La despedida vacía
En su último informe a la Nación, el presidente Rafael Correa no hizo
sino repetir el formato sabatino de sus discursos que durante estos ya casi 10 años
de gobierno se han vaciado de contenido, convirtiéndose en una fastidiosa retórica
que publicita el país de las maravillas, que solo parece existir en la cabeza del
primer funcionario del Estado ecuatoriano. Así, el presidente se despide del
pueblo ecuatoriano con un empobrecido discurso político.
Lejos queda la fuerza del discurso fundador con el que Rafael Correa empezó
su gobierno en el 2007 y que creó tanta expectativa y apoyo del pueblo
ecuatoriano. Casi una década después solo queda la hojarasca del discurso fundador. Los recursos discursivos
utilizados por el poder, que en un momento le sirvieron para posicionar su
proyecto político (maniqueísmo,
construcción del enemigo o chivo expiatorio, construcción de la verdad y del
sujeto de la misma, creación del ritual de emisión, etc., etc.,) ya no le funcionan.
Ya nadie cree, a no ser los militantes más cercanos de su Movimiento,
que el país esté dividido entre “los buenos revolucionarios verdes” y “los malos antirrevolucionarios”, donde se
incluye a todas las organizaciones sociales o personas que disiente de su
política. Este peregrino maniqueísmo no tiene el menor efecto cuando en su
movimiento están los “malos” y los “buenos”, cuando sus políticas económicas y
su forma de gobierno no puede ser más inequitativas y autoritarias. Ya no hay
larga noche neoliberal en el momento en que su Ley Solidaria asume mandatos
neoliberales. Ni el más empobrecido maniqueísmo aguanta semejante confusión
ideológica del Movimiento Alianza País.
Difícil le resulta construir el enemigo que funcione como el chivo expiatorio a ser
sacrificado para que todo vuelva a la normalidad, cuando el “mal” está dentro de su propio movimiento. No
es fácil tapar toda la corrupción económica y política que se denuncia dentro de su militancia, sobre
todo cuando ésta atraviesa a figuras como el Fiscal General o funcionarios como
Alex Bravo que, aunque no quieran
reconocer, es cercano al círculo de poder más próximo al primer mandatario y
sobre todo a proyectos importantes como la Refinería. El “enemigo” ya no está
fuera del movimiento PAIS está en su núcleo íntimo, está en su militancia que empieza a disputarse la herencia del caudillo.
No puede seguir manteniendo la
potestad sobre la verdad en un momento donde su credibilidad está por los suelos. Su palabra ya no tienen la fuerza
de la verdad que tenía cuando no había con que realidad contrastarla. Hoy su
palabra, casi una década después de que se presentó como promesa de
transformación social y por lo tanto verdad plena, no tiene ninguna
credibilidad. Hoy, hay como contrastar lo que el Presidente dice y afirma hasta
el cansancio (todo está bien, hemos sido
el mejor Gobierno de la historia del Ecuador, no se pudo manejar mejor la
crisis económica mundial, bla, bla, bla…..) con una realidad efectiva que la
niega. Así, la palabra del presidente cae
en el absurdo que, a diferencia de otras palabras absurdas en otros escenarios,
no produce risa sino indignación.
Ya no es más él, el sujeto de la verdad y ni siquiera del discurso. Más aún,
si se piensa bien ya no hay discurso, éste ha desaparecido en una oratoria simplona
y vacía. No hay discurso, pues ya no hay proyecto de transformación, solo ha
quedado un eco justificador de una revolución que nunca existió.
Ni discurso, ni proyecto, lo que escuchamos es una especie de monólogo psicótico que me recordó al
monólogo final del personaje de Hitchcock, Norman Bates, cuando habla
mentalmente con la voz de su madre en la comisaría, sobre todo en aquella parte:
Simplemente me voy a quedar acá
sentada sin abrir la boca, no vaya a ser que sospechen de mí. Es
probable que me estén observando… Bueno ¿y qué? Así sabrán qué clase de persona
soy. (se fija en una mosca que le camina por la mano) Ni siquiera voy a
aplastar a esta mosca… Espero que me estén mirando. Van a ver, van a ver
y van a comprender, y van a decir: “Pero si no le haría daño ni a una mosca…”
Foto: Nube de palabras del discurso del presidente Rafael Correa en el Informe a la Nación. Foto: Tagxedo / EL COMERCIO
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