lunes, 3 de octubre de 2016

La dispersión ideológica y la trampa electoral



La actual coyuntura electoral del Ecuador está marcada por una clara dispersión política,  que se hace visible no solo en la cantidad de pre candidatos a la presidencia de la República, sino en un sinnúmero de alianzas inestables, improvisadas, ambiguas e inesperadas. Esta característica de la escena electoral, que no es nueva en el país, genera mucha confusión en el electorado que se muestra en el alto porcentaje de indecisión y en muchos casos indiferencia frente al proceso.


La dispersión política no es sinónimo de diversidad y menos aún de diferencia política, por lo tanto al contrario de las dos últimas no beneficia en nada al ejercicio democrático, ni aún el limitado a la democracia representativa. La vida democrática de una sociedad de hecho se nutre con la diversidad de perspectivas políticas e incluso más con la diferencia, pues el debate entre ellas permite a las sociedades moverse, caminar en busca de resolver sus demandas en función de ir  mejorando su vida.

La política en su sentido más amplio es el espacio que abren los seres humanos para tratar y proyectar su destino común, a partir de debatir sus múltiples posibilidades y tomando en cuenta su heterogénea composición de intereses y poderes. Se supone que la política electoral, al menos desde la perspectiva de la democracia liberal, obviamente no desde la teoría política marxista, tendría que gestionar a través de los procesos electorales los debates políticos de la sociedad, para que ésta se pueda mirar en ellos y encontrar las opciones que considere más adecuadas para resolver sus problemas y demandas en términos amigables, por decir algo.  La realización de este objetivo exige una claridad ideológica, si se comprende que la ideología es el fundamento nocional sobre el que se levanta las distintas miradas que la sociedad tienen sobre sí misma, y por lo tanto las distintas perspectivas políticas que le permiten gestionar y proyectar su vida conjunta. Si no hay esta claridad ideológica no es posible una mínima comprensión de los proyectos políticos diversos y muchas veces en disputa que organizan el difícil y complejo caminar social en todos los aspectos de su ser. 

En atención a lo planteado en los párrafos anteriores, el Ecuador vive, así, una confusión ideológica que provoca, como no puede ser de otra manera, una dispersión política que no ayuda en nada a que la sociedad en su conjunto pueda mirarse y definir conscientemente el camino que quiere seguir en los próximos años. Tanto la confusión ideológica como la dispersión política que provoca se explican por dos razones principales:

1.                   A nivel global, la democracia liberal ha sufrido una desfiguración mercantil, que supone el secuestro del  proceso electoral por el marketing político. Esta deformación significa que se ha producido un vaciamiento del sustrato político-ideológico que se hace visible en la trasmutación de los programas de gobierno en marcas electorales (figuras candidatizables), el debate político en publicidad electoral y la sociedad en estadísticas de votos contables. En estas condiciones no es necesario discutir y construir proyectos políticos para ser presentados a la sociedad, no es necesario construir partidos o movimientos políticos, basta con contratar una empresa publicitaria para que se encargue de fabricar la marca electoral con posibilidades de ser vendida a la masa de votantes.

2.                  La cultura política-electoral del país nunca se caracterizó por una claridad de las propuestas de las organizaciones políticas y sus fronteras ideológicas. Sin embargo, en la última década, el gobierno de Alianza País ha provocado un agudo proceso de despolitización y confusión ideológica de la sociedad. Por una parte, el modelo caudillista del gobierno, que ha concentrado todo el poder, redujo la sociedad al Estado; el Estado al movimiento PAIS; el movimiento al Ejecutivo y éste al Presidente.  La acumulación y concentración del poder despoja  a la sociedad de su capacidad y voluntad política  y la convierte en una masa amorfa  de consumidores de marcas electorales. Por otra parte, el gobierno ha ejecutado de manera sistemática un proceso de control y destrucción de la organización política de la sociedad civil, sobre todo de los movimientos sociales. La criminalización de la disidencia política, la cooptación de dirigentes, la formación de organizaciones sociales  estatales, etc.

El desmantelamiento de la organización social del país dispersa y confunde las identidades políticas en una amalgama de votantes indiferentes y escépticos de la vida política, en la cual debería participar de forma activa. Al final, los ciudadanos estarán obligados a votar por uno de los candidatos,  sin la conciencia real y la responsabilidad por la decisión que han tomado.  Esto es lo que sin lugar a dudas explica ese 60% de indecisos, en su mayoría jóvenes.  

El panorama electoral del Ecuador está definitivamente marcado por esta dispersión política ideológica. La vieja derecha socialcristiana (que logró cierta recuperación gracias al desorden ideológico provocado por el correísmo) lidera una unidad tan confusa y borrosa que la hace poco o nada creíble en su campo político, igual o más que el Movimiento PAIS. A nombre del anticorreísmo, tal cual el correísmo lo hace en nombre de su “revolución”, se apiñan socialcristianos -que son los que ciertamente lideran la Unidad-; correísta de Avanza  que alcanzaron a bajarse en la última parada y que hoy se rasgan las vestiduras diciendo que son los verdaderos demócratas progresistas; unos dirigentes indígenas perdidos en sus demandas locales, que creen que con la vieja  derecha podrán obtener algo, incluso si por esto tienen que separarse de la organización indígena a la que pertenecen; agrupaciones que se forjaron a la luz de la oposición al correísmo, como es  el caso de Concertación y  PODEMOS que se definen en orillas opuesta y que ha intentado negociar con las otras dos fuerzas electorales (ANC y CREO) y que al final parece que encontraron mejor acogida en la Unidad, al menos eso parecía antes del reparto de puestos.

CREO, que es la otra línea de la derecha no termina de explicar por qué no ha llegado a acuerdos con la UNIDAD, si por el lugar que ocupa su líder y su proyecto en la estructura económico-social y cultural del país está, sin duda, muy cerca de los socialcristianos.  Al parecer no es una disputa ideológica ni política, sino más bien personal la que hace que CREO no se sume a la UNIDAD, lo que obviamente alimenta la confusión ideológica del escenario electoral.

El  Movimiento PAIS y sus actuales candidatos no muestra la coherencia ideológica necesaria para  construir y sostener un proyecto político, menos un proyecto revolucionario. La mezcolanza ideológica de PAIS que en estos 10  años de gobierno generó una política gubernamental errática, muy bien aprovechada por los grupos de poder económico,  es la misma que hoy se oferta con el rostro de Moreno y que vuelve su promesa política opaca y nada confiable. De hecho, es el movimiento PAIS el campeón del caos ideológico pues gobernó para los grupos de poder económicos nacionales e internacionales articulados al extractivismo y al capital financiero a nombre de la equidad, la justicia, la ecología y la revolución social. Lo único cierto con PAIS es que sabemos que esperar de su gobierno: viraje total a la política neoliberal intentando dar un rostro de diálogo y consensos que difícilmente lo logrará. Desde su política económica de los últimos tiempos (TLC, endeudamiento, venta de bienes estatales, etc.) se encuentran, sin duda, más cercano a la UNIDAD y a CREO, aunque su discurso intente decir lo contrario. Para muestra de esta cercanía a la derecha basta recordar que el líder de PAIS expreso que según el SRI, el Banco de su adversario político es uno de los que más ha ganado en su gobierno por lo que éste debería estar agradecido a la revolución  y que  los empresarios  nunca han ganado como en su  Gobierno. Dijo textual: “En el Gobierno de la revolución ciudadana, las utilidades empresariales han sido el triple que en los anteriores gobiernos, ¡el triple! Anoten por favor…..”  Habría que mirar las estadísticas económicas para ver quienes ha sido los más beneficiados de la “Revolución Ciudadana”, de seguro no son los pueblos más pobres (indígenas, campesinos, trabajadores, etc.)

La otra tendencia denominada Acuerdo Nacional por el Cambio, que en un inicio agrupaba a las organizaciones políticas de la izquierda crítica, al movimiento indígena,  a sindicatos, a organizaciones sociales de izquierda y a algunas personalidades de la centro-izquierda, como el actual candidato Moncayo, y a la cual recientemente se sumó, justamente por la candidatura presidencial, la renacida Izquierda Democrática, es quizá la tendencia menos confusa ideológicamente. Si se toma en cuenta que en el ANC se agrupan partidos y organizaciones sociales básicamente de la izquierda crítica, que tienen una larga historia política en el país ligada a las luchas sociales y que a ellos se han sumado lo que quedo del ensayo socialdemócrata más trabajado en la historia del país, este acuerdo resulta ser el menos opaco, siempre y cuando no les gane el supuesto objetivo  trascendental de la actual política ecuatoriana (el anticorreismo) y decidan entrar en alianza con la UNIDAD de la derecha.  Si esto llega a suceder la confusión ideológica será total y definitiva y ello habrá enterrado la posibilidad de cualquier intento de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los y las ecuatorianas, en todas sus esferas.

La confusión ideológica profundizada por el correísmo y convocada por el anticorreismo a nombre de que ya no es el tiempo de las ideologías, sino de la abstracción ideológica “salvar a la Patria” gemela de la “Patria ya es de todos”, solo beneficia a la pragmática económica que garantiza la reproducción del orden económico mundial, que como se sabe hoy más que  nunca es depredador de la humanidad y la naturaleza.   

La confusión ideológica, a diferencia de lo que dicen los defensores del mundo posideológico, impide el diálogo de los diferentes, pues para dialogar se requiere de sujetos político claros, coherentes y definidos, no de híbridos que a nombre de la tolerancia sirven a intereses particulares que están objetivados como orden mundial.

La confusión ideológica no permite que la sociedad pueda exigir a los candidatos proyectos políticos, programas de gobierno y estrategias de ejecución claras, sobre las cuales debatir que es lo que conviene,  no a la Patria en abstracto, sino a la sociedad concreta con su compleja diversidad y diferencia. Se entiende además que los intereses no son homogéneos, que si estuvieran claros los programas de gobierno y sus estrategias de aplicación se podría saber sobre quien va a caer el costo de la crisis, a quienes  beneficia y a quienes afectan los tratados de libre comercio, quien gana con la ampliación de la frontera extractiva en el país, si la salida a la crisis  es volver a las recetas neoliberales y quien gana con ellas, si se van a vender los bienes públicos y quien o quienes los van a obtener con beneficios, si van a fiscalizar y realmente va a sancionar la corrupción que ha devastado la riqueza social,  etc. etc. etc. Esto es lo primero que debe estar claro, pues desmontar el autoritarismo del Estado correísta no es suficiente, sino lo acompaña una política económica que combata las estructuras de  inequidad y desigualdad económica, social y cultural. La democracia no puede darse sino se liquida el despojo económico, y la lucha en contra de éste no puede destruir  la democracia real.


Una  sociedad despolitizada, fragmentada, atomizada no es una sociedad que pueda elegir su destino. La mejor decisión es optar por la organización política de la sociedad
¡A organizarse¡       

   

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