La nefasta herencia conservadora de los caudillos
De las peores consecuencias que los caudillismos provocan en la sociedad
en la que se han desarrollado es la afirmación de sus rasgos más conservadores. Si se entiende que
la forma caudillista del poder político es por excelencia patriarcal y colonial,
no puede sino alimentar las concepciones y prácticas más
retardatarias de una sociedad. En la medida en que el caudillismo exacerba la
trasferencia enajenante de la capacidad de la sociedad para decidir su vida
común a un líder carismático, los ciudadanos quedan reducidos a ovejas del pastor. Despojados de su
poder autónomo de tratar sus cosas comunes en base a un intercambio político
entre ciudadanos, éstos se dejan atrapar en el miedo de perder al pastor, por el cual están dispuestos a
someterse al mando de éste último.
El caudillo, por su parte, afirma y alimenta esta dependencia de la
sociedad a su carisma, es decir afirma
con todos los medios que el aparato estatal le facilita la ficción de que es
depositario de algún don trascendental que le otorga el derecho absoluto de dirigir
el destino de la sociedad, que curiosamente es esa propia sociedad despojada de
su poder. De lo que se trata, entonces,
es que el caudillo para sostenerse debe asegurar, por un lado, que la sociedad
no retome su poder y, por otro, que ese mismo hecho aumente su miedo a tomar su destino en sus propias manos. Así
mientras crece el poder del caudillo disminuye el poder de la sociedad y asciende
su miedo. Mientras más miedosa una sociedad más dispuesta está a entregar toda
su vida a un poder extraño a ella, a un caudillo. Esto explica porque el poder
caudillista busca generar con cualquier instrumento miedo en la sociedad, por
ejemplo el miedo a l terrorismo que hizo que la sociedad norteamericana agrande
el poder de su Estado guerrerista y de personajes nefastos como Bush.
La sociedad sin poder propio y atrapada en el miedo que los desafíos que
su vida común le imponen, tiende a
retrotraerse en sus rasgos más conservadores, a nivel económico, político,
ideológico y cultural. La posibilidad de
quedarse desprotegida si el caudillo no está, sea esto consciente o no, incrementa
su necesidad psíquica y emocional de seguridad, que la sociedad cree que ella
misma no se puede dar y por lo tanto exige, a falta del caudillo, políticas que
la protejan del “mal”, el mismo que ubica en aquello que desconoce por
tradición y que el caudillo se encargó de demonizar.
Después de diez años del último gobierno caudillista del Ecuador, quizá el
más conservador y autoritario del último siglo, la sociedad ecuatoriana, aunque
en los últimos años de esta década mostró signos de hartazgo del poder
asfixiante del correísmo, parece padecer
de sus consecuencias. Creo que un hecho muestran un retrotraimiento de la
sociedad en sus rasgos más conservadores, sin con esto querer negar la herencia
conservadora que dejó el patriarcado colonia en nuestra sociedad.
La campaña denominada con mis hijos no te metas que, lamentablemente
tiene eco a nivel nacional y en amplio sectores de la sociedad, es una cruzada conservadora
en contra de las otredades humanas, en nombre de la defensa del modelo
tradicional de la familia burguesa, pues en términos concretos este tipo
familiar nunca se extendió en un país tan culturalmente heterogéneo, a no ser
como fórmula ideológica del poder.
Todo el esfuerzo de las luchas de las mujeres, de las otredades culturales y
sexogenéricas por democratizar esta sociedad y hacerla más humanas, fueron no
solo detenidas sino combatidas por el corrreísmo. Es fácil recordar: la defensa a ultranza que el ex presidente
hizo del modelo de la familia burguesa y que se expresó de manera abierta en el
Plan Familia Ecuador; sus actitudes misóginas y machistas en contra de las
mujeres que mostró en su defensa de la penalización del aborto por violación, en su comportamiento
violento con las mujeres ecuatorianas incluidas las de su movimiento político,
en su precaria crítica a lo que denominó ideología de género; su detestable racismo cuando tuvo que
enfrentar las legítimas críticas de las organizaciones indígenas frente a su
delirante enajenación colonial, por la cual justificaba su depredador
extractivismo con la promesa capitalista.
Esta posición conservadora del caudillo en lo cultural desmonta su
demagogia sobre El estado garantista. El supuesto respaldo a las diversidades
sexogenéricas se desvelaban como mentira en la defensa ciega al modelo heteronormado más
retrógrado. El aparente apoyo a la lucha de las mujeres quedó desmentido con su
cruzada obscena en contra del aborto y a
lo que denominó la ideología de género. Su política contra el Estado colonial
se descubrió mentirosa en su rechazo al Estado Plurinaiconal, en su política de
persecución a las organizaciones indígenas y en su abandono al mundo campesino en
beneficio de la agroindustria.
Curiosamente, la campaña con mis hijos no te metas retoma como parte de sus argumentos la ofensiva
de Correa a la “ideología de género”, para impedir que se incluya en el sistema
educativo la perspectiva de género en función de combatir
la violencia contra la mujer, las niñas y los niños, en toda su diversidad. Con
el fantasma del caudillo ausente, parte de la sociedad enarbolada de los
valores retrógrados, dejados por Correa, defienden la familia y la educación tradicional y sus valores conservadores, aunque esto signifique
el maltrato y el abuso sexual de nuestros niños y niñas. Será que piensan que
mientras esta atrocidad permanezca oculta, no importa que se dé; incluso cuando sale a la luz pública, pese a
todos los candados ideológicos, no le dan la importancia que exigen la
seguridad de nuestros pequeños. Esos sí, están dispuestos a defender la familia
en abstracto en contra de la ideología
de género, lo que si no quieren es ver cómo están las mujeres, las niñas y los
niños en ese modelo familiar que tanto defienden. No quieren familias distintas
a la burguesa heterosexual y heteronormada, pero toleran que mujeres, niñas,
niños y adolescentes sean violentados físicos,
psíquica y sexualmente por el padre, tío, primo, padrastro, profesor y todas
las formas del poder patriarcal. Por qué
no convocan a una marcha para pedir sanción a los abusadores, violadores,
maltratadores? No, eso parece que no importa frente a la “sagrada familia” su tradicióny su proíedad.
Esta reflexión en modo alguno intenta defender los derechos libertinos del
consumista en la era de la globalización financiera, que ha generado un
preocupante debilitamiento de las relaciones sociales fundamentales, entre las
que está las relaciones familiares en
todas sus diversas formas y posibilidades
culturales. Es la sociedad autónoma con todo su poder de construir su destino
común, en atención a profundizar su
humanización, la que tiene que debatir las transformaciones de la familia y las proyecciones que este entramado humano tiene a futuro, como
soporte de los seres humanos individuales. Sobre la certeza de que nuestras
instituciones son históricas y que es necesario transformarlas cuando ya no den
respuesta a nuestras necesidades ni deseos colectivos, es la sociedad en
diálogo, sin la guía de caudillo alguno y
sin miedo a enfrentar sus problemas comunes , la que tienen que
reconstruir o inventar relaciones sociales más humanas.
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