martes, 10 de octubre de 2017

El círculo de pesadilla, la compulsión por la repetición



Por una u otra razón la sociedad ecuatoriana en su gran mayoría muestra su apoyo al nuevo presidente Lenin Moreno, respaldo que muy probablemente se ratifique en la consulta popular que tendrá lugar el próximo año. Si se analiza con un poco de detenimiento, las preguntas de la consulta, si bien muestran un sagaz manejo político del contexto socio-político actual que deja más o menos y otras menos que más conformes a varios de los sectores sociales que han hecho demandas específicas, no cuestionan realmente la estructura de poder que se montó en esta década.  Incluso la pregunta sobre el Consejo de Participación Ciudadana no llega donde tendría que haber llegado si hubiese la voluntad política de democratizar el poder público.  


Ante esta evidencia, observada por muchísimos sectores sociales, unos consideran que pese a la ambigüedad de las preguntas placebo hay que apoyar al nuevo gobierno porque de todas maneras es un avance democrático frente al régimen anterior. Otros plantean que por la forma opaca en que están articuladas las preguntas, por ejemplo la concerniente a la explotación en el Yasuní, no queda otra opción que votar sí, pues lo contrario sería apoyar su explotación, aunque la pregunta no asegura realmente el principio ecológico. Hay algunas opiniones que sostienen que hay que apoyar la consulta porque tenemos que arrimar el hombro para ampliar el espacio democrático perdido en la época anterior y que éste es el primer paso.

Lo cierto es que otra vez nos encontramos acorralados, como muchas veces en nuestra historia. A veces obligados a elegir al menos malo, como en tantos procesos electorales en los  que incluyo el del 2006 y el del 2017.  Otras veces en falsos dilemas en los cuales no nos toca más que decidir por alguito  en vez de nada, como si se tratase de una caridad que nos están concediendo y, por lo tanto, no queda más que coger lo que buenamente el poder nos quiere dar y, aún más, agradecer. Al menos que juzguen y sancionen a unos cuanto corruptos que han robado el país, así la mayoría y sobre todo los de mayor perfil queden inmunes. O la tristemente célebre frase “han robado pero al menos han hecho carreteras”.
Lamentablemente la herencia colonial que nos convirtió en mendigos y nos obligó durante mucho tiempo a ser objeto de la caridad de los poderes de turno, no desaparición con la República, todo lo contrario se mantuvo encubierta detrás de la retórica de los derechos humanos.
Cada vez que un gobierno llega a la administración del Estado, ofreciendo la promesa de la redención moderna, pronto se olvida de la sociedad que le eligió y gobierna para los grupos económicos nacionales e internacionales y para sus propios intereses de grupo. La mayoría del periodo de gobierno se pasa justificando sus políticas antipopulares en abstracciones metafísicas como el progreso, el desarrollo, la nación, la democracia  e incluso el mismo pueblo y la revolución, para al final terminar saqueando los recursos de la sociedad y empobreciéndola más. En ese momento de precariedad económica política, jurídica, ideológica y ética viene otro grupo ofreciendo rescatar al país de la ruina que le dejó el anterior, también este nuevo apela a las mismas abstracciones metafísicas y llega a la administración  del Estado para repetir el libreto del anterior. Esta es la historia política de nuestros países que parece que nunca terminará.

Algo distinto ocurre ahora que el gobierno de Lenin Moreno ofrece sacarnos de la ruina económica, política y ética en la que nos sumergió el anterior, y es que no es realmente  nuevo, ni siquiera en el sentido tramposo de los nuevos anteriores, sino que efectivamente no lo es, pues es parte del mismo movimiento político que gobernó el país la última década. Quizá es esta particularidad la que vuelve tan opaca esta nueva promesa de cambio, pese a lo cual otra vez como mendigos agradecemos lo que el poder quiere darnos. Nos olvidamos rápidamente que los que ahora ofrecen la democracia participaron del autoritarismo, así como ellos fácilmente cambian el discurso de: todo por la revolución hasta perseguir enjuiciar y encarcelar a dirigentes sociales y a quien quiera que se oponga a su interés de casta a todo por la democracia, hasta hablar con sus enemigos políticos.  

Es difícil creer, más aún cuando es el mismo libreto  que se repite como en una pesadilla de la cual no acabamos de salir.  Al final siempre es bueno tener esperanza, ojalá algún día tengamos esperanza en otra forma de organización política de la sociedad que no repita el engaño hasta el infinito.

  

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