El discurso de la objetividad,
encubre el fracaso político de AP
En los últimos meses
varios analistas que, con sus análisis de la vida política del país, construyen
opinión pública, han adoptado la posición de observadores “objetivos”, desde la
cual evalúan el desempeño político
del gobierno de A.P.
Desde este “cómodo” locus de enunciación autoproclamado objetivo se
plantean una mirada “ecuánime” sobre el
papel desempeñado por el correato en la administración del Estado. Así,
intentan ver, dicen, no solo las cosas “malas” que se puedan criticar del
correísmo, sino las “buenas” que hay que aplaudir. Esta manera de analizar al gobierno
se autopresenta como racional, académica y objetiva, con lo cual se descalifican
las mitradas críticas tachándolas de viscerales
e irracionales.
Curiosamente, esta estrategia discursiva tuvo como primeros practicantes
a los voceros correístas, justo en el momento en que se volvió evidente los
problemas, sobre todo económicos, que
enfrentaba su gobierno, debido no solo al contexto mundial de disminución del
precio del petróleo y el fortalecimiento del dólar, sino sobre todo al mal
manejo económico y a la mala administración de los recursos nacionales. Imposibilitados, por el peso de la realidad económica,
de decir que el país es un milagro económico, que todo marcha bien, que estamos
en plena revolución, etc., etc., sin poder ocultar, detrás del derroche de las
divisas petrolera, la deficiencia e ineptitud del gobierno que trajo mayor
endeudamiento externo, pérdida de más de la mitad de la reserva de oro
nacional, contracción y desmejoramiento
de la producción agrícola sobre todo pequeña y mediana, contracción de la
producción nacional en general, grave crisis de la Seguridad Social, retorno de
los niveles de desempleo y subempleo que tenía el país cuando los “revolucionarios”
llegaron a la administración del Estado,
ampliación de los niveles de corrupción en todos los niveles de gobierno, remate
de los bienes públicos, etc., deciden ser “objetivos”.
Impedidos, por el peso de su
fracaso, de seguir defendiendo el proyecto de la RC, cuando éste empieza a
evidenciar claramente sus profundas falencias, la “inteligencia” correísta decide hacer y propone hacer un análisis fragmentado
de su gestión al mejor estilo del positivismo analítico.
Al interior de esta estrategia del discurso, los hacedores correístas de opinión lanzan la ideología justificadora de
todo fracaso político: “no todo es malo”, con la cual quieren debilitar la crítica
a su proyecto, sobre todo la que viene de la izquierda y los movimientos
sociales a los cuales traicionaron. Lamentablemente, muchos académicos
correístas en el closet se hicieron inmediatamente eco de esta estrategia
ideológica del discurso del poder en declive, que tuvo y tiene impacto en
algunos comunicadores sociales, en
ciertos analistas críticos del gobierno e incluso en algunos pensadores de izquierda.
Si se toma en serio esta ideología de “no todo es malo”, “veamos las
cosas buenas”, “no todo es blanco y negro”. Qué pasa si se relee desde esta mirada
al nazismo, al fascismo, al totalitarismo, a las dictaduras latinoamericanas,
en el país, al mismo Febres Cordero y se rescata “todo lo bueno que dejaron” (infraestructura, desarrollo de la
medicina, empleo, crecimiento económico, progreso, aceleramiento de la
producción, etc.) haciendo a un lado su horror (violación de derechos humanos,
asesinatos, encarcelamientos, genocidios, torturas, persecución, daño al medio
ambiente, criminalización de la resistencia, autoritarismo político, censura a
la comunicación, despojo, etc.).
El análisis crítico, por ello coherente, de la gestión política de los
gobiernos no puede diseccionar, fragmentar separar los resultados de un proyecto político como si
éste fuese una sumatoria de políticas aisladas que pueden ser evaluadas por
separado. Un proyecto político tiene un núcleo duro que lo define que es el que
hay que evaluar críticamente y el del correísmo ha sido sin equívoco la
promoción y expansión del capitalismo en clave autoritaria.
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