lunes, 2 de enero de 2017

Una década de retrocesos, el peor gobierno de la historia ecuatoriana


Prácticamente se cumple una década de la llamada “Revolución Ciudadana”, proceso que inició con un enorme apoyo del pueblo y la mayoría de sus organizaciones sociales y políticas. Se explica el respaldo popular por las dos décadas de lucha en contra del neoliberalismo que puso en crisis el sistema político dominante y abrió el espacio para que se genere un proyecto de transformación social, que se pensó era la mentada “revolución”.


Después de una década en la administración del Estado, el gobierno que más apoyo popular tuvo y que contó con el mayor capital para llevar adelante la transformación social que prometió, deja a la sociedad que confió en él no en la situación en que la encontró, sino en un  retroceso de al menos 50 años. 

Los voceros del gobierno e incluso algunos de la  oposición, plantean que el gobierno de la “Revolución Ciudadana”  ha llevado adelante un proceso de transformación-modernización social, sobre todo en el ámbito de la educación, la salud, la vialidad y la energía (las “famosas carreteras revolucionarias”). Según argumentan los funcionarios del Régimen, ningún gobierno ha invertido tanto en las cuatro áreas señaladas, lo cual puede ser cierto y más aún si se toma en cuenta los sobreprecios en los costos de estas inversiones que ahora saltan en todos los escándalos de corrupción, de los más conocidos el de Petroecuador y la empresa constructora Odebrecht.  Un poco de conocimiento en la crítica de la economía política burguesa, basta para saber que la inversión estatal en infraestructura es una ganancia redonda (con corrupción incluida) para el capital nacional y transnacional dedicado a ese negocio.

En este sentido, la gran inversión en infraestructura no es de ninguna manera un indicador de transformación social, a lo mucho de modernización conservadora del capitalismo en clave aceleramiento de su proceso de acumulación, que como se sabe está  hoy más que nunca atravesado por la corrupción estructural del vínculo Estado-empresas. Con esta “revolución", la sociedad ecuatoriana está aún más dependiente y empeñada a futuro – vía profundización de la economía primaria exportadora petrolera y minera y vía deuda externa-  al más depredador  capital internacional  extractivo y financiero.  Hay que tomar en cuenta que a este gobierno no le alcanzó los casi 300 mil millones de dólares que ingresaron a las arcas fiscales en esta década, principalmente, por venta de petróleo, hoy estamos aún más endeudados que antes. Claro, no puede ser de otra manera con tanta corrupción y despilfarro favorable para las empresas y los contratistas.

Si se observa la base productiva campesina (mediana, pequeña, comunitaria y familiar) no hay nada más que abandono y destrucción por efecto del extractivismo impulsado por la “revolución”. En cuanto a la manufactura mediana, pequeña y familiar muy poco se ha hecho,  más evidente es lo dicho  si se la compara con los beneficios que las grandes empresas agrícolas y comercializadoras han obtenido en esta década. Ni hablar del capital financiero, los bancos han sido los grandes ganadores  de la “revolución”, hecho reconocido por el mismo Presidente. Justamente, en los sectores de la economía en los cuales había que invertir racional y honestamente en la perspectiva de poner las bases para una transformación de la estructura productiva y energética, que permita en un  futuro tener soberanía económica y de esta manera no depender de los manejos perversos del capital internacional, no se hizo absolutamente nada.  
        
Para ejecutar una política económica no solo utilitaria, sino totalmente servil a la acumulación de capital, que como es obvio implica un alto nivel de violencia en contra de la sociedad, se construyó un  aparato estatal concentrado en el Ejecutivo que puso en marcha un patrón de dominación y control social, basado en leyes, decretos, reglamentos, códigos y reformas de control, disciplina, sanción y castigo social. De esta manera, prácticamente, se devastó la organización social y política de la sociedad formada en varias décadas de lucha, con lo cual la misma quedó en absoluta orfandad y expuesta a la voracidad de la acumulación del capitalismo salvaje .

Como era de esperar de un gobierno cuya cabeza ha mostrado padecer de un grado de alienación cultural que se pensaba superado, a nivel cultural se reactivó la ideología colonial racista que las luchas de los pueblos originarios habían debilitado; al patriarcado en su versión  machista más repugnante se lo legitimó como discurso y práctica de gobierno, reprimió de esta manera el avance de las luchas feministas; la visión más conservadora sobre la sexualidad se impuso como política pública, sin ningún empacho. Es quizá la perspectiva cultural de este gobierno el punto donde se distancia de los otros progresismos que al menos en lo cultural mostraron cierta apertura. En el caso del Ecuador los “revolucionarios” además tienen mentes y comportamientos retrógrados.

En el plano de la ideología política crearon una confusión ideológica muy funcional a las necesidades del poder del capital en su época tardía, marcada por la ideología de la posideología y la Real Politik, necesarias para la dominación ideológica mundial de formación y consolidación del sujeto consumista.

Así, el resultado de la década de la “Revolución Ciudadana” es un retroceso en la lucha de medio siglo de la sociedad ecuatoriana en su búsqueda de una transformación que le permita  ir hacia mayores niveles de justicia y libertad. Definitivamente, el peor gobierno de nuestra  historia.



      

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