lunes, 16 de octubre de 2017

La nefasta herencia conservadora de los caudillos 



De las peores consecuencias que los caudillismos provocan en la sociedad en la que se han desarrollado es la afirmación  de sus  rasgos más conservadores. Si se entiende que la forma caudillista del poder político es por excelencia patriarcal y colonial, no puede sino alimentar las concepciones y prácticas   más retardatarias de una sociedad. En la medida en que el caudillismo exacerba la trasferencia enajenante de la capacidad de la sociedad para decidir su vida común a un líder carismático, los ciudadanos quedan reducidos a ovejas del pastor. Despojados de su poder autónomo de tratar sus cosas comunes en base a un intercambio político entre ciudadanos, éstos se dejan atrapar en el miedo de perder al pastor, por el cual están dispuestos a someterse al mando de éste último.


El caudillo, por su parte, afirma y alimenta esta dependencia de la sociedad a su carisma, es decir  afirma con todos los medios que el aparato estatal le facilita la ficción de que es depositario de algún don trascendental que le otorga el derecho absoluto de dirigir el destino de la sociedad, que curiosamente es esa propia sociedad despojada de su poder.  De lo que se trata, entonces, es que el caudillo para sostenerse debe asegurar, por un lado, que la sociedad no retome su poder y, por otro, que ese mismo hecho aumente su miedo a  tomar su destino en sus propias manos. Así mientras crece el poder del caudillo disminuye el poder de la sociedad y asciende su miedo. Mientras más miedosa una sociedad más dispuesta está a entregar toda su vida a un poder extraño a ella, a un caudillo. Esto explica porque el poder caudillista busca generar con cualquier instrumento miedo en la sociedad, por ejemplo el miedo a l terrorismo que hizo que la sociedad norteamericana agrande el poder de su Estado guerrerista y de personajes nefastos como Bush.  

La sociedad sin poder propio y atrapada en el miedo que los desafíos que su vida común le imponen,  tiende a retrotraerse en sus rasgos más conservadores, a nivel económico, político, ideológico y cultural.  La posibilidad de quedarse desprotegida si el caudillo no está, sea esto consciente o no, incrementa su necesidad psíquica y emocional de seguridad, que la sociedad cree que ella misma no se puede dar y por lo tanto exige, a falta del caudillo, políticas que la protejan del “mal”, el mismo que ubica en aquello que desconoce por tradición y que el caudillo se encargó de demonizar.

Después de diez años del último gobierno caudillista del Ecuador, quizá el más conservador y autoritario del último siglo, la sociedad ecuatoriana, aunque en los últimos años de esta década mostró signos de hartazgo del poder asfixiante del  correísmo, parece padecer de sus consecuencias. Creo que un hecho muestran un retrotraimiento de la sociedad en sus rasgos más conservadores, sin con esto querer negar la herencia conservadora que dejó el patriarcado  colonia en nuestra sociedad.
La campaña denominada con mis hijos no te metas que, lamentablemente tiene eco a nivel nacional y en amplio sectores de la sociedad, es una cruzada conservadora en contra de las otredades humanas, en nombre de la defensa del modelo tradicional de la familia burguesa, pues en términos concretos este tipo familiar nunca se extendió en un país tan culturalmente heterogéneo, a no ser como fórmula ideológica del poder. 

Todo el esfuerzo de las luchas de las  mujeres, de las otredades culturales y sexogenéricas por democratizar esta sociedad y hacerla más humanas, fueron no solo detenidas sino combatidas por el corrreísmo. Es fácil recordar:  la defensa a ultranza que el ex presidente hizo del modelo de la familia burguesa y que se expresó de manera abierta en el Plan Familia Ecuador; sus actitudes misóginas y machistas en contra de las mujeres que mostró en su defensa de la penalización del  aborto por violación, en su comportamiento violento con las mujeres ecuatorianas incluidas las de su movimiento político, en su precaria crítica a lo que denominó ideología de género;  su detestable racismo cuando tuvo que enfrentar las legítimas críticas de las organizaciones indígenas frente a su delirante enajenación colonial, por la cual justificaba su depredador extractivismo con la promesa capitalista.

Esta posición conservadora del caudillo en lo cultural desmonta su demagogia sobre El estado garantista. El supuesto respaldo a las diversidades sexogenéricas se desvelaban como mentira en la  defensa ciega al modelo heteronormado más retrógrado. El aparente apoyo a la lucha de las mujeres quedó desmentido con su cruzada obscena en contra del  aborto y a lo que denominó la ideología de género. Su política contra el Estado colonial se descubrió mentirosa en su rechazo al Estado Plurinaiconal, en su política de persecución a las organizaciones indígenas y en su abandono al mundo campesino en beneficio de la agroindustria.  

Curiosamente, la campaña con mis hijos no te metas retoma como parte de sus argumentos la ofensiva de Correa a la “ideología de género”, para impedir que se incluya en el sistema  educativo  la perspectiva de género en función de combatir la violencia contra la mujer, las niñas y los niños, en toda su diversidad. Con el fantasma del caudillo ausente, parte de la sociedad enarbolada de los valores retrógrados, dejados por Correa, defienden la familia y la educación  tradicional  y sus valores conservadores, aunque esto signifique el maltrato y el abuso sexual de nuestros niños y niñas. Será que piensan que mientras esta atrocidad permanezca oculta, no importa que se dé;  incluso cuando sale a la luz pública, pese a todos los candados ideológicos, no le dan la importancia que exigen la seguridad de nuestros pequeños. Esos sí, están dispuestos a defender la familia en abstracto en  contra de la ideología de género, lo que si no quieren es ver cómo están las mujeres, las niñas y los niños en ese modelo familiar que tanto defienden. No quieren familias distintas a la burguesa heterosexual y heteronormada, pero toleran que mujeres, niñas, niños y adolescentes sean violentados  físicos, psíquica y sexualmente por el padre, tío, primo, padrastro, profesor y todas las formas del poder patriarcal.  Por qué no convocan a una marcha para pedir sanción a los abusadores, violadores, maltratadores? No, eso parece que no importa frente a la “sagrada familia” su tradicióny su proíedad. 


Esta reflexión en modo alguno intenta defender los derechos libertinos del consumista en la era de la globalización financiera, que ha generado un preocupante debilitamiento de las relaciones sociales fundamentales, entre las que está las relaciones familiares  en todas  sus diversas formas y posibilidades culturales. Es la sociedad autónoma con todo su poder de construir su destino común,  en atención a profundizar su humanización, la que tiene que debatir las transformaciones de la familia  y las proyecciones  que este entramado humano tiene a futuro, como soporte de los seres humanos individuales. Sobre la certeza de que nuestras instituciones son históricas y que es necesario transformarlas cuando ya no den respuesta a nuestras necesidades ni deseos colectivos, es la sociedad en diálogo, sin  la guía de caudillo alguno y sin miedo a enfrentar sus problemas comunes , la que tienen que reconstruir o inventar  relaciones sociales más humanas.       

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