Una sociedad decente no puede ser representada por la
encarnación más violenta y cínica del machismo
Es un hecho innegable y triste
que la sociedad en la que nos ha tocado nacer y vivir es patriarcal y machista, y es cierto y
lamentable, además, que esta sociedad y
su perversa ideología machista determina nuestros procesos de socialización y,
por lo tanto, nuestra constitución como personas. Sin embargo, justamente por
haber nacido en una sociedad machista los hombres decentes y fundamentalmente las
mujeres dignas luchamos cotidianamente por romper las relaciones de dominación
masculina y construir relaciones de género justas, equilibras y equitativas,
que permitan la liberación y humanización tanto de los hombres como, principalmente,
de la mujeres.
La historia de las luchas feminista
como toda lucha en contra de la opresión ha sido compleja y difícil, en ellas
se ha perdido las vidas de millos de mujeres que se negaron a ser sumisas, que
prefirieron morir antes de someterse a la violencia masculina. En las historia
de nuestras luchas cada vez se han sumado más y más mujeres y hombres que han poseído
la decencia de reconocer su injusto poder y los privilegios que de él se
desprenden.
La lucha de las mujeres ha
interpelado a la sociedad toda para que hagan justicia, no solo a las mujeres
sino a la humanidad, pues una sociedad que permite la opresión de cualquier
tipo es una sociedad inhumana. Una sociedad que permite la violencia en contra
de las mujeres es una sociedad indigna que se autocondena a su destrucción y
miseria.
Gracias a las luchas feministas,
si bien las estructuras sociales aún expresan el dominio masculino, está creciendo y afirmándose una
conciencia social crítica que desnaturaliza la violencia machista. Así, en muchas
sociedades la violencia masculina en contra de las mujeres está sancionada y castigada, no solo
penalmente sino socialmente. Es decir, las sociedades empiezan a rechazar las
relaciones de dominación patriarcal y sus manifestaciones cotidianas, desde las
más evidentes hasta las más sutiles. Este proceso muestra que las sociedades van
adecentándose, valorándose, queriéndose, lo que revela un crecimiento espiritual
de la humanidad.
Mientras este adecentamiento social
crece en la sociedad global, en nuestro país el primer mandatario en actos de execrable
indecencia hace gala de la dominación masculina. Al parecer el presidente se autocomplace ser
la encarnación del machismo, ser la violencia machista hecha macho, de lo contrario no podría seguir
mostrando su cara después de proferir semejante juicios del machismo más vulgar
e ignorante. No obstante que esta despreciable
y cínica actitud machista no
tiene lugar en el mundo actual, en el Ecuador se ha convertido en política de
Estado. La encarnación del machismo que
preside el gobierno de A. PAIS ha mostrado su violencia masculina, no solo en
los miserables prejuicios con los que se ha dirigido a las mujeres de este país,
tanto a las de su movimiento como a las de oposición, sino en la política
pública donde ha afirmado las estructuras de la dominación patriarcal.
En una sociedad, más allá de sus
procesos de luchas feministas y el adecentamiento humano que éstas producen,
existen individuos que lamentablemente se resiste a esta humanización, y reproducen
en su vida cotidiana las relaciones de opresión masculina que, a su vez,
sostienen las instituciones de la dominación. De hecho esos individuos existen y son los que
la sociedad decente tendrá ir re-educando para que cese la violencia, quizá no
podremos en algunas generaciones librarnos de ese tipo de sujetos, sin embargo
no puede ser que el individuo prototipo del macho violento sea el que gobierne
una sociedad que busca su humanización.
Un macho que reivindica y
defiende su machismo es sin duda alguna un ser humano indecente. Una sociedad
que busca ser una sociedad decente no puede ser representada por un individuo
indecente, que hace gala de su machismo; que permite que sus funcionarios, por
quienes ponía las manos en el fuego, roben la riqueza social y se fuguen del
país justo unos días antes de que
salga la orden de detención; que cínicamente
se ratifica en sus ofensas a las mujeres.
Si el macho, orgulloso de serlo,
desde su ideología machista manda a callar a las mujeres porque según él: han sido desleales, son “gorditas
horrorosas”, no saben de economía,
son neuróticas (obviamente no debe
saber que significa la palabra que él usa como insulto) y todos los improperios que por ética y estética no vale repetir, la sociedad decente debe mandarlo a callar por
ser indecentemente machista, racista y capitalista. La sociedad decente debe exigir que él y
todos los machos de su gobierno, así como las mujeres sumisas a ellos, sean
fiscalizados política, económica y éticamente.
La sociedad decente debe exigir
que sus funcionarios de gobierno sean personas decentes, obviamente es una
tarea pendiente, más aún después de 10 años de una de las más cínicas indecencias
políticas gubernamentales que ha conocido el país.
Nos llevará muchos años romper con esos patrones de nuestra sociedad machista,por el momento no nos toca más que dar ejemplo en nuestras familias y en nuestros trabajos, es decir en los momentos cotidianos. Interesante tu blog.
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