Por el único futuro posible. !Paremos el mundo!!
Con la claridad de que la lucha
por la equidad de género nada tiene que ver con una confrontación entre mujeres
y hombres, sino una lucha sin tregua contra una estructura social opresora y
violenta que expresa relaciones de inequidad
y desigualdad que perjudican a la vida de las
mujeres y por lo mismo a los hombres, creo que el destino de la humanidad
exige una perspectiva femenina de organización de la vida común.
La dominación masculina en el
momento actual de desarrollo del capitalismo más competitivo y depredador, es
sin duda eje articulador de la reproducción económica del capital. Es así la
relación entre el poder masculino dominante y la vida humana víctima de su
dominación, agresión, violencia y menosprecio la que organiza la totalidad de
la vida social. Ejemplos de esta relación son todas las parejas que articulan
el sistema imperante: El sujeto frente y sobre la naturaleza, el estado frente
y sobre la sociedad, el mercado frente y sobre la comunidad, el capital frente
y sobre la vida, el macho frente y sobre la mujer, etc. La dominación masculina
presente en estas relaciones, ejes estructuradores de la vida actual, es la que
explica: La destrucción de la naturaleza invadida, violentada y despedazada por
la humanidad convertida en el sujeto. El arrinconamiento, maltrato y
menosprecio de la sociedad por el poder vertical y autoritario del estado. La
desestructuración de la comunidad despojada, comprada, vendida y prostituida por
el agresivo mercantilismo. La innegable destrucción de la vida en todos sus
niveles, humanos y no humanos, por efecto de la obscena acumulación del
capital. La violencia cotidiana del macho que ultraja, hiere, chantajea,
humilla y asesina a las mujeres.
El sujeto, el estado, el mercado,
el capital y el macho son, sin equívoco, el signo y el síntoma más claro no
solo de la dominación masculina, sino, y por ello mismo, de la destrucción del
proyecto humano. Hay entonces en la dominación masculina una voluntad de poder
y de mando que es en sí misma una voluntad de destrucción y muerte, que en términos
de humanización afecta tanto al que la ejerce como a su víctima. La dominación
masculina como todo sistema de dominación destruye al dominador y a la dominada,
por lo tanto la emancipación de la víctima
supone la liberación del victimario, de su propia cárcel masculina. La víctima
por su parte tiene que liberarse de su identidad religiosa de objeto de caridad
y transitar a su identidad política, ser
creadora de su destino, que es el único
destino posible para la humanidad si ésta quiere tener algo más de tiempo en el
plante azul.
Es así, creo, que no hay otro
destino para la humanidad que no sea uno tejido por la imaginación y
sensibilidad femenina. Un mundo no propietario de la naturaleza, sino hospedado
en ella; un mundo organizado por la sociedad en sus más amplias, complejas,
heterogéneas, horizontales, recíprocas y solidarias interacciones humanas y no por
el estado centralizado y jerárquico; un mundo soportado y articulado por las
comunidades de vida en toda su diversidad, pluralidad y riqueza cultural y no
por la homogeneidad monótona y asfixiante del mercado; un mudo para que la vida
se despliegue y se diversifique en todas sus posibilidades humanas y no humanas
y no se extinga en la acumulación coprofílica y neocrofílica del capital; un mundo creado y
cuidado por las mujeres y los hombres y no desvirtuado y destruido por la violencia
machista.
La actual crisis civilizatoria
exige una respuesta femenina y feminista que abra el espacio de la intimidad y
el acogimiento, necesarios para tejer otro proceso de socialización no basado
en relaciones de opresión, dominación y explotación. Una nueva socialización donde
nos encontremos otra vez como humanos, como personas, no como sujetos u objetos
de poder, no como mercancías a ser compradas o vendidas, no como recursos
acumulables para el capital, no como víctimas
y victimarios, no como competidores de
una competencia salvaje.
Es urgente encontrar el espacio, el tiempo, el sonido
y la luz para mirarnos y entender que solo podemos caminar cogidos de la mano,
a pesar de lo difícil que esto resulta. Es necesario entender de una vez que
aquello femenino de acoger, hospedar y cuidar al otro, sabiendo que es otro y
que siempre será otro, es la clave social para el futuro de la humanidad si
ésta quiere aún tener una nueva oportunidad.
Muy bien! mi querida Nati, vamos a parar al mundo, entonces.
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