Unidad: ¿con quién? y ¿para qué?
En la recta final de la
decadencia del progresismo correista, las organizaciones políticas desde la
vieja derecha remozada hasta la izquierda institucionalizada han entrado en un
proceso de conversaciones, “acuerdos”, “alianzas” en búsqueda de lo que llaman
la unidad para derrotar al correismo.
Si bien es cierto que en estos
diez años de gobierno, el correato que lo ha dirigido ha ejecutado una política
estatal de corte innegablemente autoritario y excluyente, que ha lesionado
derechos humanos como la libertad de expresión, de opinión, de comunicación; el
derecho a la libre asociación; el derecho a la protesta social, etc. También es
cierto que el correato ha implementado en el país un modelo económico
claramente funcional a las demandas de acumulación de capital en la región, que
ha beneficiado a los poderes económicos, nacionales y transnacionales. Modelo
económico que con las diferencias propias de los ciclos del capital no es sino
la continuidad en la lógica del poder que ha dominado a la sociedad
ecuatoriana.
Si además de tomar en cuenta la
lógica autoritaria, con cortes totalitarios del correato, la misma que ha sido
rechazada tanto por sectores de derecha, de centro y de izquierda, tomamos en
cuenta el modelo económico correista, tenemos otro escenario político.
Es claro que frente al
autoritarismo estatal del correato, que efectivamente ha limitado sino coartado
las libertades civiles, es necesario descorreizar el país para recuperar
espacios democráticos indispensables para la vida social y política. En esta
tarea, los sectores de derecha, que en este periodo se han visto afectados en
su posibilidad política, así como los sectores de centro y de izquierda, estos
últimos siempre más lesionados, coincidirán en la urgencia de descorreizar el
país. En vistas de este objetivo es posible que el centro y la izquierda puedan
conversar entendiendo la urgencia coyuntural que nos aqueja, incluso la derecha dependiendo
de sus intereses podría sumarse a las propuestas.
Sin embargo, hay que entender y
sobre todo no olvidar que las veces que la derecha ha sido gobierno, que es
realmente siempre, más allá de sus particularidades, debido a su origen
partidario y pequeñas diferencias político-ideológicas, han manejado el país de
manera autoritaria y en contra siempre de los sectores populares, como es obvio
de suponer. En este sentido, no por la experiencia con el correismo, dentro del
cual ciertamente dominó la derecha correista, vamos a pensar que la derecha
remozada va a respeta los derechos de los pueblos, sobre todo aquellos que
tienen que ver con la economía y la política. Quizá en un primer momento intente respetar
derechos, más aquellos de corte civil. Con
un poco de memoria histórica sabemos que la derecha, capitalista como es,
trabaja en función de sus intereses primero económicos, luego políticos y
culturales; y cuando se trata de defenderlos no duda en reprimir a los pueblos
de la manera que sea.
Si pensamos en el marco de la
apuesta económica, ahí sí que no es posible la unidad de la derecha y la
izquierda. A diferencia de lo que algunos sectores sostienen, que el momento del
país no es para pensar en ideologías de derecha e izquierda, sino que todos
tenemos que juntarnos para “salvar la patria”, la Conaie sostiene:
El Movimiento Indígena reconoce como únicos aliados históricos a todos los
sectores provenientes de las clase
populares: trabajadores, estudiantes, maestros y otros gremios que
conforman la base social popular del Ecuador con la cual hemos protagonizado
eventos históricos, manteniendo firme la unidad del campo y la ciudad frente a
los intereses de los gobiernos de turno, partidos políticos de derecha,
empresas nacionales y transnacionales, banqueros y otros por repartirse la
patria.
Declaración que desde mi punto de vista expresa un alto sentido de
comprensión y honestidad histórica que
trasciende las coyunturas electorales, en las cuales casi siempre son los
pueblos los que en el mejor de los casos quedan a un lado y en el peor son
destrozados, manipulados, y utilizados como estadísticas de voto. La Conaie
tiene claro que los intereses y las expectativas de los pueblos no solo que no
coinciden, sino que son contrarias a los intereses y expectativas de los grupos
de poder. Es obvio, los primeros buscan una
sociedad justa y equitativa que supone romper las relaciones de explotación y
opresión presentes en la economía y la política capitalista que los segundos
defienden, en la medida en que son sus beneficiarios. No hay forma de alianza,
a no ser que los grupos de poder renuncien a sus privilegios de clase (producción
extractivista y depredadora; acumulación y concentración de capital;
desarrollo, crecimiento y consumo destructivo, etc.) lo cual es una ficción moral, o que los
pueblos renuncien a su liberación y acepten la opresión y explotación.
La ideología de derecha y de izquierda
no es pues un asunto de ideas que pueden conjugarse o abandonarse; se trata de
que la primera está hecha orden económico y político mundial, está objetivada en
las relaciones de explotación a la naturaleza y al trabajador, de opresión a
las otredades, de exclusión a las diferencias; y la segunda es la posibilidad
de resistir los embates objetivos de la primera y proyectar otro mundo posible.
Se puede conversar con personas que se
adscriban a la ideología de derecha y quizás se pueda llegar a acuerdos
puntuales, cotidianos y coyunturales, pero no se puede llegar a una unidad política
con el dominador, no es posible, ya que la clase en el poder (la derecha) no es la suma de individuos, sino una relación
social que los pueblos la quieren destruir para ir construyendo una buena vida.
Ante el fin del correato y para
descorreizar el país no es necesario repetir lo que hizo el correismo: “juntar”
a la derecha y a la izquierda correista en un proyecto neopopulista al servicio
de la acumulación de capital, con las nefastas consecuencias que conocemos. Que
la vieja derecha vaya por su lado en su disputa con el correato, que la
izquierda de los pueblos y los pueblos dignos seguirán las jornadas por la
defensa de la democracia, la dignidad y
la vida para ir construyendo otro
mundo.
La unidad es para transformar o
intentar transformar el mundo en función de justicia y equidad, no para que los
grupos de poder se trepen en la lucha de los pueblos, la manipulen y la usen en
función de sus intereses económicos y políticos de grupos y partidos, como
están acostumbrados a hacerlo.
Si el centro quiere conversar que sea en base
a un proyecto político de transformación real, no para salvar los trates a los
mismos de siempre, para eso hay que empezar exigiendo que se fiscalice, se juzgue
y se castigue al gobierno correista y a los que
lo antecedieron, ahí se verá que muchos correistas son parte del pasado
derechoso que ha gobernado el país y que muchos de los actuales líderes de la
oposición no solo que estuvieron en el correismo, sino en los otros gobiernos antipopulares
responsables de las injusticias y las crisis de empobrecimiento y miseria de este país.
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