¡¡¡JUSTICIA PARA EMILIA!!!
Mientras el mundo cristiano prepara las festividades navideñas, época de
derroche consumista y derroche afectivo real o simulado, en la cual somos más adictos que el
resto del año al obsceno objeto mercantil, en torno al cual circulamos con una gran
dosis de gozo perverso, el asesinato brutal de una de nuestra hijas, Emilia, debería
romper con toda justicia esta siniestra fantasía de la realización mercantil y enfrentarnos
a lo real del capitalismo patriarcal.
Muchos se preguntarán que tiene que ver este infame asesinato de la
pequeña Emilia con la fiesta del consume mercantil, que ya ni siquiera intentamos
encubrirla con el relato cristiano, sino
que la vivimos con un beneplácito cinismo. Diré que el asesinato de Emilia no es una
casualidad, un infortunio, un caso aislado que se pueda explicar en un acto de
un enfermo. No es un hecho eventual subjetivo de un enajenado, sino parte de
una violencia objetiva y estructural del mundo donde Emilia y las demás víctimas
como ella nacieron.
No es casual que, Emilia, la niña asesinada habite en una ciudad del sur
del país, y que el Ecuador se encuentra en la periferia del mundo
capitalista. No, no es casualidad que sea
en los territorios del sur global donde las niñas y niños son violentados,
asesinados o desaparecidos. Tampoco es casual que sea una niña, una mujer, en
un mundo patriarcal donde se asesinan mujeres por el solo hecho de ser mujeres.
Tampoco su brutal asesinato es una acto de un monstruo y por lo tanto
excepcional. No, no es un problema de engendros de ficciones de terror, sino de
un capitalismo mafioso que decidió que además de la fuerza de trabajo de los seres
humanos, ellos mismo en toda su existencia pueden ser convertidos en mercancías,
a ser vendidas y con ello obtener ganancias. El capitalismo es en su principio
de reproducción un sistema económico inhumano y antihumano, que convierte todo
lo que toca en mercancía, empezando por los humanos. Además, tiene que
garantizar la realización del valor de sus mercancías en su consumo y por lo
tanto tiene que convertir a los seres humanos en adictos consumistas, que compren,
compren y compren sin parar.
Tampoco el brutal asesinato de Emilia es un acto fortuitito de un enfermo
sexual. No, no es un problema de pervertidos sexuales de thriller psicológicos,
sino de un capitalismo patriarcal que encontró como uno de sus mejores negocios
la industria del sexo, la misma que produce todo tipo de mercancías sexuales,
entre las que se encuentra las mujeres convertidas en objetos del placer
machista, cada vez más obsceno. Como toda producción industrial, la industria
del sexo tiene que generar mercado y por lo mismo consumidores, individuos
capaces de desprenderse de todo límite simbólico, social y humano que detenga
su voracidad consumista y en tal medida que frene su violencia contra la mujer.
Solo basta observar, con un poco de detenimiento, para darnos cuenta de
toda la incitación publicitaria a volvernos obscenos, perverso, pervertidos,
voraces, desalmados e inhumanos, con el solo objetivo de consumir y con ello
pensar que logramos la completud, imposible, de nuestra existencia. No hay que
hacer esfuerzo para mirar como la imagen de la mujer es usada como mula para que a través de ella se promocione y se venda cualquier tipo
de mercancía. Solo basta poner atención en el denominado viernes negro (Black Friday) y mirar como los seres humanos de
repente se trasforman en seres enajenados que arrollan, se pisan, se empujan se
violentan para obtener el objeto de su deseo perverso.
NO, el asesinato de Emilia y de
las tantas niñas, niños y mujeres asesinadas, sobre todo en el sur global, no es ni un hecho aislado ni un acto
de un enfermo mental, es parte de la reproducción del sistema capitalista
patriarcal. Es la respuesta al obsceno mandato del capitalismo patriarcal: ¡Goza¡ ¡consume con obscenidad todo lo que
puedas, sobre todo mercancía sexual¡
¡NO CEDAS AL DESEO DEL
CAPITALISMO PATRIARCAL¡
NI
UNA MENOS,
VIVAS
NOS QUEREMOS
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