De Keynes a Friedman en tiempo record
Muchos analistas económicos
críticos han expuesto el péndulo entre el liberalismo y el estatismo
económicos, que no solo explica sino que garantiza el proceso de valorización de capital en los últimos, casi,
150 Años. Épocas de austeridad seguidas
y antecedentes de épocas de gasto e
inversión. Las primeras regidas por la ideología del libre mercado (liberalismo
económico) desde Smith a Friedman y las segundas regidas por la ideología de la
regulación estatal (estatismo económico) desde Keynes a Stiglitz.
Cada uno de estos periodos de
organización económica ha sido dirigido por gobiernos identificados con cada
una de estas escuelas. En la última década tenemos ejemplos claros de gobiernos
Keynesianos como fue el de Franklin Roosevelt
en Estados Unidos, perteneciente al Partido Demócrata. Como se conoce
Roosevelt tras la crisis de 1929 apostó por la política conocida como New Deal
o Nuevo Tratado. Su política económica
consistió, siguiendo las recomendaciones de Keynes, en estimular el gasto
público a través de la inversión en infraestructura (hidroeléctricas,
carreteras, puertos, aeropuertos, escuelas, universidades, etc.) para
modernizar la sociedad, exactamente como lo han hecho los llamados gobiernos
progresistas, tras la crisis del neoliberalismo de las dos últimas décadas del
Siglo XX.
Como ya es conocido, la política
económica keynesiana no resuelve las crisis económicas generadas por la ley de
la baja en la tasa de ganancia, aunque si las amortigua; menos aún es una alternativa
al patrón de acumulación capitalista, ya que es parte de él. Sin embargo, al
ser una política económica que estimula el gasto fiscal en inversión y consumo tienen
éxito en el plano social, y es justamente este éxito lo que funciona como
amortiguamiento de la crisis. Además de lo dicho, la política keynesiana aplicada en Estados
Unidos permitió recuperar la credibilidad
en la democracia occidental debilitada por el avance del socialismo y por la gran depresión de los 30 provocada por el liberalismo
económico. El Keynesianismo se aplicó en gran parte de occidente básicamente
desde mediados de los años 40 hasta los
años 70 del siglo XX, época en que entró en crisis y fue paulatinamente
sustituido por el retorno del liberalismo.
La época que duró el Keynesianismo sirvió para sostener el capitalismo y
generar la idea de que es posible vivir bien en él.
El golpe de estado militar que
derrotó al gobierno de Allende en Chile e impuso al dictador Pinochet inauguró el retorno del liberalismo
económico radicalizado, que se lo conocería más tarde como neoliberalismo. El
gran ideólogo liberal, Milton Friedman, líder máximo de la Escuela de Chicago
defendió la libertad individual y las bondades del libre mercado frente a la regulación
keynesiana. En el marco de su ideología liberal promulgo la creación de los
bonos, particularmente del bono educativo para incentivar la demanda educativa,
la flexibilización de los precios, las desregulaciones económicas y las privatizaciones
de las empresas públicas, el sistema de pensiones individualizadas con lo cual
se debilitaba la seguridad social de fundamento solidario, de hecho defendía la
abolición de la seguridad social, los impuestos al gasto y nos a los ingresos,
en función de estimular el ahorro, etc.
La liberación económica y el
libre mercado fueron las recetas de Friedman para “curar” los efectos de la “crisis
económica” provocada por la centralización y control político estatal de cuño keynesiano.
Con el ensayo chileno, Reagan y Thatcher impulsaron la aplicación de la receta
(neo) liberal en todo el mundo occidental, con efecto shock. Los gobiernos
neoliberales de América latina,
siguiendo la imposición del consenso de Washington la aplicaron las últimas décadas del siglo XX.
A veinte años y más de la
aplicación de la receta neoliberal de Friedman, en América latina la reducción
de la intervención estatal en lo económico y social, la perspectiva
tecnocrática y macroeconómica de gobierno, la apertura comercial, la privatización
de las empresas públicas, el congelamiento de salarios, etc., causaron el empobrecimiento
general de la sociedad, la agudización de las desigualdades por concentración
de riqueza, un mayor desempleo, inflación, aumento de la deuda externa, aumento
de la migración, etc. El neoliberalismo, al igual que el Keynesianismo había conducido
nuevamente a la “crisis” y así llegaba
al fin de su ciclo.
En este escenario, se
desenvolvieron intensas movilizaciones sociales en contra del neoliberalismo
que coadyuvaron a su “fin”. Al igual que en épocas pasadas, a la crisis del
liberalismo le siguió proyectos
estatistas, esta vez con los gobiernos
progresistas que para resolver la crisis provocada por el neoliberalismo se
acogieron y aplicaron nuevamente ciertas
recomendaciones de la política Keynesianas, política que permitió recuperar
la credibilidad de la sociedad latinoamericana en el Estado y su sistema
político, venido a menos por la aplicación de la política neoliberal desde los
años 80 del siglo pasado. Al igual que en su primera aplicación, la política keynesiana
o desarrollista salvó el capitalismo en la región y frenó las movilizaciones
sociales y sus proyectos transformadores.
Es importante aclarar que esta
nueva-vieja estrategia desarrollista aplicada por los progresismos nunca abandonó
del todo la receta liberal, su política económica y social expresó una hibridación
entre Keynes y Friedman, que al cabo de
10 años se han inclinado hacia el líder de los Chicago Boys. Si bien los
progresismos fortalecieron el Estado y con él, el gasto público que impulsó la
inversión básicamente en infraestructura,
promovió la demanda y con ella el consumo, estableció algunas regulaciones al
comercio como la última hecha a las importaciones, etc. Desde el inicio el progresismo
correísta no abandonó la política de bonos de asistencia que focalizan el gasto
social, no desistió de los TLC solo cambió el horizonte de EEUU a UE, más allá
de los discurso ha mantenido la política primario exportadora ampliando la
frontera extractiva, extendió la flexibilización laboral al sector público,
planteó un sistema progresivo de impuestos en base a los ingresos individuales,
no plantearon una política sostenida de apolítica de fijación de precios, entre
otras cosas.
Hoy a las puertas de una nueva “crisis”
que pone fin al progresismo neo desarrollista, en el caso de Ecuador es el mismo
gobierno correista el que aplica la
doctrina del shock del ajuste liberal. Un
paquete de reformas a las leyes laborales, educativas, de la seguridad social está
listo para garantizar la desregulación favorables a los negocios y al mercado. Esta
caída estrepitosa y en tiempo record del gobierno progresista en las
recomendaciones liberales es absolutamente clara en dos de las últimas
declaraciones del presidente: 1) La primera referida a reducir el presupuesto
de universidades de posgrado y entregar un bono individual para que cada persona
escoja la universidad a la que quiere ir, es una clara receta friedmaniana que
motiva la competencia de las instituciones educativas, receta que de alguna manera se aplica desde el inicio
de este proceso con la reforma educativa y el examen de ingreso. 2) La segunda y más obscena es la declaración
donde sostiene que: ¿Por qué el gobierno central tiene que pagar
la atención de salud de los jubilados, la razón de ser del IESS?, cuando éstos, considerados por el presidente
como huesos, padecen de enfermedades
catastróficas que los jóvenes no tienen. Esta declaración expresa
nítida y cínicamente la ideología liberal más perversa.
Los ciclos del capital, liberalismo-estatismo, son cada vez más cortos.
En menos de 15 años América Latina pasa del neokeynesianismo progresista al neo-neoliberalismo
que se abre, en unos casos, con otro gobierno como la Argentina de Macri y, en
otros, con el mismo gobierno progresista como en el Ecuador de Correa. Lo
cierto es que el tiempo entre un periodo y otro es cada vez más corto y por lo
tanto la crisis no es una excepción sino la regla de
la acumulación de capital. Al final estatismo y liberalismo son garantía del sostenimiento del sistema capitalista, no
es casual que Keynes y Friedman, cada
uno en su época, fueron teóricos cuyo pensamiento
fundamentó la práctica de los Organismos Económicos Internacionales como FMI,
el Banco Mundial, la OMC, etc.
La pregunta necesaria es: ¿seguiremos atrapado en este círculo vicioso del capital?
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