La Vicepresidencia, y la coherencia de su nueva titular
Según la decisión del presidente Moreno son tres mujeres las que
integran la terna de la cual la Asamblea
deberá elegir a la nueva Vicepresidenta de la República: María Fernanda
Espinosa, Alejandra Vicuña y Rosanna Alvarado.
El hecho de que sean mujeres, al nivel de la formalidad de la imagen es
correcto, sin embargo no garantiza en lo absoluto una despatriarcalización o
desmasculinización de la lógica que gobierna la política estatal. El país fue
testigo del sometimiento vergonzoso de las asambleístas de A.P a la dominación
masculina del ex presidente, que no solo lesionaba su dignidad personal sino
que comprometía la lucha de todas la mujeres ecuatoriana por igualdad, equidad
y respeto irrestricto a nuestra condición de mujeres. Lo que quiero decir es
que la presencia de una mujer en la Vicepresidencia no garantiza una política
que se aleje de la dominación masculina, incluso su presencia puede afirmar
dicha dominación con mucho más fuerza que si fuese un hombre. La afirmación y legitimación de la dominación
masculina con la participación de una mujer se da por su explícito sometimiento
al mando patriarcal sea en la figura de
un hombre particular (presidente, caudillo, líder, marido, jefe, etc.) o sea
por el sometimiento total a la estructura patriarcal (Gobierno, Estado,
matrimonio, etc.) No es difícil identificar a mujeres que han alcanzado la
máxima representación política como presidentas, primeras ministras, etc., cuya
actuación legitima y afirma la dominación y la violencia del Estado patriarcal,
a veces más que la de los propios hombres.
Dicho esto, que considero es la primera característica que hay que
debatir de esta designación, es pertinente señalar que las funcionarias que
integran la terna fueron parte del
núcleo duro de militantes de Alianza País en la época de Correa, incluso María
Fernanda Espinoza que estuvo en el segundo periodo alejada del gobierno. Su
filiación al movimiento de gobierno en sí misma no deslegitima su nominación,
si se tienen en cuenta que es el mismo movimiento el que gobierna ya por una
década, más allá de que Moreno y Correa se hayan distanciado. La nominación de estas tres mujeres muestra
que no es tan fácil romper complicidades, acuerdos, enredos, amistades, responsabilidades forjadas en una
década. Más allá de la estrategia del diálogo con todos los sectores, de un
cambio en la forma autoritaria de gobernar, es decir de cambios en las formas,
hay relaciones más profundas que los ata y los obliga a estar juntos.
Como estrategia política para afirmar la disposición a ampliar la
democracia formal, hubiese sido mejor que en esa terna haya al menos una mujer
que no haya militado en el movimiento
PAIS, o si ya militó que no sea una figura tan gastada, tan quemada, tan
comprometida con todo el proceso autoritario y corrupto que hoy el mismo
presidente Moreno critica. Alguien que pueda tener un reconocimiento y respeto
social por su coherencia política, y sobre todo ética, que si hay en este país.
Pero no, no pueden sino poner a tres figuras políticas absolutamente gastadas
no solo por su filiación y cercanía al correato, sino y sobre todo por su
propia actuación política. No olvidemos que una de las señoras cumplió uno de
los papeles más sumisos y obsecuentes al machismo del expresidente, cuando fue
vicepresidenta de la anterior Asamblea. No olvidemos que durante una década,
las tres candidatas defendieron y justificaron con todas sus fuerzas el
comportamiento autoritario de Correa, la criminalización de la lucha social, la
explotación del Yasuní, la persecución a dirigentes sociales y a periodistas,
la reelección indefinida, la manipulación de la justicia, y toda la lista de
arbitrariedades cometidas en su década “dorada”, etc. etc.
Al final, de la terna escogida salió electa, como era previsto, la
primera de la lista, María Alejandra Vicuña, quien tendrá la gran tarea de
mostrar todo lo contrario a lo que se pasó defendiendo durante 10 años.
Dicen que todos podemos cambiar y es cierto, pero genera muchas dudas
cuando el cambio viene acompañado de la necesidad de mantener su metro cuadrado
de poder, cuando el cambio es producto de que Moreno haya decido poner
distancia con Correa, porque realmente no podía hacer otra cosa si quería de
alguna manera gobernar con cierta estabilidad.
Habría que preguntarse ¿cuál
hubiese sido la actitud de estas tres candidatas si Moreno no ponía distancia
con Correa?, Qué pasará con la convicción democrática de la Vicepresidenta si Moreno pierde poder? y la
pregunta más difícil ¿qué pasaría si ella tendría, por cualquier razón, asumir
la presidencia, qué pasaría con sus convicciones y lealtades políticas tan volátiles?
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