La obscena transparencia de la psicosis gubernamental
Según dicen los psicólogos la
psicosis es una afección psíquica que se caracteriza por una alteración global
de la personalidad, acompañada de un trastorno grave del sentido de la realidad.
Existe también lo que se conoce como psicosis colectiva que supone estados de
miedo, angustia y obsesión irracional que experimenta un grupo de personas.
Si se observa el comportamiento
del grupo de la dirección política de A.P y particularmente del presidente, a
lo largo de su período de gobierno y especialmente en los dos últimos años,
muestran muchas de los signos de la psicosis. Especialmente clara es la pérdida
del sentido de la realidad. Casi toda la información oficial, mucha de la cual
la trasmiten directamente los más altos funcionarios del correismo, no se
corresponde con la realidad del país. Desde su representación psicótica, el
país vive una transformación revolucionaria que ha mejorado cualitativamente la
vida de la población en clave "primer mundo". "Tenemos las mejores carreteras,
los mejores puertos y aeropuertos, Yachay es una de las mejores
universidades, el mejor presidente, etc., etc.,……. eso sí, del mundo", repiten compulsivamente los funcionarios del
Régimen. Esta patología gubernamental
tocó límite cuanto ante la tragedia social provocada por el terremoto dijeron: “que no pasa nada, que todo está controlado
que, gracias a la revolución, la tragedia era menor”
Esta particular condición
psíquica de los militantes más influyentes de A.P. quizá responda a la tragedia
de una generación que soñaron nacer en el mundo desarrollado. De acuerdo a las épocas históricas registradas en el país, el presidente y muchos de sus
cercanos colaboradores pertenecen a una época y a una fracción de clase que experimentaron y padecieron el fracaso de los intentos
modernizadores que se ejecutan en el
país en la dictadura militar. Como ahora sucede con muchos jóvenes, Correa y varios de sus amigos que hoy le acompañan en la gestión gubernamental salieron
al exterior a realizar sus estudios de posgrado, con el sueño colonial de
prepararse en el mundo desarrollado, adquirir sus conocimientos de punta y
regresar al país a terminar la modernización que quedó frustrada a la llegada
del neoliberalismo.
La mayoría de los jóvenes que
salen a estudiar en la metrópoli van con el convencimiento de que son los
“mejores hijos de la patria”, pues no encuentra otra razón que explique que
sean los elegidos para adquirir el conocimiento científico en las tierras de su
concepción. Creo que desde que salen a semejante empresa van marcados por la
idea colonial de que siempre es mejor todo lo que acontece en el centro del
desarrollo moderno. Llegan, alucinan, se enamoran de las luces de la razón y
obviamente la mayoría no quieren volver al país subdesarrollado del cual
salieron. Sin embargo no queda de otra, las posibilidades de quedarse en el
centro y lograr funciones de dirección es casi nula. Con el dolor del alma les
toca regresar, sea porque no encuentran un trabajo relacionado con sus
estudios, sea porque tienen que devengar las becas con las que se fueron, o
simplemente porque no logran un lugar en el mundo de los “blancos”.
A su retorno, como diría Sartre, la
mayoría de ellos vuelven marcados con el sello candente de la cultura colonial.
No son más los que se fueron, han sido incubados por la idea del colonizador.
Desde el mismo momento que ponen sus pies en las tierras del sur, que ya no
reconocen, nada funciona. La intensa transparencia de neón que ilumina el mundo
de los blancos, y a la cual muy pronto se acostumbraron, ha desaparecido en una
tierra llena de claroscuros. No hay tecnología que agilice la vida, el tiempo se
ha detenido en algún lugar que casi no recuerdan, la velocidad de las
superautopistas desaparece en medio de
una existencia quebrada que parece haberse truncado entre el ideal del progreso
y la nostalgia campesina. Ante semejante panorama del “subdesarrollo” y en la
imposibilidad de dar la vuelta y no regresar más, asumen rápidamente el rol
auto establecido de modernizadores. Serán de cualquier manera los “salvadores de
la patria”, “sacarán al país del oscurantismo campesino en el que ha sido
atrapado”.
Tamaña responsabilidad les obliga
a buscar puestos de dirección política estatal, sea como tecnócratas, como
caudillos o pequeños colonizadores. Cuando tienen suerte de contar con altos
ingresos de venta de petróleo, como en el caso de los “revolucionarios verdes”,
su dolencia psicótica les lleva a apostar toda la riqueza nacional en sus
delirios primer mundistas. Como todo “nuevo rico” advenedizo y con poder, embarcan
al país, una vez más, en un sus ficciones modernizadoras destinadas al fracaso
seguro.
Cuando el delirio acaba, el país
ha perdido y los psicóticos han ganado. Es necesario pensar si es que el destino desado y posible para el país es el trazado por la colonización o quizá haya otros caminos que emprender, otras utopias que recuperar frente a la psicosis colonial.
Esa es la realidad
ResponderEliminarY el resumen del Informe de Correa... en las notas de TV de ayer noche corrobora su artículo
Muy bien.... siga adelante