Slavoj Zizek y la sustracción religiosa: Un análisis del fracaso de los progresismos
Debemos aceptar la catástrofe como inevitable y, a continuación,
actuar para deshacer de forma retroactiva el destino que está “dictado por los
astros”
La
destrucción de las codificaciones básicas que ordenan la vida en común,
característica principal de toda crisis civilizatoria, abre la pregunta
fundamental por el sentido de la existencia humana. Toda época marcada por lo
que se ha llamado la orfandad de mundo obliga al ser humano a cuestionarse
acerca de ¿Quién es? ¿Qué puede esperar? ¿Qué puede hacer? El
pensamiento que pregunta es un pensamiento fecundo que interroga cuando nada
está dicho, cuando las certezas del mundo van desapareciendo, cuando los
horizontes epistemológicos se diluyen en su gastada facticidad.
Es
en este miserable y viscoso escenario capitalista -donde la realidad colapsa en
la hiperrealidad del capital financiero, donde el deseo es devorado por la
consumación perversa del placer mercantil, donde la ética se dispersa en egos
infinitesimales de consumidores obsesivos, donde el sentido es tragado por una
pesada significosidad mediática- en el cual y por el cual el
filósofo eslovenio Slavoj Zizek logra una sustracción cognitiva con la cual
abre el vacío previo al
acontecimiento del pensar crítico. Así, en este texto se intenta exponer las
tesis con la cuales el filósofo llega a la sustracción cognitiva y consigue provocar
la mínima diferencia desde donde pensar críticamente el resto de mundo en el que nos ha tocado vivir. Es importante aclarar
que, en razón de la no inscripción de la autora de este texto en la idea de la verdad como presupuesto óntico, el mismo
es una interpretación crítica del pensamiento del filósofo, lo que indica su necesaria historización y localización
desde un particular locus interpretativo.
Con
la aclaración hecha, el desarrollo del texto que se presenta se articula en
torno a la siguiente idea del autor pretexto de este diálogo:
En realidad, la paradoja radica en que, hoy en día, la ciencia
proporciona la seguridad ofrecida antaño por la religión y, en una curiosa
inversión, la religión es uno de los posibles lugares desde donde se puede
plantear dudas críticas acerca de la sociedad contemporánea ( es uno de los
“lugares de resistencia”, por decirlo, así). (Zizek; 2011:460
¿Sustraerse de qué?
No
se trata de sustraerse de las certezas del pensamiento moderno, ya que este no cuenta
con certezas y, en poco tiempo, no habrá siquiera pensamiento sin ellas. Quizá
la única certeza del resto de mundo
que nos queda es la facticidad mercantil que engulle todo pensamiento que
intente pensarla. Si “…la sustracción es
la “negación de la negación” (o la ‘negación determinada’); dicho de otro modo,
en lugar de negar-destruir directamente el poder imperante, permaneciendo
dentro de su ámbito, socava su propio terreno y crea un nuevo espacio
positivo.” (Zizek; 2011:419), de lo que hay que sustraerse es de la
hiperrealidad fáctica mercantil capitalista. Es necesario negar la negación de
la ideología capitalista materializada en el imperio del mercado, lo cual
supone socavar las coordenadas básicas de un sistema que se formó en la
objetivación-cosificación de la ley del valor, que, como sabiamente lo anotó
Marx, explica la negación de la humanidad concreta. Sustraerse del mercado
capitalista supone golpear al sistema en el “punto de su torsión sintomática”,
en otra palabras retirarse de la lógica mercantil, tanto como producción cuanto
como consumo. De no hacer esta retirada, el automatismo de la hiperrealidad
financiera abortará, como ya lo hace, cualquier intento de pensamiento, aún más el crítico.
Desde
otra perspectiva analítica, es pertinente decir que a la respuesta a la orfandad
de mundo no puede ser sumergirse en el resto
mercantil que el sistema ofrece a los huérfanos y náufragos. Todo lo
contrario, es necesario asumir la orfandad de forma absoluta, esto es, desarraigarse totalmente del sistema. En el
ámbito particular del pensamiento, hay que adoptar la ausencia de respuestas dadas y realizadas,
hay que agarrar como única posibilidad la pregunta, ella misma expresión única
de la sustracción. La pregunta que indaga sobre lo que no se indaga (los a priori
materializados y desvanecidos), es la pregunta que anota y golpea el punto de
la “torsión sintomática” del sistema. ¿Por qué creo en lo que creo?, ¿por qué
estoy haciendo lo que hago?, ¿por qué estoy produciendo lo que produzco?, ¿por
qué estoy consumiendo lo que consumo?. La
simple pregunta en estos tiempos de crisis y de nulas certezas profundiza nuestra
orfandad de mundo y permite sustraernos del resto
mercantil en el que se nos ha sumergido.
La simple pregunta despoja al mercado de su viscosa consistencia y abre
un espacio vacío que es su propia “torsión sintomática”, es decir nos ubica en
el núcleo duro del capitalismo, en el puro y descarnado valor, desde el cual podemos
pensar más allá de él.
La
pregunta logra un efecto de retroversión inverso. Al contrario de construir el
argumento que sostiene la realidad dada, digamos el a priori, destruye el
argumento y nos sitúa en el punto exacto del acontecimiento de la “sustracción”
capitalista (enajenación), por la cual el trabajo humano y con él la humanidad
misma fue convertida en mercancía. Este salto al pasado, allí donde tuvo lugar el
acontecimiento capitalista, nos coloca cara-a-cara con la modernidad en su fundamental
inconsistencia, inherente a su ideología económica. En otras palabras, nos
encontramos enfrentados a nuestra propia inconsistencia no solo civilizatoria,
sino humana, es allí donde, libres de la viscosidad mercantil, la pregunta por
quién somos, qué podemos esperar y que se puede hacer, cobra realidad.
La pregunta fundamental, como sustracción del campo hegemónico no solo del pensamiento sino del resto de realidad, interviene en el mismo campo y lo reduce a su oculta diferencia mínima (Zizek; 2011:421). La pregunta hiere el sistema al reducirlo a su síntoma, a su vacío estructural. La ley de valor explica la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía, el momento exacto en que el ser humano es despojado de su humanidad en tanto productor de mundo y condenado a la negatividad de su existencia, en función de la acumulación de capital. El trabajo muerto sobre el trabajo vivo, éste último convertido en pura energía laboral sustraída del hombre concreto de carne y hueso, quien termina convertido en un resto del proceso de valorización del valor. Un resto condenado a vagar por el mundo capitalista sin lugar, “la parte sin parte” que se hace presente como retorno de lo reprimido, cuando la pregunta perfora la fantasía mercantil.
¿Quién
soy? Puro vacío, valor puro, negatividad
absoluta, proletariado. No existo sino como la sombra ausente del capital y,
por lo tanto, en la desaparición del mismo solo tengo posibilidades de existir como
presencia. La sola pregunta que indaga sobre la existencia perfora la fantasía
capitalista, la misma que se formó para evitar la pregunta previa: ¿por qué
tengo que ser lo que el capital quiere que sea, ¿por qué tengo que ser
mercancía? ¿por qué tengo que actuar sin pensar? Cuando esta pregunta insiste en ser
pronunciada, el capital se histeriza al descubrirse inconsistente y solo le
queda desplomarse.
La falsa disyuntiva política
La
pregunta que perfora la fantasía capitalista y que nos ubica en el vacío previo
al nuevo acontecimiento político, puede bien conducirnos a otra falsa
contradicción en relación al camino que tendremos que recorrer para formar el
otro mundo posible. En los último 50 años el subcontinente experimentó: primero
el impulso desarrollista emprendido por las dictaduras militares y segundo la
contracción del desarrollo provocada por la aplicación de la política
neoliberal, ejecutada por las democracias liberales. Al finalizar este periodo
de desarrollo y contracción, funcional a las demandas de la acumulación
internacional de capital, muchos países del sub continente, entre ellos el
Ecuador, cayó en una profunda crisis política que puso en serio riesgo el
estado burgués. Esta crítica situación abrió en América latina la pregunta: ¿qué se debe esperar?
La
respuesta a la pregunta formulada vino con los proyectos progresistas, que
llegaron al gobierno con la promesa de transformar la sociedad, restaurando el
Estado. En el caso de Venezuela,
Nicaragua, Bolivia y el Ecuador se apuntaló la idea del Socialismo del Siglo
XXI, tesis que suponía: primero que el poder del Estado se conquistaría
mediante elecciones democráticas y segundo que la transformación de la sociedad
pasaba por restaurar y fortalecer el Estado. Sin lugar a dudas, este nuevo
socialismo marcó una distancia conceptual con la clásica teoría política
marxista-leninista, sobre todo en
aquello de conquistar el Estado por la vía revolucionaria; la idea que
la transformación social se hace fortaleciendo al Estado, es más bien cercana
al estalinismo o al keynesianismo. Se presentó así una falsa disyuntiva entre
una vía democrática (entendida como democracia electoral) y una vía
antidemocrática o dictatorial que sería la antigua visión leninista de la
revolución. Es falsa porque “La
‘dictadura’ no es lo opuesto de la democracia, sino el modo de funcionamiento
subyacente de la propia democracia.
(Zizek; 2011:422). Esta idea se explica por el hecho simple de que la forma del
Estado liberal democrático entraña una lógica
burguesa, así como la contradicción
insuperable entre la positividad de la burguesía y la negatividad del
proletariado. La verdadera lucha no se da sino en el terreno de la lucha, es la
disputa por definir el marco institucional/ marco procedimental, en esa guerra
el que asume las coordenadas existentes (forma-estado) es dictatorial,
independientemente del contenido de su proyecto político.
“Así, pues, es posible emplear el término ‘dictadura’ en el preciso sentido en que la democracia es también una forma de dictadura, es decir, una determinación puramente formal.” (Zizek; 2011:422) A lo que esta cita hace referencia con lo puramente formal es al Otro procedimental que regula la democracia burguesa para afirmarse por medio de la reproducción del Estado. Lo que se impone con la democracia burguesa son sus reglas de juego organizadas, legitimadas y garantizadas por los aparatos estatales, incluso, de ser necesario, con los represivos. Cuando los gobiernos progresistas decidieron transformar la sociedad asumiendo la vía democrática, es decir, electoral para conquistar el Estado y fortalecerlo, no solo que no iban a transformar nada, sino que asumían la dictadura como modo subyacente del Otro procedimental de la democracia burguesa.
La
única diferencia entre los gobiernos (democracia o dictaduras) burgueses se
encuentra en la manera en que gestionan o administran el capitalismo. “La democracia puede eliminar en mayor o
menor medida la violencia constituida pero no puede dejar de apoyarse en la
violencia constitutiva.” (Zizek; 2011:422) Los llamados gobiernos
democráticos sean éstos los neoliberales o progresistas pueden gestionar la
violencia constituida disminuyendo o no su intensidad, sin embargo los dos se
apoyan en la violencia constitutiva, es
decir en aquella que expresa el Otro procedimental (todo el aparato jurídico-normativo)
y en aquella que expresa los aparatos represivos del Estado (Fuerzas Armadas y
Policía). Las dictaduras (civiles o militares) simplemente gobiernan elevando
la intensidad de la violencia constitutiva del estado capitalista.
Responder
la pregunta ¿qué debemos esperar?, desde la teoría de la sustracción, exige
justamente sustraerse del Estado. El camino a recorrer para construir el otro
mundo posible tiene que intentar ir más allá de las coordenadas del sistema
capitalista, de su marco formal, de su
Estado. Pensar más allá del Estado nos coloca ante el hiato que nos separa, de
manera radical de la democracia burguesa y su dictadura procedimental que se presentan como
incuestionable. La dimensión dictatorial de la democracia política “…se vuelve palpable cuando la lucha se
convierte en el terreno de la propia lucha”. (Zizek; 2011:423) Dicho de
otra manera, cuando la lucha es por la configuración de las coordenadas básicas
de lo político y la política, se abre la real
contradicción, la brecha insalvable entre la positividad de la burguesía
y la negatividad del proletariado, la misma que pone en evidencia la
contradicción fundamental del capitalismo. En base a esta argumentación que
sostiene la teoría de la sustracción, Zizek plantea que el proletariado en la
medida en que “…designa la ‘parte de
ninguna parte’ que representa a la universalidad, la ‘dictadura del
proletariado’ es el poder de la universalidad en el que aquellos que son la
‘parte sin ninguna parte’ marcan la pauta.” (Zizek; 2011:424) Siendo el
proletariado resultado del proceso de sustracción del valor (conversión del
trabajo en mercancía) no poseen características positivas, su cualidad es ser
pura negatividad –vacío, universalidad-, razón por la que son la parte sin
ninguna parte. “Lo que da derecho a que
el proletariado ocupe esa posición es, en último término, una característica
negativa: todas las demás clases son (potencialmente) capaces de convertirse en
‘clase dirigente’, pero el proletariado solo puede lograrlo aboliéndose como
clase.” (Zizek; 2011:424), aboliendo el capitalismo.
El
proletariado dentro del marco del capitalista no puede representar los
intereses de su clase, como si lo hacen la burguesía o la pequeña burguesía
tecnocrática, pues no tiene características positivas que representar, a no ser
su no ser, no ser que no es representable.
El proletariado en tanto negatividad, parte sin
ninguna parte, si representa la posibilidad de, en su abolición, configurar otro marco político, un Otro
procedimental, que no es en absoluto conjugable con el vigente. Esto explica el
hecho de que el proletariado para abolirse tiene que sustraerse del Estado
burgués y su democracia representativa; movimiento en el que, al destruirse
como clase, destruye a la clase burguesa y sus instituciones. Al contrario el pueblo, amalgama de distintos grupos,
clase y subclases, en tanto tiene existencia positiva dentro del capitalismo,
políticamente no puede sustraerse del
Estado. Así, cuando el pueblo se
asigna para sí mismo una “tarea histórica” de transformación, lo que hace es
tomar el Estado para afirmarse; al estar compuesto de una amalgama de grupos, clase y
subclases es una de éstas, por lo general una fracción de una burguesía
incipiente o emergente, la que se separa y destaca del resto de grupos que
conforman el pueblo, gracias a un crecimiento acelerado que le permite organizarse como clase
dirigente. Ejemplo del mecanismo expuesto, en las líneas precedentes, fueron
los movimientos de liberación nacional y actualmente los autodenominados gobiernos
progresistas. Los últimos llegaron al Estado como resultado de un proceso popular
y, sin embargo, hoy son dirigidos por una nueva clase de una burguesía que
antes de su llegada al gobierno era embrionaria. Es posible también que la
dirección del proceso gubernamental la asuma un núcleo
político-ideológico-tecnocrático, que se auto-designa gobierno tutelar de todo
el pueblo, incluido los obreros, campesinos
e indígenas (como también es el caso de los gobierno progresistas que han
gobernado con una élite tecnocrática, lógica bien descrita por Marx como bonapartismo).
(Cfr. Zizek; 2011:424) Estos gobierno tutelares “…indefectiblemente, acaban dando lugar a un imperio (como sucedió con
los jacobinos y los bolcheviques).” (Somay cit. Por Zizek; 2011:424), o a
gobiernos autoritarios como los progresismos.
A este respecto, es crucial la posición del
proletariado y el “pueblo”: para decirlo al modo hegeliano, su oposición es la
oposición misma de la universalidad “verdadera” y la universalidad “falsa”. El
pueblo es inclusivo y el proletariado es exclusivo; el pueblo combate a los
intrusos, a los parásitos, a quienes son un parásito para su plena afirmación,
mientras que el proletariado lleva a cabo una lucha que divide al pueblo en su
propio núcleo. El pueblo quiere afirmarse mientras que el proletariado quiere
abolirse. (Zizek; 2011:425)
Después
de las gestas prerrevolucionarias que prácticamente echaron abajo, no gobiernos
sino el mismo Estado, en el punto preciso en que América latina debía asumir la
tarea histórica de transformación social, el proletariado dio un paso al costado para dejar en manos del pueblo la misión. El pueblo reunido, en el caso de Ecuador en
el movimiento Alianza País, incluyó a todos los que de una u otra manera encontraban
en el Estado una forma de su afirmación, sea ésta en lo político, ideológico,
económico, social o cultural. De lo que se trataba, entonces, no era de
destruir el Estado, menos autodestruirse como clase para así destruir a la
clase de la burguesía y con ella al capitalismo. Todo lo contrario, se
emprendió la reconstrucción y fortalecimiento del Estado y con él, el
fortalecimiento de la fracción de la burguesía que iba a asumir la dirección del
proceso, junto con la pequeña burguesía tecnocrática auto-designada como
gobierno tutelar. La afirmación del Estado y de su institucionalidad, sobre
todo la referente a la vigencia de la democracia representativa (de ahí tantas
elecciones ganadas en estos 9 años) es al mismo tiempo la afirmación de todos
los grupo y las fracciones de clase congregadas en Alianza País. Sin embrago,
la afirmación de los grupos en el gobierno y de la incipiente burguesía que
rápidamente creció en estos 9 años y se erigió como la nueva clase dirigente,
es también la afirmación del pueblo
que quiere afirmarse en la promesa de la modernidad, del progreso y del
crecimiento económico, y que combate a todo “intruso” o a quienes son un
peligro para su afirmación, que es la afirmación del sistema capitalista.
Aquella
idea fecunda de los momentos de insurgencia de los años 90s de mudar hacia más
allá de las coordenadas capitalista, fue abortada por la inclusión del pueblo al marco mercantil y su
afirmación como consumidores. La sustracción del capitalismo que exige la
sustracción del Estado y su desmonte no fue posible por la sumatoria de todo el
pueblo a la promesa capitalista.
Al
contrario, la sustracción proletaria
es en sí misma la intrusión de la negatividad en el orden positivo de la
política liberal, es decir la desviación en el marco del juego electoral
provocada por la parte que no tiene parte
en el mismo. La presencia del ausente exige que los presentes en presencia, es
decir, los que tienen lugar en la compleja red de representaciones políticas, sean
obligados a escuchar la voz del “más allá”, la voz del fantasma. Una voz que
por ser “más allá”, es la voz universal, pues no se enuncia desde ningún lugar en
la red de las representaciones, sino desde el no lugar que exige cambiar el
marco de coordenadas vigentes para tener lugar. “Nosotros la ‘nada’ con la que no se
cuenta en el orden – somos la humanidad, Todos, frente a quienes solo
representan sus privilegios e intereses particulares.” (Zizek; 2011:425) La
sustracción-intrusión del proletariado
reduce todo el orden democrático burgués a la mínima diferencia, a su verdadera
contradicción entre el cuerpo social estructurado por el Otro procedimental del
juego electoral, donde cada parte tiene su parte (partidos políticos,
movimientos políticos de las más distintas posiciones políticas pero unidos en
la creencia de la democracia representativa) y la parte de ninguna parte
que no tiene lugar, no solo en el juego electoral sino en el marco social
dominante. Es esta parte sin parte
sustraída del Estado la que, al incursionar en el campo político del que fue
excluida antes de ser incluida, provoca
su herida/desviación, a causa del principio vacío de universalidad, es decir, en
la medida en que no representa ningún interés particular dentro del cuerpo
social. Esta no representación se explica en razón de que la parte sin parte no tiene propiedad ni pertenencia, no tiene
espacio de afirmación posible, porque ella misma es pura negatividad, es el resto que quedo después del proceso de
simbolización moderno capitalista, y que circula como un fantasma por el Gran
Otro, hoy seriamente desgastado.
El
campo social organizado por la democracia representativa, democracia liberal,
dice del mecanismo por el cual la
sociedad pierde el su poder en el momento mismo en que lo ejerce a través del
sufragio universal. Cada elección
legitima la enajenación del poder político de la sociedad, misma que por
medio del voto lo entrega a un grupo (representante), que durante un periodo
asignado de tiempo será el administrador del Estado. Dicho de otro modo, las
elecciones burguesas no permiten modificar las coordenadas básicas del poder,
sino elegir que grupo gobernará dentro de ellas. Así, cuando se elige uno u
otro partido o movimiento electoral se elige por quien administrará el Estado
burgués, nunca por si se quiere o no el Estado y el orden de dominación que
éste expresa (régimen de propiedad capitalista). En definitiva, la democracia
representativa es la liquidación de la política o su conversión
antidemocrática, que por definición supone la despolitización de la sociedad,
para que ésta vuelva a la normalidad del trabajo y, así, se garantice la
reproducción del sistema.
La
sustracción política radical es aquella que al retirarse logra establecer la no
sustancialidad del campo social hegemónico, es decir su anclaje a un
determinado interés de grupo (burguesía) y, por lo tanto, descubra su
particularismo escondido detrás de la falsa universalidad del Estado Nacional.
En base al argumento expuesto, la sustracción nada tiene que ver con la
retirada hippie de la nueva era para suministrar mundos sin sacudir los
fundamentos del sistema dominante. La sustracción política es el acontecimiento
que se retira de juego de la democracia
liberal burguesa, se niega irrevocablemente a participar en procesos
electorales, sea como elegible o electores.
La parte sin parte, que
recorre el campo social hegemónico sin lugar donde asentarse y poder devenir
positividad, no tiene nada que ofrecer como proyecto político dentro de las
coordenadas dominantes, tampoco tiene nada que recibir, a no ser la
profundización de su no-ser como
humanidad despojada. Es posible que este debate permita entender porque los
movimientos de izquierda que llegaron al poder del Estado, en el proceso
marcado por los denominados gobiernos progresistas, no pudieron sino ajustarse
dentro de los límites impuestos por los ejes de la actual acumulación de
capital. La participación en los procesos electorales no hace sino confirmar el
orden dominante.
Otra
posibilidad de sustracción podría ser participar en el proceso electoral e
intentar llegar al poder del Estado para desde allí destruirlo, tesis leninista.
Sin embargo, los procesos del llamado Socialismo Real mostraron que, al
contrario de destruir el estado capitalista, el partido comunista se afirmó
como la nueva casta dirigente de los proceso de acumulación de capital
organizados desde el Estado. Actualmente, el caso emblemático de esta lógica es
la China “comunista”, con esta experiencia histórica se puede pensar que la
tesis de la toma del Estado, sea por vía revolucionaria, mucho más si es electoral, es una trampa que nos encierra en
la “jaula de oro”. La sustracción política es un proceso definitivamente
violento, no por el uso de armas, sino porque supone violentar los fundamentos
del sistema, dejando de creer en ellos, es algo así como dejar de creer en
Dios, para poder encontrar su núcleo vacío. La sustracción es una verdadera
explosión democrática pues, en la disolución de las certezas políticas, la
humanidad no puede sino asumir su libertad y, para escapar del terror que esto
implica, emprender la construcción de un nuevo orden político y/o
civilizatorio. Tratando de interpretar
el pensamiento político del Slavoj Zizek, voy a decir que el movimiento de la
sustracción es otro nombre de la “dictadura del proletariado” que a su vez
…es otra expresión para referirse a la violencia de la
propia explosión democrática. Por tanto, la dictadura del proletariado es el
nivel cero en que la diferencia entre el poder estatal legítimo e ilegítimo
queda en suspenso, o, dicho de otro modo, en que el poder del Estado es
ilegítimo.” (Zizek; 2011:425).
La
idea de que la sustracción no se haga con la toma del poder del Estado, sino
con la retirada “violenta” de su ámbito de influencia, ante todo aquel que
tiene que ver con los procesos electorales, conduce a establecer la necesidad
de repetir el acto ético del niño del cuento del Rey Desnudo, que desde su
terrorífica inocencia (propia de quienes no han asumido los códigos dominantes,
debido a su expulsión o no integración social) se atrevió a decir: “¡Pero si va desnudo!”. La idea de la
dictadura del proletariado puede ser leída en estos tiempos como el terror provocado
por el inocente. Así como el niño hizo evidente la desnudez del Rey, acto por
el cual puso en duda la autoridad real, así mismo la parte sin parte puede hacer evidente la insubstancialidad del
Estado Nacional y del Capital, simplemente negándose activamente a asumir que estas
“realidades” existen por fuera de nuestra creencia en ellas. Qué es la
democracia representativa sin representados? Qué es el Estado si ciudadanía
abstracta? Qué es el capital sin trabajadores asalariados? Qué es el mercado
capitalista sin consumidores mercantiles? ¿Qué es el Estado sin ciudadanía? Qué
es Dios sin sus criaturas? En ese
preciso momento es cuando se abre un paréntesis a-histórico que reduce la
democracia burguesa a su constitutiva contradicción, no se está aludiendo a
la democracia vs la dictadura como dos
realidades puestas en orillas distintas, sino la democracia en su fundamento
como dictadura burguesa, donde el Estado Nación expresa su particular e
histórica institución de dominación. Así, democracia burguesa es un oxímoron,
democracia burguesa es una dictadura de clase. (Cfr. Zizek; 2011:426)
Quiénes son la parte sin parte o el proletariado
Absolutamente
nadie que se sienta que tiene un lugar en el orden existente, sea éste físico,
psíquico, cultural, económico, político o ideológico, nadie que sienta que
puede afirmar su existencia dentro del marco mercantil capitalista. “…los desplazados que vagan libremente de un
lugar a otro, sin un trabajo o un hogar, pero también sin una idea cultural y
sexual, al margen del estado.” (Zizek; 2011:426) Yo aumentaría los que no
tienen partido, ni movimiento, los que no tienen privilegios, ni funciones, los
que no tienen trabajo porque nadie les compra, los que no producen ni consumen
mercantilmente, los que simplemente no quieren incluirse en el campo social
vigente o rechazan el lugar subordinado que se les quiere asignar. Son los sin lugar, los sin tierra, o los que
van a ser despojados de ella, los que se identifican con lo universal, es decir
con la necesidad/deseo de mudar hacia otro mundo. Los sin lugar están en el
tiempo sin tiempo, umbral previo al acontecimiento político radical. Es la disidencia
que no se sustrae a un rincón donde deja intacto el orden existente, sino que
lo tensa, lo mancha, lo enturbia, lo desvanece reduciéndole a su negatividad
constitutiva, allí donde no es posible la síntesis del progreso, del
desarrollo, del crecimiento económico, del Estado nacional.
La
humanidad que se han quedado sin partido porque ha sido purgada; que se ha
quedado sin nación porque ha sido desterrada; la que se ha quedado sin Estado porque ha sido criminalizada; la que se
ha quedado sin patrón porque ha sido despedida; la que se ha quedado sin mundo
porque ha sido expulsada; la que se ha quedado sin Dios porque ha sido
excomulgada, o la que simplemente decidió sustraerse de este resto mercantil de mundo putrefacto y
mostrar el crucial antagonismo entre los Incluidos y los Excluidos (Cfr. Zizek;
2011:426). Lo huérfanos materiales y/o simbólicos, las damnificadas, los
náufragos de la historia moderna, los que, por lo mismo, han sido enfrentados a
su sinthome, al abismo de su libertad
y obligados a ejercerla. La humanidad puesta en la frontera de su propia
posibilidad, de lo ¿qué puede hacer?
El grupo social de los privilegiados que, a causa de
la falta de un lugar determinado en el orden ‘privado’ de la jerarquía social
–o, dicho de otro modo, como una ‘parte de ninguna parte’ del cuerpo social- ,
representa directamente a la universalidad; solo la referencia a los Excluidos,
a los que moran en los huecos del espacio estatal, permite alcanzar la
auténtica universalidad. (Zizek;
2011:441)
Solo
la humanidad que experimenta su fundamental negatividad, en razón de su no inclusión, su expulsión o debido a que decidido retirarse del resto de mundo que naufraga, es la que
se pregunta ¿quién es? (debate sobre su ser a inventar) ¿qué puede esperar?
(debate acerca del horizonte ético que trazará) ¿qué puede hacer? (debate por
el ejercicio de su libertad). La humanidad tiene que enfrentar la auténtica
pregunta: “cómo nos obligan estas nuevas
condiciones a transformar y reinventar las propias nociones de libertad,
autonomía y responsabilidad ética.”
(Zizek; 2011, 448)
Cuando
la humanidad acepte y asuma como único destino la catástrofe civilizatoria, que
comprende lo social y lo “natural”, podrá proyectarse en esa imagen y adoptar
su punto de vista, sus inevitables consecuencias, e insertarlas
retroactivamente en su pasado -en el pasado donde emergieron las condiciones de
posibilidad que en su desarrollo condujeron a la historia humana al umbral de
su destrucción- de sus condiciones
contrafácticas (“si se hubiese hecho esto
y aquello ¡la catástrofe que ahora padecemos no hubiera sucedido!”) para
realizarlas en el presente (Cfr. Zizek;
2011: 473) Esta actitud que supone cambiar la percepción del tiempo lineal e
irreversible, que ha acompañado el progreso moderno, a una concepción circular
y reversible del tiempo es un imperativo para la parte de la humanidad hundida
en el paradigma moderno. Para la parte de la humanidad que siempre permaneció
en los márgenes de la historia moderna, la exigencia es negarse a entrar en la
vorágine del tiempo del progreso.
Tanto
la humanidad que tiene que salir del tiempo moderno, cuanto aquella que tiene
que negarse a entrar en él saben que nada es seguro cuando el mundo se
desvanece, la historia amenaza con desaparecer y la naturaleza (Dios) nos abandona, lo único
cierto es el terror que el espíritu humano experimenta ante su soledad cósmica
y ante el “abismo de nuestra libertad” que la orfandad abre. La humanidad
enfrentada al abismo de la posibilidad, de las posibilidades, de lo que “puedo
hacer” (Cfr. Zizek; 206:135) muda hacia su ser exterior en busca de un
territorio finito, un rincón del universo donde hospedarse. Cuando encuentra el
resguardo, si acaso lo encuentra, ya ha empezado su labor de tejer mundo y estructurar
su deseo para que la catástrofe sea real.
Bibliografía
Zizek,
Slavoj (2011), En Defensa de las Causas
Perdidas, Ed. Akal Cuestiones de Antagonismo, España.
Zizek,
Salvoj (2006), Visión de Paralaje,
Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina.
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