Pobre país atracado
El año 1999, año del feriado
bancario, en el que tuvo lugar uno de los atracos más indignantes de nuestra historia, en el que literalmente
varios banqueros metieron las manos a
las cuentas de los depositantes y robaron su dinero. Sin mínima vergüenza, sin ningún
sentimiento de pudor, o de culpa, mucho peor que cualquier delincuente
callejero, asaltaron los ahorros de los ecuatorianos. No les importó la catástrofe
que su detestable acto delictivo provocaría en la vida de sus víctimas. No les
importó que familias completas quedaran en la miseria, que personas que trabajaron
toda su vida perdieran los ahorros que tenía para cubrir su vejez, no se
inmutaron por las personas que frente a semejante atraco decidieran quitarse la
vida. No, no les importó nada en absoluto, excepto su voracidad por acumular
capital, por ganar de la forma que sea.
Lo más indignante de este atraco,
ya de si indignante, fue sin duda la complicidad de los gobiernos de aquella época,
no solo el de Mahuad, sino los anteriores y posteriores. Los primeros porque liberalizaron
el manejo financiero y pusieron así las condiciones para el atraco, y los
segundos porque permitieron la impunidad. Como casi siempre en nuestra triste historia
las élites gobernantes gobernaron con los grupos políticos a beneficio de sus
intereses y no de los de la sociedad en su conjunto.
La sociedad harta de tanto abuso,
atraco, violencia y represión de los gobiernos neoliberales, que cubría todos
los actos delincuenciales del capital nacional e internacional, en detrimento
de los intereses del pueblo ecuatoriano, decidió parar esta infamia del poder
político derrocando gobiernos serviles y cómplices de los desfalcos a la
riqueza nacional.
En el 2006 equivocadamente la
mayoría de la población pensó que el gobierno de Alianza País podía responder a
las demanda de la sociedad por justicia y reparación. Esta confianza hizo que
las organizaciones y los movimientos sociales arriesguen toda su lucha
acumulada y sedimentada en sus organizaciones en este proyecto político. Se creyó
que al fin era posible un gobierno que no gobierne para los grupos económicos, sino
para las demandas de la sociedad y que pueda hacer un poco de justicia a tanto
abuso y atraco. Que enorme equivocación histórica!!
El gobierno de la esperanza
resulto ser un gobierno que juntó a los atracadores profesionales del
capitalismo nacional e internacional, con los aprendices de atracadores que entraron
al Estado a ver como resuelven sus ambiciones de vivir con los privilegios de
la burguesía, con los escandalosos encantos
de la burguesía. Así, el gobierno de la revolución ciudadana convirtió al
Estado, que supuestamente tenía que regular y controlar que los grupos económicos
no desvalijen la riqueza de la sociedad, en la posibilidad de robar a gusto con
un marco institucional manejable a los requerimientos de la corrupción pública.
Esta vez no fue el feriado bancario,
sino el feriado estatal el que saqueó la riqueza de los ecuatorianos. A través
del Estado, maestro y aprendices de ladrones de los bienes comunes, hicieron su
agosto. Los robos fueron en todos los niveles de las funciones del Estado, desde
los grandes negocios de los recursos estratégicos, pasando por la construcción
sobre preciada de infraestructura, hasta los dobles y triples sueldos, escandalosos viáticos y recursos para
los altos funcionarios.
Otra vez fuimos engañados,
robados y violentados y, como siempre,
otra vez estamos poniendo las esperanzas en otro gobierno que ofrece hacer
justicia y acabar con la corrupción y el robo a mansalva. Y otra vez seremos
engañados, sino aprendemos a confiar en nuestras propia y autónomas posibilidades
organizativas. Solo basta observar de lejos como la justicia se realiza con criterios de
amigos, enemigos, familia no familia, compadres no compadres, cómplices,
aliados, traidores. Es decir una justicia hecha con beneficio de inventario. No
hay justicia. El que es investigado, juzgado y condenado no es porque se ha
hecho justicia, sino porque pertenece al otro bando, al que perdió poder y ya
no maneja el aparto judicial. Los que aún mantienen el poder se cubre, se
protegen y protegen sus redes de negocios, de complicidades. No hay justicia.
Lo que nos hacen ver como justicia más se parece a las típicas vendettas de
grupos mafiosos.
Solo hay que ver cuando los
caídos en desgracia, porque dejaron de pertenecer al grupo en el poder, deciden
hablar y botar su basura compartida con ventilador regulado. Capaya y ahora
Polit.
Cómo se puede confiar en que “ahora si vamos a combatir la corrupción”,
cuando los actuales justicieros
gobernaron junto con los delincuentes
y, peor aún, cuando los delincuentes acusan
a los justicieros. No hay como
diferenciarles cuando son del mismo costal, cuando han compartido tanto secreto
que revelan cuando se ven perdidos, o cuando quieren mandar advertencias y
chantajes a sus antiguos amigos.
Todo este show solo indigna hasta
la náusea.
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