martes, 5 de enero de 2016

El destino de los caudillos y los pueblos que los siguen

En una maravillosa obra sobre el poder, titulada “La ruta antigua de los hombres perversos”,  René Girard reflexiona sobre el destino de los hombres en los que éste se ha encarnado.  Si bien hay mucha distancia histórica y cultural entre el escenario utilizado por el autor para su reflexión y el contexto socio político de América latina y particularmente del Ecuador, es posible pensar el caudillismo latinoamericano desde la ideas del filósofo y específicamente del último caudillo ecuatoriano: Rafael Correa


“No existe ninguna verdadera tragedia cuyo héroe no recorra la famosa “ruta” hasta el espanto final” (René Girard: 1989)

Toda estructura de poder requiere garantizar su permanencia y por lo tanto su reproducción, para lo cual utiliza la figura mítica del chivo expiatorio que en su sacrificio asegura que la estructura de poder se mantendrá intacta.

Sin desconocer la responsabilidad que la persona-caudillo tienen en el mal gobierno que protagonice, pues no puede ser de otra manera si se trata del poder en forma caudillista, es importante entender que la estructura de poder es mucho más y más compleja que la persona que la encarna. Si no es posible esta comprensión, la llamada época pos-progresismo y específicamente pos-correismo no serán nada más que el sacrificio del chivo expiatorio (caudillo en decadencia)  y su reemplazo por otro que sostenga la misma estructura de poder.

El ritual del sacrifico del chivo expiatorio que se da en sus momento de decadencia no hace sino confirmar el mito fundante que sostiene al sistema social que busca perpetuarse, y con él se garantiza la reproducción y permanencia de su estructura de poder. En el caso que se analiza, el sacrificio del caudillo, que va a fungir de chivo expiatorio, sea como asesinato físico (como sucedió con García Moreno o Eloy Alfaro) o sea como asesinato simbólico (como sucedió con Velasco Ibarra) lo que hace es confirmar el mito de la sociedad capitalista, así como su estructura de poder. 

El mito no es otro que la promesa capitalista ligada al progreso, desarrollo industrial, crecimiento económico y consumo y su estructura de poder es la que vivimos cada cierto tiempo como ejercicio democrático, esto es el proceso electoral en el cual lo único que se elige es el caudillo que va a administrar la sociedad  dada, nunca el tipo de sociedad y menos de civilización que se quiere.

El caudillo, sea éste Correa, Evo, Lula, Cristina, Chávez, o cualquier otro, encarnaron de forma total el poder político del capital en la región, lo que en la lógica de la ruta antigua de los hombres perversos supone dos tiempos. Un primer momento de glorificación del héroe o mesías que promete hacer realidad el mito de la modernidad capitalista en la región. Un segundo momento de caída y decadencia previa su sacrificio, en el que el mito se desvanece y el responsable es quien al principio fue su posibilidad.

En esta década y media de progresismos, el subcontinente asistió a la gloria de sus últimos  hombre perversos  (léase caudillo o chivos expiatorios) en la cual fueron adulados por la cohorte política y económica que aprovecharon de su figura amada  por la mayoría de los pueblos de sus países. En los próximos años asistiremos a su momento de decadencia, en el cual, así como los adularon los despreciaran, desprestigiaran y  odiaran hasta su espantoso final.  Lo probable es que todos estos hombre perversos terminen despreciados  y olvidados por sus pueblos, quizá no podrán sobrevivir al desprecio y afrontarán la insoportable muerte simbólica. Es posible que observando su destino ya escrito, en tanto que hombre perverso, Rafael Correa piense en hacer una retirada política muy estratégica cuando dejó, si así lo hace,  la contienda electoral del 2017, sin embargo lo seguro es que no escape a su destino.  

Al igual como Sóflocles pensó respecto a Edipo, según palabras de Girard: “Jugaba con fuego y los que juegan con fuego se queman. No soy yo quien tenga que salvarlo.” (René Girard: 1989) Se podría decir lo mismo ante el espantoso final del caudillo, sin embargo sin querer que éstos no paguen sus deudas con los pueblos y queden en la impunidad, “…esta indiferencia por la víctima como tal no tiene consecuencias morales. Impide que se deshaga el mito.(René Girard: 1989) De lo que se trata es entender que la estructura de poder de la sociedad capitalista se perpetúa en la medida en que se siga la ruta de los hombres perversos, en otras palabras quedar atrapados en el ciclo de reproducción del poder capitalista: salir de un caudillo para caer en otro, de un salvador en otro, buscando la realización del mito de la modernidad capitalista, cuya realización solo trae más miseria tras ciclos de ilusorio crecimiento económico.

Si no existiese el chivo expiatorio, es decir un héroe-caudillo cuyo destino es devenir en villano y así ser sacrificado para que la lógica capitalista que articula la sociedad moderna se reproduzca de forma infinita, en base a la reproducción del poder político burgués (elecciones periódicas que reafirman el sistema)  los pueblos podría ver que el problema fundamental no es el caudillo sino la estructura de poder político y económico que éste encarna. De lo contrario, ante la decadencia anunciada de los caudillos del progresismo latinoamericano, nos enfrentamos a que la elecciones próximas, como ya ocurrió en Argentina, cambie el caudillo para que nada en lo fundamental cambie.    

En este sentido, es claro que el caudillo latinoamericano cumple el papel de chivo expiatorio, absolutamente  necesario para que la sociedad capitalista, el poder burgués, siga  su reproducción como inexorable. Ante este panorama es urgente que no se sacrifique al caudillo, sin con esto querer de ninguna manera decir que no deban rendir cuentas y pagar por su complicidad con el poder real, sino que se debe acabar con ese poder económico y político que busca perpetuare a través del sacrificio de sus instrumentos y de sus rituales ideológicos.  El primer paso para resistir al poder real del capital es salir de la ruta de los hombres perversos, renunciar al mito del progreso y a la ritualidad política del mercado electoral.  


No tiene sentido que los pueblos se enreden y desgasten en buscar a un nuevo héroe-caudillo (sea una persona, un partido o un movimiento)  para las próximas elecciones, lo que urge es abandonar definitivamente el mito que articula el sistema económico capitalista, su estructura de poder burgués y sus sistema electoral, es decir abandonar definitivamente la oferta del progreso moderno asentado en el desarrollo industrial, el crecimiento económico y el consumismo mercantil. 


Referencias
Girarad, René, (1989)  La ruta antigua de los hombres perversos. Ed. Anagrama. Barcelona 

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