lunes, 30 de enero de 2017

La transparente banalización de la corrupción


En una conversación  con el querido Mario Unda, éste con toda razón sostenía que el gobierno responde a las denuncias de malos manejos de fondos públicos que pesan sobre su gestión, con una estrategia que termina banalizando la corrupción. Esta alusión me recordó las tesis de Baudrillard  en su libro la Transparencia de Mal y la de Hannah Arendt sobre  la “banalidad  del mal”.


Baudrillard dice:

Nada (ni siquiera Dios) desaparece ya por su final o por su muerte, sino por su proliferación, contaminación, saturación y transparencia, extenuación y exterminación, por una epidemia de simulación, transferencia a la existencia secundaria de la simulación. Ya nó un modo fatal de desaparición, sino un modo fractal de dispersión. (Baudrillard: 1991)

Desde que se desató, en el último año, los escándalos de corrupción del gobierno de Alianza País – Parques Samanes, Papeles de Panamá, Petroecuador, caso Odebrecht, pases policiales, pago de frecuencias, etc.- sus funcionarios y principalmente los encargados del control (Fiscalía, Comisión de Fiscalización de la Asamblea, Contraloría, Poder Judicial) se han pasado la papa caliente de unos a otros en una lamentable representación circense expuesta sin pudor alguno a la sociedad ecuatoriana. 

Ninguno de estos órganos de control ni ningún funcionario encargado de fiscalizar la corrupción realmente han hecho algo para sancionar a los corruptos. Se dan las vueltas, se demoran, no ven, investigan siguiendo los tiempos legales que curiosamente dan la oportunidad a los corruptos de salir sin problema del país, descubre el agua tibia de la corrupción, se acusan los unos a otros, quieren indagar toda la historia de corrupción del País, etc. Mientras representan esta mala comedia, las  denuncias de corrupción y los comentarios sobre éstas proliferan y se viralizan hasta el punto de que ya no importan, ya se volvieron algo cotidiano gracias al hastío que su impúdica exhibición mediática y la dispersión viral en las redes provoca.  

La simulación de honestidad  que todos los implicados o nombrados en los actos de corrupción  realizan se ha vuelto una epidemia. Nadie sabe nada, nadie vio nada, nadie conoció al corrupto, todos son inocentes, todos son víctimas de persecución política unos de la CIA y la oposición y otros del gobierno. Lo cierto es que mientras más se denuncia y habla de la corrupción, es decir mientras más se transparenta,  ésta tiende a banalizarse.

La corrupción se institucionaliza y hace metástasis por efecto de su exposición banalizada,  que le conduce a trascender su propia  lógica, no en la pura tautología sino en un incremento de potencia, en una potencialización fantástica donde interpretan su propia pérdida.(Baudrillard: 1991) 

El gobierno y cierta oposición usan la denuncia de corrupción como publicidad política, sea para atacar al opositor o para defenderse de la acusación. En cualquiera de los dos casos, de lo que se trata no es de creer en la culpabilidad o en la inocencia  de los implicados sino en hacer- creer a la sociedad de que es así. Es esta la razón que explica que las Instituciones de control  no cumplan ningún papel de investigación que lleve a determinar quiénes son los responsables y que sanción deben tener para acabar con la corrupción de la función pública. Lo que importa es hacer creer a la sociedad que es lo que dicen que es y en esa estrategia la corrupción no termina, sino que se dispersa hasta desaparecer del debate público, lo cual indica que ésta se institucionaliza y se vuelve parte de la vida de la sociedad. El mal se ha transparentado, se ha positivizado, hecho que queda explícito en ese lamentable y generalizado comentario del sentido común “todos han robado al menos éstos han hecho algo”.      

La corrupción, en el grado más alto de su exhibición y transparencia, termina siendo algo insignificante y trivial que al fin de cuentas no tiene ninguna importancia. Si la corrupción está en todas las esferas estatales, en las esferas empresariales, si todos se acusan de corrupción y todos son corruptos, la corrupción deja de ser un problema social, se ha normalizado, fin del debate.

La sociedad está así condenada a no poder establecer una frontera clara entre aquello que la humaniza y aquello que la deshumaniza (entre el bien y el mal), está condena a su destrucción sino  es capaz de recuperar el horizonte ético que le impulse afirmar su dignidad.

   


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