Palestina
Son ya tres semanas de la última y quizás más cruel invasión genocida
del estado sionista de Israel contra el pueblo de Palestina. Miles de imágenes,
cientos de análisis circulan por las redes de información refiriendo la
masacre, sin embargo, personalmente, creo que semejante barbarie humana no
resiste ninguna imagen distante, ningún análisis académico, teórico, ni político ni
aun los que cuestionan el terrorismo sionista,
menos aquellos que intentan cómplicemente ser “objetivos”. Cualquier referencia al padecimiento del
pueblo palestino que no se coloque sin explicación en defensa de Palestina se vuelve sin lugar a duda cómplice del
holocausto sionista, pues semejante atrocidad humana no resiste argumento
alguno, por tal motivo su condena total y absoluta no debe sostenerse en ningún
argumento, sino en la exigencia ética por la justicia.
Así, no es mi intención argumentar a favor de Palestina ni en contra de
Israel, imperativamente soy palestina,
porque soy humanidad que se humaniza, simplemente porque es un mandato de justicia. Sobre esta premisa
ética me permito, con todo el respeto que merece el sufrimiento del pueblo
palestino y sobre todo el de sus niños y niñas, condenar, con la fuerza no de
la razón sino de la ética, el crimen, la infamia, la crueldad obscena del poder
asesino que hoy, encarnado en el sionismo, avergüenza a la especie humana. Estar
con Palestina nos compromete con la justicia y nos obliga a realizarla
en cada acto de nuestra vida, pues cada uno de nuestros actos exige ser un acto
ético que ponga límite al poder asesino, que de manera infame e indigna está
asesinando al pueblo de Palestina.
Ante el genocidio perpetrado en Palestina, renuncio al análisis
académico, a la información massmediática, a las explicaciones políticas y a
toda la indiferencia retórica y estadística implícita en esos discursos. El
sufrimiento del pueblo de Palestina, expresado fundamentalmente en los rostros
de sus niños y niñas, me obliga a situarme cara-a-cara con su existencia
violada, la misma que me interpela por
justicia. Este cara-a-cara con el rostro que denuncia la injusticia y miseria
humana inscribe en mi cuerpo y en mi memoria la prohibición ética de olvidar
esta demencial crueldad del poder,
particularmente del sionismo fascista.
Así como no voy a olvidar el rostro palestino exigiendo justicia y
dignidad humanas, tampoco voy a olvidar la máscara cínica del poder inhumano de los sionistas y de todos aquellos
cómplices de su atrocidad.
Por último, asfixiada por esta impotencia indigna a la que el poder nos
condena al sitiarnos como espectadores de su crueldad, solo me queda pedir
perdón al pueblo de palestina y sobre a todo a sus niños y niñas, pedir perdón
por la estupidez humana que los flagela,
pedir perdón por la barbarie que sufren, pedir perdón esperando que nunca
perdonen la crueldad a la que han sido sometidos como pueblo y que su
padecimiento pueda alguna vez recibir justicia y hacer justicia. Así también estoy obligada éticamente a
agradecerles por su dignidad, por su justa resistencia, por su infinita
trascendencia humana que me solicita ser
más humana.
PERDÓN
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