domingo, 9 de octubre de 2016

Una sociedad decente no puede ser representada por la encarnación más violenta y cínica del machismo



Es un hecho innegable y triste que la sociedad en la que nos ha tocado nacer y vivir es  patriarcal y machista, y es cierto y lamentable, además,  que esta sociedad y su perversa ideología machista determina nuestros procesos de socialización y, por lo tanto, nuestra constitución como personas. Sin embargo, justamente por haber nacido en una sociedad machista los  hombres decentes y fundamentalmente las mujeres dignas luchamos cotidianamente por romper las relaciones de dominación masculina y construir relaciones de género justas, equilibras y equitativas, que permitan la liberación y humanización tanto de los hombres como, principalmente, de la mujeres.


La historia de las luchas feminista como toda lucha en contra de la opresión ha sido compleja y difícil, en ellas se ha perdido las vidas de millos de mujeres que se negaron a ser sumisas, que prefirieron morir antes de someterse a la violencia masculina. En las historia de nuestras luchas cada vez se han sumado más y más mujeres y hombres que han poseído la decencia de reconocer su injusto poder y los privilegios que de él se desprenden.

La lucha de las mujeres ha interpelado a la sociedad toda para que hagan justicia, no solo a las mujeres sino a la humanidad, pues una sociedad que permite la opresión de cualquier tipo es una sociedad inhumana. Una sociedad que permite la violencia en contra de las mujeres es una sociedad indigna que se autocondena a su destrucción y miseria.

Gracias a las luchas feministas, si bien las estructuras sociales aún expresan el dominio  masculino, está creciendo y afirmándose una conciencia social crítica que desnaturaliza la violencia machista. Así, en muchas sociedades la violencia masculina en contra de las mujeres  está sancionada y castigada, no solo penalmente sino socialmente. Es decir, las sociedades empiezan a rechazar las relaciones de dominación patriarcal y sus manifestaciones cotidianas, desde las más evidentes hasta las más sutiles. Este proceso muestra que las sociedades van adecentándose, valorándose, queriéndose, lo que revela un crecimiento espiritual de la humanidad.

Mientras este adecentamiento social crece en la sociedad global, en nuestro país el primer mandatario en actos de execrable indecencia hace gala de la dominación masculina.  Al parecer el presidente se autocomplace ser la encarnación del machismo, ser la violencia machista hecha  macho, de lo contrario no podría seguir mostrando su cara después de proferir semejante juicios del machismo más vulgar e ignorante. No obstante que esta despreciable  y cínica actitud  machista no tiene lugar en el mundo actual, en el Ecuador se ha convertido en política de Estado.  La encarnación del machismo que preside el gobierno de A. PAIS ha mostrado su violencia masculina, no solo en los miserables prejuicios con los que se ha dirigido a las mujeres de este país, tanto a las de su movimiento como a las de oposición, sino en la política pública donde ha afirmado las estructuras de la dominación patriarcal.

En una sociedad, más allá de sus procesos de luchas feministas y el adecentamiento humano que éstas producen, existen individuos que lamentablemente se resiste a esta humanización, y reproducen en su vida cotidiana las relaciones de opresión masculina que, a su vez, sostienen las instituciones de la dominación.  De hecho esos individuos existen y son los que la sociedad decente tendrá ir re-educando para que cese la violencia, quizá no podremos en algunas generaciones librarnos de ese tipo de sujetos, sin embargo no puede ser que el individuo prototipo del macho violento sea el que gobierne una sociedad que busca su humanización.    

Un macho que reivindica y defiende su machismo es sin duda alguna un ser humano indecente. Una sociedad que busca ser una sociedad decente no puede ser representada por un individuo indecente, que hace gala de su machismo; que permite que sus funcionarios, por quienes ponía las manos en el fuego, roben la riqueza social y se fuguen del país justo unos días antes de que salga la orden de detención; que  cínicamente se ratifica en sus ofensas a las mujeres.

Si el macho, orgulloso de serlo, desde su ideología machista manda a callar a las mujeres porque según él: han sido desleales,  son “gorditas horrorosas”, no saben de economía, son neuróticas (obviamente no debe saber que significa la palabra que él usa como insulto) y todos los improperios que por ética y estética no vale repetir,  la sociedad decente debe mandarlo a callar por ser indecentemente machista, racista y capitalista. La sociedad decente debe exigir que él y todos los machos de su gobierno, así como las mujeres sumisas a ellos, sean fiscalizados política, económica y éticamente.
    

La sociedad decente debe exigir que sus funcionarios de gobierno sean personas decentes, obviamente es una tarea pendiente, más aún después de 10 años de una de las más cínicas indecencias políticas gubernamentales que ha conocido el país.                

1 comentario:

  1. Nos llevará muchos años romper con esos patrones de nuestra sociedad machista,por el momento no nos toca más que dar ejemplo en nuestras familias y en nuestros trabajos, es decir en los momentos cotidianos. Interesante tu blog.

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