Cinismo o estulticia
Acerca de la “inteligencia” correísta
No se si es producto de la crisis económica o que en crisis todo se
vuelve más bizarro, pero últimamente la intelectualidad correísta está haciendo
gala de su burda burocratización, por no decir otra cosa.
En la última sabatina, el presidente Correa, como ya es su costumbre ahoga
las conciencias con su abundante y nada pudoroso narcisismo y decide llamar a la
“Guerra Santa” de la era digital: “tuiteros queridos, pronto nos vamos a
reunir. La batalla también está en las redes, y es una batalla que tenemos que
ganar y vamos a ganar, compañeros, porque los honestos somos más, siempre vamos
a aclarar todas las mentiras, pero cuidado nos aturden con una mentira medio creíble.”
Inmediatamente, en la noche del mismo día, uno de sus twiteros más
queridos, el Economista Ecológico, Profesor Investigador de FLACSO, Fander
Falconí responde al llamado del cruzado
mayor y twitea: “Otra causa que genera
inequidad social: los ricos se casan entre sí y no distribuyen la riqueza.”
Es difícil responder a semejante idea, más de lo que ya ha sido
respondida por un sin número de twiteros en esta “Guerra Santa” en las redes
sociales. Uno se queda casi sin palabras cuando, quizás, el mayor
representantes de la intelectualidad correísta, reconocido incluso por muchos
de los opositores al Régimen, profiere semejante pensamiento, si así se puede llamar a este desatino.
Sin ningún pudor y ningún respeto por el pensamiento crítico, en
un posible intento de congraciarse con
el poder del cruzado verde -que no
lleva la cruz, sino su propia imagen autoengrandecida para imponerla a la sociedad en su guerra de conquista-
el intelectual correísta que está entre los “somos
más” busca aclarar todas las mentiras de los “herejes”, respecto a la
pobreza y quizá a la difícil situación económica que atraviesa el país. No se
le ocurre mejor argumento para explicar la inequidad social, producto de la
complejidad de un sistema económico mundial basado en la explotación del ser
humano y la naturaleza, que el hecho absolutamente obvio de que los matrimonios
reales nada tienen que ver con las telenovelas. No solo que descubre el agua
tibia al decir que los ricos se casan entre sí, sino que cree que esto explica
la inequidad, porque según su inteligencia si los ricos se casaran con pobres
se distribuiría la riqueza. Solo le faltó decir que “los ricos también lloran”.
Los teóricos de Frankfurt, que el intelectual correísta no parece
haber leído, en su maravillosa crítica cultural plantearon que una de las más
perversas estrategias de control ideológico del poder es hacer creer que la
pobreza y la riqueza es un asunto de mala o buena suerte. Así, los empobrecidos,
explotados y saqueados se conforman con su situación y rezan porque un golpe de buena suerte les saque de sus
desgracias, sea ganándose la lotería o mejor aun casándose con una persona rica.
Por
su parte, los ricos creen que son ricos porque la vida les ha sonreído o simplemente porque se lo merecen. De esta
manera, la desigualdad social producto de la explotación del trabajo se vuelve ontológica y su superación queda en
manos de la suerte, de las almas caritativas de los ricos, de los amores románticos
que sobrepasan las barreras de clase, como histriónicamente lo traducen los
culebrones mexicanos o venezolanos que parecen ser la fuente del pensamiento correísta.
Si al cruzado mayor se le
ocurre tomar en serio el brillante pensamiento de su primer intelectual y ejecutarlo, no nos sorprendamos que emita una
ley o decreto por la cual para distribuir la riqueza se obligue a los ricos a
casarse con los pobres. Sería una más las iniciativas correístas para salir de
la crisis económica en la que su inteligencia ayudó a hundirnos. Imagínense si
la transformación del mundo fuera un asunto de matrimonios entre ricos y pobres,
no, la imaginación no es tan decadente. Solo falta que en su vocación racista
digan que para dejar de ser subdesarrollados deberíamos casarnos con blancos.
Definitivamente el poder y su sumisión a él es la forma más rápida de
caer en una enajenación cómoda y hasta agradable, que no le impide al sujeto sujetado a él
hacer gala pública del cinismo más execrante o de la estulticia más impúdica. Parece ser un
hecho que los deleites que los privilegios del poder regalan y la abundancia de
riqueza que su sumisión trae ciega las mentes que algún día pensaron. Y cuando
la crisis económica amenaza la “Guerra Santa” del poder verde la demagogia galopante
parece descarrilarse y liquidar toda huella de sensatez de sus cruzados, dejando libre la
estupidización progresiva, la venta de los ideales al mejor postor o su retraimiento bajo pretextos pragmáticos.
Y por último, a propósito de la recomendación del presidente de que nos cuidemos que nos aturdan con una mentira medio creíble,
hay que decir que lo dicho por el Economista Ecológico Profesor Investigador de FLACSO, aunque no es
en absoluto creíble ni verosímil, si es de cuidado porque ciertamente que
ofende la inteligencia.
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