lunes, 26 de septiembre de 2016

De condecoraciones y culpabilidades  compartidas



Como era de esperar, pues previsible es el comportamiento del poder, la Presidenta de la Asamblea Nacional ha propuesto otorgar el reconocimiento Manuela Sáenz a la ex mandataria argentina Cristina Fernandez  (de Kirchner),  lógico también resulta  que los asambleístas de PAIS la apoyaran.  Muchas voces en el país han levantado su rechazo a dicho reconocimiento, con argumentos absolutamente coherentes con la decencia y la ética. Pues, ¿A quién se le ocurre dar un reconocimiento de tanta importancia para la sociedad ecuatoriana, tomando en cuenta la manera en que la memoria colectiva ha recuperado la imagen de Manuela Sáez, a una persona que hoy se encuentra  en medio de vergonzosas acusaciones de corrupción en su país?   A quien más sino a los compañeros de ruta política de la Sra. Fernandez, los “revolucionarios” del gobierno correísta.


A simple vista es obvio que el gobierno ecuatoriano otorgue un reconocimiento al liderazgo de la Sra. Fernandez en Argentina, a fin de cuentas durante 10 años han compartido un proyecto  político que los hace próximos. Existe sin dudas una complicidad a veces implícita y otras veces  explícita entre los poderes políticos que tiene que ver con la defensa conjunta de sus proyectos gubernamentales, cosa que no es rara y que se ha visto en el caso de los gobiernos neoliberales e incluso de las dictaduras; fue absolutamente visible en la época de la Guerra Fría. En este sentido no es nada extraño. Tampoco es extraño que los poderes de turno, de cualquier tendencia, usen la memoria histórica de los pueblos para legitimar su poder.

¿Qué es lo nuevo en esta manipulación política del símbolo Manuela Sáez, que la hace detestable?

Primero: Se da en un contexto en que la mayoría de los representantes de los gobiernos progresistas están acusados de corrupción, por lo tanto cualquier reconocimiento que se haga a sus implicados resulta, se quiera o no, ser un elogio a la descomposición política del poder y particularmente de  los progresismos. Este hecho muestra no solo que el poder está absolutamente descompuesto, sino que tiene el cinismo de glorificar su putrefacción.

Segundo: El reconocimiento que se quiere hacer a la Sra. Fernández con el símbolo Manuela Sáez, si se toma en cuenta que el escándalo de corrupción del gobierno de los Kirchner es uno sino el más obsceno, lo que se logra es hacer miserable la memoria histórica de Manuela. Hay que tomar en cuenta que lo que se convierte en miseria no es Manuela, sino la memoria colectiva  ecuatoriana sobre la que se asienta la voluntad de lucha y dignidad de estos pueblos. Al final nos están dando una bofetada,  diciéndonos que las historias de lucha de nuestros pueblos terminan en  la indecencia de los corruptos.  

Tercero: A la representación colectiva de la feminidad de Manuela Sáez, la separa un abismo de la realidad del individuo Cristina Fernández. Un abismo infranqueable que los gobiernistas quieren obviar, con la intención de recuperar la legitimidad ética perdida no solo de la Sra. Fernández, sino de las mujeres que promueven este reconocimiento y con ellas la de todos los  falsos “revolucionarios”. Esta estrategia insulta la lucha de las mujeres a lo largo de la historia patriarcal, pues no puede haber mayor signo de sometimiento a la dominación masculina que el hecho indigno de que  las mujeres sirvan  a las demandas del capitalismo en su época de depredación y despojo. Uno de los más infames actos de despojo es la corrupción estatal que sustrae la riqueza social sin importar las consecuencias que esto tiene en la vida de los pueblos.
   
Cuarto: En una entrevista con C5N televisión, la  Sra. Fernández cínicamente  “condenó cualquier posible acto de corrupción que pudiera haber tenido lugar durante sus ocho años de gobierno y negó haberlos cometido ella misma.”  Solo a ellos se les ocurre que con su manipulación discursiva todavía pueden ocultar lo obvio, lo que todo el mundo ve: que los gobiernos progresistas en el mejor de los casos han continuado la práctica corrupta de sus antecesores neoliberales y en el peor la han afinado y profundizado. Es más seguro lo segundo, pues por una parte esta ha sido una década de mucha bonanza económica para el subcontinente, que la hemos pagado con la destrucción de nuestros pueblos y de la naturaleza que nos hospeda, mientras los poderes económicos de siempre crecieron y una clase media arribista y envidiosa de los privilegios de la burguesía (los falsos “revolucionarios”)  gracias a su paso por el Estado hoy se han constituido en nuevos grupos de poder económico.

No contenta con querer negar su participación en los actos de corrupción denunciados y en muchos casos evidenciados en Argentina, la Sra. Fernandez se atreve a decir: "Más que perseguirnos judicialmente, deberían darnos un Premio Nobel de economía".  Quizá cuando pide el premio en economía esté pensando en que  hay que tener mucha habilidad para volverse capitalistas de la noche a la mañana, hay que tener mucha destreza en el despojo para acumular el capital necesario y formarse como nueva burguesía en un santiamén. Sus amigos ecuatorianos no esperaron nada para hacer realidad el deseo de Cristina, a cambio del Nobel en Economía le dan una Manuela Sáenz, según dicen, por su liderazgo en Argentina, yo creo que es más por las exhibidas culpabilidades compartidas y defendidas.    

Es tarea de la sociedad rechazar la intención de premiar la corrupción estatal, es decir el despojo de nuestra riqueza social. Es tarea de la sociedad ecuatoriana que la memoria colectiva de nuestras luchas  y su símbolo no sea salpicada con la miseria política de los corruptos.
     



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