El
destino de los caudillos y los pueblos que los siguen
En una maravillosa obra
sobre el poder, titulada “La ruta antigua de los hombres perversos”, René Girard reflexiona sobre el destino de los
hombres en los que éste se ha encarnado.
Si bien hay mucha distancia histórica y cultural entre el escenario
utilizado por el autor para su reflexión y el contexto socio político de
América latina y particularmente del Ecuador, es posible pensar el caudillismo
latinoamericano desde la ideas del filósofo y específicamente del último
caudillo ecuatoriano: Rafael Correa
“No
existe ninguna verdadera tragedia cuyo héroe no recorra la famosa “ruta” hasta
el espanto final” (René Girard: 1989)
Toda estructura de
poder requiere garantizar su permanencia y por lo tanto su reproducción, para
lo cual utiliza la figura mítica del chivo expiatorio que en su sacrificio
asegura que la estructura de poder se mantendrá intacta.
Sin desconocer la
responsabilidad que la persona-caudillo tienen en el mal gobierno que
protagonice, pues no puede ser de otra manera si se trata del poder en forma caudillista,
es importante entender que la estructura de poder es mucho más y más compleja
que la persona que la encarna. Si no es posible esta comprensión, la llamada
época pos-progresismo y específicamente pos-correismo no serán nada más que el sacrificio
del chivo expiatorio (caudillo en decadencia) y su reemplazo por otro que sostenga la misma
estructura de poder.
El ritual del sacrifico
del chivo expiatorio que se da en sus momento de decadencia no hace sino
confirmar el mito fundante que sostiene al sistema social que busca perpetuarse,
y con él se garantiza la reproducción y permanencia de su estructura de poder. En
el caso que se analiza, el sacrificio del caudillo, que va a fungir de chivo
expiatorio, sea como asesinato físico (como sucedió con García Moreno o Eloy
Alfaro) o sea como asesinato simbólico (como sucedió con Velasco Ibarra) lo que
hace es confirmar el mito de la sociedad capitalista, así como su estructura de
poder.
El mito no es otro que
la promesa capitalista ligada al progreso, desarrollo industrial, crecimiento
económico y consumo y su estructura de poder es la que vivimos cada cierto
tiempo como ejercicio democrático, esto es el proceso electoral en el cual lo
único que se elige es el caudillo que va a administrar la sociedad dada, nunca el tipo de sociedad y menos de
civilización que se quiere.
El caudillo, sea éste Correa,
Evo, Lula, Cristina, Chávez, o cualquier otro, encarnaron de forma total el
poder político del capital en la región, lo que en la lógica de la ruta antigua de los hombres perversos
supone dos tiempos. Un primer momento de glorificación del héroe o mesías que promete
hacer realidad el mito de la modernidad capitalista en la región. Un segundo
momento de caída y decadencia previa su sacrificio, en el que el mito se
desvanece y el responsable es quien al principio fue su posibilidad.
En esta década y media
de progresismos, el subcontinente asistió a la gloria de sus últimos hombre perversos
(léase caudillo o chivos expiatorios) en
la cual fueron adulados por la cohorte política y económica que aprovecharon de
su figura amada por la mayoría de los
pueblos de sus países. En los próximos años asistiremos a su momento de
decadencia, en el cual, así como los adularon los despreciaran, desprestigiaran
y odiaran hasta su espantoso final. Lo probable
es que todos estos hombre perversos
terminen despreciados y olvidados por
sus pueblos, quizá no podrán sobrevivir al desprecio y afrontarán la insoportable
muerte simbólica. Es posible que observando su destino ya escrito, en tanto que
hombre perverso, Rafael Correa piense
en hacer una retirada política muy estratégica cuando dejó, si así lo hace, la contienda electoral del 2017, sin embargo lo
seguro es que no escape a su destino.
Al igual como Sóflocles
pensó respecto a Edipo, según palabras de Girard: “Jugaba con fuego y los que juegan con fuego se queman. No soy yo quien
tenga que salvarlo.” (René Girard: 1989) Se podría decir lo mismo ante el espantoso final del caudillo, sin embargo sin querer que éstos no
paguen sus deudas con los pueblos y queden en la impunidad, “…esta indiferencia por la víctima como tal
no tiene consecuencias morales. Impide que se deshaga el mito.(René Girard: 1989) De lo que se
trata es entender que la estructura de poder de la sociedad capitalista se
perpetúa en la medida en que se siga la
ruta de los hombres perversos, en otras palabras quedar atrapados en el
ciclo de reproducción del poder capitalista: salir de un caudillo para caer en
otro, de un salvador en otro, buscando la realización del mito de la modernidad
capitalista, cuya realización solo trae más miseria tras ciclos de ilusorio crecimiento
económico.
Si no existiese el
chivo expiatorio, es decir un héroe-caudillo
cuyo destino es devenir en villano y así ser sacrificado para que la lógica
capitalista que articula la sociedad moderna se reproduzca de forma infinita,
en base a la reproducción del poder político burgués (elecciones periódicas que
reafirman el sistema) los pueblos podría
ver que el problema fundamental no es el caudillo sino la estructura de poder político
y económico que éste encarna. De lo contrario, ante la decadencia anunciada de
los caudillos del progresismo latinoamericano, nos enfrentamos a que la
elecciones próximas, como ya ocurrió en Argentina, cambie el caudillo para que
nada en lo fundamental cambie.
En este sentido, es
claro que el caudillo latinoamericano cumple el papel de chivo expiatorio,
absolutamente necesario para que la
sociedad capitalista, el poder burgués, siga
su reproducción como inexorable. Ante este panorama es urgente que no se
sacrifique al caudillo, sin con esto querer de ninguna manera decir que no
deban rendir cuentas y pagar por su complicidad con el poder real, sino que se
debe acabar con ese poder económico y político que busca perpetuare a través
del sacrificio de sus instrumentos y de sus rituales ideológicos. El primer paso para resistir al poder real del
capital es salir de la ruta de los
hombres perversos, renunciar al mito del progreso y a la ritualidad política
del mercado electoral.
No tiene sentido que
los pueblos se enreden y desgasten en buscar a un nuevo héroe-caudillo (sea una persona, un partido o un movimiento) para las próximas elecciones, lo que urge es
abandonar definitivamente el mito que articula el sistema económico
capitalista, su estructura de poder burgués y sus sistema electoral, es decir abandonar definitivamente la oferta del progreso moderno asentado en el desarrollo industrial, el
crecimiento económico y el consumismo mercantil.
Referencias
Girarad, René, (1989) La ruta antigua de los hombres perversos. Ed. Anagrama. Barcelona
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