lunes, 27 de junio de 2016

¿Qué sucede en el tablero del capitalismo mundial?



En la última semana sucedieron dos hechos trascendentales que deben interrogarnos sobre la situación actual del capitalismo mundial y específicamente del capitalismo en la región.

Por un lado, en la Europa globalizada, la consulta popular hecha en Inglaterra sobre el destino de su vinculación a la Unión Europea definió su salida definitiva de la misma, por el lado de América latina se firmó el acuerdo para poner fin al conflicto armado entre el Estado Colombiano y la guerrilla más antigua y poderosa del subcontinente, las FARC. Cuál es la conexión entre estos dos hechos sintomáticos del capitalismo actual?
   
Sobre lo acontecido en Europa hay que decir que la unidad continental en el marco del capitalismo corporativo más salvaje que ha conocido la historia moderna, ha promovido y ejecutado el libertinaje financiero y mercantil (tratados de libre comercio sin ningún control) que, como era obvio, exacerbó la xenofobia, el racismo, el populismo  y el conservadurismo más radical.  Al fin de cuentas el liberalismo y el conservadurismo son máscaras de la misma hidra capitalista.

El obsceno libertinaje de los negocios financieros, petroleros, armamentísticos, farmacéuticos a los que están ligados los negocios ilícitos (tráfico de drogas, trata de personas, tráfico de órganos)  a ellos vinculados, necesariamente provoca la devastación de los pueblos donde este libertinaje tiene lugar (Medio Oriente, África, América Latina, Asia). Territorios destruidos, poblaciones expulsadas y masacradas es el saldo de la danza libertina del capital financiero y sus corporaciones transnacionales. Destruyen los territorios de los  pueblos otros y no pueden sino provocar su salida forzosa  hacia los centros del capital, esa es la causa de la migración de millones de seres humanos que busca refugio por la violencia económica, política, social y ambiental que el libertinaje capitalista causa. Esto explica la ola masiva de refugiados que invaden Europa y Estados Unidos.
   
La integración dentro de las coordenadas del capitalismo solo puede conducir a la destrucción humana más violenta.  La globalización en sí misma no es positiva para la humanidad, depende cual es la clave de su dirección, igual puede haber una globalización que destruya lo humano en función de la acumulación de capital que una globalización que busca mayores niveles de humanización, a partir de organizar la vida por fuera del fantasma del progreso ligado al crecimiento económico imparable, al desarrollo destructor y al consumismo obsesivo, cuyo núcleo de articulación es la ley del valor.   
    
La globalización neo-ordoneoliberal está dirigida y gobernada por las corporaciones  transnacionales financieras (FMI, Banco Mundial, Banco Central Europeo, etc.) que  han hecho colapsar sus propias formas jurídico-políticas como el Estado Nacional y las nnidades políticas continentales como la Unión Europea. Así, el fracaso de la Unión Europea se encuentra  en su núcleo económico articulador. La lógica de valorización del valor tiene la capacidad de destruir todo relato humano, sea éste de orden político, jurídico o ideológico. En este sentido, la disyuntiva que se presenta en la Europa pos Brexit entre globalización y nacionalismo es falsa,  las dos salidas son formas de la acumulación de capital. Así, la alternativa al libertinaje de la globalización capitalista no es el fundamentalismo nacionalista.

Sobre lo acontecido en nuestro continente, sin lugar a dudas la firma de la paz en Colombia es un hecho de celebración no solo para el país vecino, sino para toda la región latinoamericana. La guerra en Colombia destruyó a  sus pueblos y sirvió para el lucro de los negociantes de armas y otros negocios ilícitos, lo cual desvirtuaba las razones históricas y sociales de la lucha revolucionaria. Sin embargo, es necesario entender que la firma que acuerda el fin del conflicto, que de hecho es un gran avance histórico, no elimina  las razones de la lucha de los pueblos ni los conflictos e inequidades sociales que las justifican, como tampoco significa que la paz se conquista con una firma. Es necesario tener presente que los actores del conflicto colombiano no son únicamente el Estado y la FARC, sino que hay otros como las organizaciones paramilitares, organizaciones criminales ligadas al narcotráfico, corporaciones capitalistas de corte mafioso, etc. que no son parte del proceso de paz y que por lo tanto seguirán operando bélicamente.

Si no hay un proceso que garantice la reinserción social y política de los desmovilizados, que mejore las condiciones de vida de las poblaciones de las zonas más afectadas por el conflicto,  que promueva actividades productivas que sean una real alternativa para los campesinos, que  respete a las comunidades indígenas y a sus territorios, la afirma de la paz solo puede ser el fin del conflicto insurgente y la ampliación de un conflicto de mayores dimensiones de carácter criminal, como lamentablemente sucedió en Centro América.  
  
Aún más lamentables sería, y estos es lo que conecta los dos hechos,  que la firma de la paz sea la posibilidad de que los negocios más salvajes del capital financiero transnacional entren sin ningún problema a ocupar los territorios que antes por el conflicto no podía asaltar. Es curioso como muchas corporaciones nacionales y transnacionales ya están posando sus ojos en los territorios del conflicto colombiano y calculando las ganancias que de ellos podrán obtener. No hay que perder de vista que los negocios lícitos e ilícitos del movimiento del capital tienen consecuencias muy parecidas: despojo, apropiación, exclusión, expulsión, migración forzada, daño ambiental, etc. Tampoco hay que perder de vista que los acuerdos comerciales conocidos en nuestro continente han traído destrucción, tanto para las poblaciones indígenas y campesinas de nuestros países como para la clase  obrera de los países centrales, como muestra el caso mexicano.      

Los conflictos armados en América latina surgieron como una respuesta a la violencia estructural del capital en las periferias. La historia de Latinoamérica está marcada por la devastación  de sus pueblos y territorios, debido a la violencia capitalista en todas sus fases de acumulación. Una de las más virulentas ha sido, sin lugar a duda, la neoliberal traída por la globalización, cuyo centro de operaciones se sitúa en las distintas troikas domiciliadas en las metrópolis. Es la devastación del capital en su era de la globalización lo que conecta el acuerdo de paz en Colombia y el resultado del referéndum en Inglaterra.

Tanto en las periferias como en los centros hay los defensores acérrimos de la  globalización neoliberal  que buscan hacer sus negocios vía tratados de libre comercio y los defensores acérrimos del nacionalismo conservador de corte facistoide, dos maneras de entender la acumulación de capital que no  son de ninguna forma una salida humanizada  para la humanidad.    


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