Rafael contigo, la razón histórica mediante, nunca más
La
década de la Revolución ciudadana está por concluir y con ella el poder centralizado
en Alianza PAIS, desde el que se impuso consensos forzados para la modernización
capitalista, que, además, se la ejecutó en clave conservadora. En esto el
proyecto de la revolución ciudadana no se diferencia de la tradición gubernamental
que ha caracterizado la historia política de este país.
El
autoritarismo del gobierno de Alianza PAIS es expresión de su debilidad
ideológica, la misma que le impidió durante estos 10 años gobernar en atención
a un proyecto político coherente, desde el cual y con el cual implementar las
políticas económicas necesarias para asentar las bases de una transformación
social. La debilidad ideológica de PAIS
hizo imposible superar el déficit de hegemonía de los grupos de poder y
lamentablemente también de los sectores y movimiento sociales que apoyaron al inicio
el proceso de la Revolución ciudadana. Diez años después el país se encuentra
sin proyectos políticos claros ni de la derecha ni de la izquierda y, por lo
tanto, listo para que se imponga la política económica del capital
internacional sin mediaciones nacionales. El desorden y la violencia de la
acumulación de capital mundial, hoy con claras formas criminales, como buitre
espera la descomposición del cadáver progresista.
La recuperación del
Estado centralizado que impulsó y
publicitó Alianza PAIS, no pudo ser sino autoritaria, no así hegemónica. La criminalización
de la protesta social, la persecución y hostigamiento a la comunicación, el nuevo
COIP, etc., muestra con claridad que no logaron hegemonía. Así también
reprodujeron viejas y continuas prácticas del poder autoritario que ha
caracterizado la historia del país; como el clientelismo social y político con
el cual Alianza PAIS obtuvo apoyo económico de ciertos grupos beneficiados
por su gobierno y apoyo electoral de amplios sectores empobrecidos de la
población a través, por ejemplo, de los bonos de la pobreza.
La práctica
clientelar de los gobiernos autoritarios está acompañada necesariamente de corrupción
y nepotismo. Es de dominio público los sistemas de parentesco presentes en la
función pública y en los negocios estatales, basta mencionar el último
escándalo de corrupción ligado a los negocios petroleros de la larga lista que
se visibilizó con el caso del “Gran Hermano”. Estas detestables prácticas
políticas son propias de la configuración interna del poder autoritario del
Estado que se fortaleció en esta década.
Particularmente
en estos diez años de bonanza petrolera, la obscena tradición de la forma de
realizar el reparto de los ingresos no así de la riqueza ha fomentado la tendencia
autoritaria del gobierno. El caudillo asume el rol de padre o dueño de la
hacienda, el pozo o la mina y decide hacer el reparto según su criterio, no en
atención a un proyecto con una clara definición ideológica de sus objetivos
sociales. A esto se sumó la demanda de ciertos sectores empresariales y
tecnocráticos, beneficiarios de la intentona modernizadora de PAIS, para que el
gobierno de soluciones autoritarias a sus requerimientos (sanción y control a
la comunicación, cierre de escuelas comunitarias, criminalización de cierta
producción campesina a través de las exigencias fitosanitarias, criminalización de la
resistencia al extractivismo, reforma universitaria de corte empresarial, etc.) A nombre de la revolución
ciudadana se convencieron que el autoritarismo correísta era necesario para
poner al país en orden y dar estabilidad
política. Así, los diez años de correísmo
han significado la sistemática persecución a toda actividad política disidente,
sobre todo popular, pues se la considera una amenaza para el orden “revolucionario”
dominante.
La Revolución
ciudadana durante diez años concentró el poder a favor no de la transformación
social, sino del régimen correísta y su racionalidad populista, tecnocrática y
autoritaria. Al finalizar estos diez años solo queda decir Rafael contigo nunca
más, lo que no significa de ninguna manera que los viejos representantes
neoliberales sean ni de lejos la opción. Al fin y al cabo unos y otros trabajan
para la misma causa.
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