¿Qué hay detrás de las enmiendas?
Este territorio, nuestro
territorio social, político y económico,
nuestro rincón del mundo ha sido
una vez más ultrajado por la codicia de los negocios, la ambición del poder
político que la acompaña y la indecencia ética de los funcionarios estatales de
turno, que hacen posible las dos primeras.
Semejante atentado no podría sino dolernos e indignarnos, más aún cuando
cien sumisos siervos del poder,
respaldados en una obscena demostración de fuerza de los aparatos represivos
del Estado, arbitrariamente se adjudican el derecho ilegítimo de decidir
cambiar el acuerdo social; no para ampliar derechos, sino para restringir los logros de justicia
conquistados en décadas de lucha popular y dejar, así, en
indefensión a la sociedad frente al poder económico y político que paga
sus privilegios de caporales y traidores.
Las “enmiendas” que se aprobaron, en un acto de total indecencia
política, no solo que no amplían derechos como los correístas quieren hacernos
creer. Todo lo contrario, limitan conquistas populares que suponen mayor
justicia social y control político sobre el Estado y de alguna manera sobre el
capital por parte de una sociedad con poder de comunicarse, informarse,
consultarse, organizarse, movilizarse, resistir, fiscalizar. Las “enmiendas” son parte de un modelo de
poder de dominación que el correísmo ha
aplicado en el país durante sus años en la administración del Estado.
Pensadas las enmiendas al interior de un patrón de dominación, está
claro que restringir la capacidad de la sociedad de hacer consultas
populares sobre cualquier asunto,
deja al Estado y específicamente a los gobiernos de turno libres para imponer la política económica,
como por ejemplo la extractiva, que
beneficie a ciertos grupos nacionales e internacionales, sin barreras sociales.
En otras palabras, se ensancha la vía
para la devastación de la naturaleza y la desposesión de la riqueza social de
los pueblos, como claramente lo mostró el proceso Yasuní.
Plantear constitucionalmente que las Fuerzas Armadas tienen como
misión complementaria apoyar en la integridad del Estado de conformidad con la
Ley, establece la absoluta libertad para que cualquier gobierno de turno
decida que la resistencia popular a su política económica y social es una amenaza
a la integridad del Estado y lance la represión militar en contra de la
sociedad, con absoluta legalidad constitucional. Así garantiza eliminar los límites
que la lucha social pone a la avanzada
del capital en el País. Lo que se busca con esta enmienda, quizá la más
violenta, es militarizar el país en una suerte de imponer como norma el estado
de excepción y así mantener a la sociedad bajo amenaza militar constante. Hay
que tomar en cuenta que esta “enmienda” se completa con el ofrecimiento de que el
Estado garantiza el pago de las
pensiones jubilares de las FFAA y la Policía Nacional. Mientras el correísmo ha
establecido los pasos decisivos para la destrucción de la Seguridad Social, que
no lo pudieron hacer los neoliberales.
La “enmienda” que recorta las competencias de la Contraloría es sin
lugar a dudas la más indecente. Si
la Contraloría ya no va a controlar la
consecución de los objetivos de las Instituciones del Estado, ¿qué va a
hacer? La contadora de las cuentas que
ya se han ejecutado sin saber por qué? ¿A nombre de qué? ¿En relación a qué? ¿En atención a que
interés? ¿A qué política? ¿A qué objetivo?
Menos aún si esos objetivos responden a los intereses de la sociedad o a
intereses particulares o corporativos relacionados a los grupos de poder
político o económico. Se ha liberado las trabas a la impunidad más de lo que ya
ha existido en el país, o mejor dicho se norma constitucionalmente la misma.
Esta “enmienda” es muy coherente con la corrupción lógica
estructural que alimenta la circulación y acumulación de capital.
En lo que tienen que ver con la “enmienda” laboral, no puede estar más
nítida la política anti obrera del correísmo.
Las obreras y obreros del sector público estarán sujetos al Código
del Trabajo, con lo cual los empleados públicos no podrán realizar
contratos colectivos, instancia que les permitía gestionar sus derechos
laborales. Se les iguala a los trabajadores del sector privado, pero no para
ampliar sus derechos laborales sino para restringirlos como ya se restringieron
en el sector privado, lo cual es un claro retrocesos de las conquistas de los
trabajadores.
Por último, la “enmienda” que reza: La comunicación como un servicio
público se prestará a través de medios públicos, privados y comunitarios.
La comunicación más que una necesidad es fundamentalmente un derecho, referido
a la permanente humanización de los seres humanos, como seres de lenguaje. En
otras palabras, los seres humanos son tal en la medida de su capacidad
comunicativa, por la cual se ponen en común y por lo tanto logran
sociedad. La comunicación como servicio
público limita esta capacidad humana dentro de los fines de los servicios o
medios de comunicación, los mismos que
estarán sometidos a las disposiciones del Estado y específicamente de los funcionarios
gubernamentales de turno. No hay duda de
que lo que se intenta con esta “enmienda” es limitar la capacidad crítica de la
sociedad, a través de un control ideológico, vía tutela de la comunicación convertida
en servicio público.
Una sociedad que no se comunica o que se comunica dentro de parámetros
de control ideológico es una sociedad
silenciada y por lo tanto sometida al poder, sea este cual sea. Si ya la lógica
de la industria cultural silenció a la sociedad vía ideologización mercantil consumista,
el correismo quiere afianzar este silenciamiento vía ideologización estatal
autoritaria.
Definitivamente, el 3 de Diciembre se ha ratificado y profundizado un
patrón de dominación política que obviamente se enmarca en la economía
capitalista, con el cual se deja a la sociedad sin garantías para su resistencia
y lucha, sometida a la represión
constitucionalizada que ya se evidenció el mismo día. La mesa está tendida para cualquier gobierno antipopular, sea de
la izquierda falsificada correísta o de la derecha remozada para continuar el
despojo de la riqueza social y la represión en contra de los pueblos.
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