En la última semana sucedieron dos hechos trascendentales que deben
interrogarnos sobre la situación actual del capitalismo mundial y
específicamente del capitalismo en la región.
Por un lado, en la Europa globalizada, la consulta popular hecha en Inglaterra
sobre el destino de su vinculación a la Unión Europea definió su salida definitiva
de la misma, por el lado de América latina se firmó el acuerdo para poner fin al
conflicto armado entre el Estado Colombiano y la guerrilla más antigua y poderosa del
subcontinente, las FARC. Cuál es la conexión entre estos dos hechos
sintomáticos del capitalismo actual?
Sobre lo acontecido en Europa hay que decir que la unidad continental en
el marco del capitalismo corporativo más salvaje que ha conocido la historia
moderna, ha promovido y ejecutado el libertinaje financiero y mercantil (tratados
de libre comercio sin ningún control) que, como era obvio, exacerbó la xenofobia, el racismo, el populismo y el conservadurismo más radical. Al fin de cuentas el liberalismo y el
conservadurismo son máscaras de la misma hidra capitalista.
El obsceno libertinaje de los negocios financieros, petroleros,
armamentísticos, farmacéuticos a los que están ligados los negocios ilícitos
(tráfico de drogas, trata de personas, tráfico de órganos) a ellos vinculados, necesariamente provoca la
devastación de los pueblos donde este libertinaje tiene lugar (Medio Oriente, África,
América Latina, Asia). Territorios destruidos, poblaciones expulsadas y
masacradas es el saldo de la danza libertina del capital financiero y sus corporaciones
transnacionales. Destruyen los territorios de los pueblos otros y no pueden sino provocar su
salida forzosa hacia los centros del
capital, esa es la causa de la migración de millones de seres humanos que busca
refugio por la violencia económica, política, social y ambiental que el libertinaje
capitalista causa. Esto explica la ola masiva de refugiados que invaden Europa
y Estados Unidos.
La integración dentro de las coordenadas del capitalismo solo puede
conducir a la destrucción humana más violenta.
La globalización en sí misma no es positiva para la humanidad, depende
cual es la clave de su dirección, igual puede haber una globalización que
destruya lo humano en función de la acumulación de capital que una globalización
que busca mayores niveles de humanización, a partir de organizar la vida por
fuera del fantasma del progreso ligado al crecimiento económico imparable, al
desarrollo destructor y al consumismo obsesivo, cuyo núcleo de articulación es
la ley del valor.
La globalización neo-ordoneoliberal está dirigida y gobernada por las
corporaciones transnacionales
financieras (FMI, Banco Mundial, Banco Central Europeo, etc.) que han hecho colapsar sus propias formas jurídico-políticas
como el Estado Nacional y las nnidades políticas continentales como la Unión
Europea. Así, el fracaso de la Unión Europea se encuentra en su núcleo económico articulador. La lógica
de valorización del valor tiene la capacidad de destruir todo relato humano, sea
éste de orden político, jurídico o ideológico. En este sentido, la disyuntiva
que se presenta en la Europa pos Brexit entre globalización y nacionalismo es
falsa, las dos salidas son formas de la
acumulación de capital. Así, la alternativa al libertinaje de la globalización
capitalista no es el fundamentalismo nacionalista.
Sobre lo acontecido
en nuestro continente, sin lugar a dudas la firma de la paz en Colombia es un
hecho de celebración no solo para el país vecino, sino para toda la región
latinoamericana. La guerra en Colombia destruyó a sus pueblos y sirvió para el lucro de los negociantes
de armas y otros negocios ilícitos, lo cual desvirtuaba las razones históricas
y sociales de la lucha revolucionaria. Sin embargo, es necesario entender que
la firma que acuerda el fin del conflicto, que de hecho es un gran avance
histórico, no elimina las razones de la
lucha de los pueblos ni los conflictos e inequidades sociales que las justifican, como
tampoco significa que la paz se conquista con una firma. Es necesario tener
presente que los actores del conflicto colombiano no son únicamente el Estado y
la FARC, sino que hay otros como las organizaciones paramilitares,
organizaciones criminales ligadas al narcotráfico, corporaciones capitalistas
de corte mafioso, etc. que no son parte del proceso de paz y que por lo tanto
seguirán operando bélicamente.
Si no hay un proceso que garantice la reinserción
social y política de los desmovilizados, que mejore las condiciones de vida de
las poblaciones de las zonas más afectadas por el conflicto, que promueva actividades productivas que sean
una real alternativa para los campesinos, que respete a las comunidades indígenas y a sus
territorios, la afirma de la paz solo puede ser el fin del conflicto insurgente
y la ampliación de un conflicto de mayores dimensiones de carácter criminal,
como lamentablemente sucedió en Centro América.
Aún más lamentables
sería, y estos es lo que conecta los dos hechos, que la firma de la paz sea la posibilidad de
que los negocios más salvajes del capital financiero transnacional entren sin
ningún problema a ocupar los territorios que antes por el conflicto no podía asaltar.
Es curioso como muchas corporaciones nacionales y transnacionales ya están
posando sus ojos en los territorios del conflicto colombiano y calculando las
ganancias que de ellos podrán obtener. No hay que perder de vista que los
negocios lícitos e ilícitos del movimiento del capital tienen consecuencias muy
parecidas: despojo, apropiación, exclusión, expulsión, migración forzada, daño
ambiental, etc. Tampoco hay que perder de vista que los acuerdos comerciales
conocidos en nuestro continente han traído destrucción, tanto para las poblaciones
indígenas y campesinas de nuestros países como para la clase obrera de los países centrales, como muestra el caso mexicano.
Los conflictos
armados en América latina surgieron como una respuesta a la violencia
estructural del capital en las periferias. La historia de Latinoamérica está
marcada por la devastación de sus
pueblos y territorios, debido a la violencia capitalista en todas sus fases de
acumulación. Una de las más virulentas ha sido, sin lugar a duda, la neoliberal
traída por la globalización, cuyo centro de operaciones se sitúa en las
distintas troikas domiciliadas en las metrópolis. Es la devastación del capital
en su era de la globalización lo que conecta el acuerdo de paz en Colombia y el
resultado del referéndum en Inglaterra.
Tanto en las
periferias como en los centros hay los defensores acérrimos de la globalización neoliberal que buscan hacer sus negocios vía tratados de
libre comercio y los defensores acérrimos del nacionalismo conservador de corte
facistoide, dos maneras de entender la acumulación de capital que no son de ninguna forma una salida humanizada para la humanidad.
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