupo de autoayuda donde el técnico de coaching va a dar los consejos de
los cinco pasos para superar los problemas sociales o por lo menos aprender a
soportarlos positivamente y las técnicas para que el futuro feliz no se detenga.
Quizá este cambio de actitud de la “Revolución
ciudadana” sea un acto de contrición católica del Presidente, después de 10
años de humillaciones y de observar el daño psíquico, social y cultural que éstas
causaron en la sociedad, creen necesario mandarnos a un grupo de autoayuda para
superar los traumas que nos crearon. ¡Genial!
necesitan un técnico del cambio positivo
de la vida que, dicho sea de paso, cobra 10.000 dólares por charla, lo cual nos
va a salir caro si éstas se hacen cada semana, aunque dirán que todo sirva para sanar lo que su compañerito
provocó.
Lo cierto es que estos políticos oficiales y sobre todo los “revolucionarios
verdes” tratan a la sociedad como una masa de ignorantes a quienes creen que
pueden timar. No necesitamos ni un verdugo que nos discipline y castigue, ni un
técnico de autoayuda, ni un banquero que haga del país la sucursal de su banco,
etc. Lo que necesitamos es organización política autónoma de la sociedad para que
se autogobierno.
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