lunes, 13 de junio de 2016

El caudillismo en la década de la Revolución Ciudadana





Lamentablemente, y se justifica utilizar este juicio de valor, el caudillismo es parte indiscutible de la historia política de América latina y específicamente del Ecuador. Si algo caracteriza la vida política en el subcontinente es el recurso caudillista de sus gobiernos, el mismo que subsiste a lo largo de la historia  adecuándose a cada época.

La última cara del caudillismo en el continente bien se la podría denominar caudillismo progresista. Esta reciente versión caudillista, al mismo tiempo que está preñada de sus fundamentales tipos  se adecua a los tiempos actuales y se caracteriza por lo siguiente:


1.                  La instrumentalización y manipulación ideológica del discurso de la izquierda, que consiguió durante una década  explotar  y pervertir  el sentimiento  de transformación social de la población y sus símbolos.

2.                  El liderazgo absoluta y violentamente machista del jefe de gobierno, justificado en la revolución. Muchos correístas han acentuado el carácter “fuerte” del Presidente como algo necesario para “transformar” el país. Según dicen, su capacidad de mando y decisión, poco o nada democrática, no es un rasgo del  caudillo machista, sino de un “revolucionario”.

El caudillo progresista  se caracteriza por ser el profeta de la modernización, para lo cual requiere tener fe en el progreso capitalista (extractivismo, megas infraestructuras, financiarización de la economía,  agroindustria, capitalismo cognitivo,  etc.), entusiasmo en los nuevos negocios de las corporaciones globales y cierta dosis de violencia para llevar adelante su fe y su entusiasmo. En esta empresa modernizadora, el caudillo progresista no puede tener ninguna duda intelectual, pues requiere la ciega certeza de sus “verdades” para proclamar sin titubeos las vigorosas y necias  afirmaciones que se exige a todo guía de masas (la revolución avanza, la patria ya es de todos, el pasado no volverá, etc.).  La sociedad es para el caudillo progresista una masa acrítica, no  una persona, una organización, un movimiento políticamente autónomo, sino un soldado, una  pieza, un ejército en su proyecto modernizador.

Similar a sus pares europeos, el caudillo progresista echa mano de la retórica del despotismo ilustrado y acude al lugar común de: “todo para el pueblo”, “al servicio del pueblo”, pueblo que ha sido por su misma referencia vacía despojado de su historia, de su política y de su existencia concreta.  Lo anterior sin contar con la política de criminalización de la resistencia de los pueblos llevada adelante por el líder  del pueblo y por su absoluta exclusión del ejercicio gubernamental.  Al parecer,  son las enseñanzas del líder franquista José Antonio  Primo de Rivera las  que guía la  política del caudillo progresista, en aquel conocimiento que reza:    

«Ser jefe, triunfar y decir al día siguiente a la masa: "Sé tú la que mande; estoy para obedecerte", es evadir de un modo cobarde la gloriosa pesadumbre del mando. El jefe no debe obedecer al pueblo; debe servirle, que es cosa distinta; servirle es ordenar el ejercicio del mando hacia el bien del pueblo, procurando el bien del pueblo regido, aunque el pueblo mismo desconozca cuál es su deber; es decir, sentirse acorde con el destino histórico popular, aunque se disienta de lo que la masa apetece

El caudillo progresista igual que su tipo ideal recurre al plural mayestático. Así, por ejemplo,  el presidente Correa repite sin descanso: “Somos más muchos más”. Se refiere a sí mismo a través del uso de la primera persona del plural “somos”, en sustitución de “soy”, de tal modo hace su deseo enajenado el deseo de todos, proyecta su aspiración  personal de progreso capitalista  a toda la sociedad.  

Otro rasgo característico del caudillismo tipo, que se recicla en el caudillo progresista,  es dejar sentado que la jefatura o liderazgo que éste asume está saturada de misticismo y resignación, en la medida en que el liderazgo aparece para el líder como una carga  que éste tienen que llevarla con humildad y resignación,  ya que es una responsabilidad que no puede evadirla. Así, por ejemplo, Correa en declaraciones ha dicho: “En caso de ser necesario, ahí  estaremos, pero en lo personal lo que menos me interesa es la reelección”; “Si yo estuviera aquí por ambiciones personales, mejor me voy a la casa porque es una motivación ilegitima. Aquí estamos para servir a nuestro pueblo, para dejar a las futuras generaciones un país mejor que el que recibimos”  “Jamás he buscado ser importante, sí he buscado ser útil sobre todo a mi patria”, etc. Comparemos las declaraciones hechas por Correa con las hechas por el  líder del franquismo español  J. A. Primo de Rivera: Por eso hay que entender la jefatura humildemente, como puesto de servicio; pero por eso, pase lo que pase, no se puede desertar ni por impaciencia, ni por desaliento, ni por cobardía”.

Resulta ser que el poder  y sus privilegios terminan por ser la “suprema carga”, que el líder acepta con resignación y por cuyo sacrificio hay que agradecerle. A su vez, el reconocimiento y agradecimiento  que el caudillo progresista exige de “su pueblo” está relacionado con su profundo desprecio a la voluntad real de los pueblos, el mismo que está encubierto por el paternalismo colonial, oligárquico y racista que considera a los pueblos históricos y sobre todo a los ancestrales  incapaces de reconocer sus intereses, sus aspiraciones, sus luchas, su historia, su cultura.  Sobre la base de esta ideología del poder caudillista, los pueblos no tiene más opción que seguir ciegamente al líder progresista por el camino del progreso moderno capitalista  

En definitiva el caudillismo progresista y particularmente el caudillo Correa no pasa de ser uno más en la triste lista de caudillos conservadores de América Latina que han condenado a este continente a los márgenes de la historia moderna, al contrario de acompañarla en la construcción de su propio destino histórico. 

No hay duda de que esta es una década no solamente perdida, sino desperdiciada.   

Referencias

Tapia, Alberto, Aproximación a la teoría del caudillaje en Francisco Javier Conde por Alberto Reig Tapia.

El Ciudadano 



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