lunes, 19 de septiembre de 2016


¿Plan Cóndor o Conflictos de Capitales? 





Como parte de los aportes del presidente Rafael Correa a la retórica del Socialismo del Siglo XXI,  éste planteó la existencia de un nuevo Plan Cóndor en  contra de los “gobiernos progresistas” de América Latina. Aseveró  de manera textual: “Estamos viviendo un nuevo Plan Cóndor, como cuando se unieron dictaduras para aplastar justicias sociales. Se trata de golpes parlamentarios, de la judicialización de la política, caso Brasil y Argentina. Es un boicot a la integración regional, una arremetida feroz para destruir los movimientos progresistas”.

Inmediatamente la ex mandataria argentina Cristina Fernandez asumió el aporte de Correa y expresó: “Si antes fueron los grupos armados dentro de las instituciones militares latinoamericanas, ahora es con aparatos judiciales y mediáticos” como, según ella, se implementa el nuevo Plan Cóndor.  De esta manera, la observación política del presidente Correa gana espacio.


Si no se hace un análisis histórico y político serio, este discurso de retórica antiimperialista puede tener mucho impacto en la conciencia de la sociedad latinoamericana y particularmente de sus movimientos sociales y de los sectores de la izquierda. Se podría llegar a confundir momentos históricos distintos, proyectos político distintos, sujetos histórico-políticos diferentes. Lo que es más preocupante, hacer creer a los pueblos del subcontinente que los progresismos fueron ciertamente un proyecto de transformación social para América Latina.

Hagamos una breve revisión histórica de lo que fue el Plan Cóndor.  La operación denominada Plan Cóndor fue  una estrategia coordinada entre el poder del Estado norteamericano  y las cúpulas de los regímenes dictatoriales de Sudamérica  en las décadas de los 70s y 80s, en función de detener el avance de  las luchas populares expresadas en los movimientos políticos de izquierda conocidos como movimientos guerrilleros  de Liberación Nacional, cuyo proceso referencial era la Revolución Cubana.  Este acuerdo para la dominación contemplaba la institucionalización de una política abiertamente represiva de seguimiento, vigilancia, hostigamiento, amenazas,  detención, torturas, desapariciones y asesinatos extrajudiciales, contra toda organización social o individuos que era considerada un peligro para el statu quo.  Nominadas  las organizaciones de resistencia y lucha popular como subversivas del orden social establecido y, por lo tanto, opuestas a la dominación del Estado norteamericano en la región, que protegían las Dictaduras militares, se convertía en el objetivo del Plan Cóndor.          

Como ya muchos teóricos de izquierda han propuesto, el Plan Cóndor fue una organización del poder internacional que, a través de las dictaduras militares,  instrumentalizó el asesinato de miles de militantes de izquierda y de organizaciones populares como forma de detener los procesos de transformación social en el continente.  El Plan Cóndor puede ser considerado sin equívoco una estrategia de  terrorismo de Estado para combatir la lucha social en la década de los 70 y 80 en América del Sur.  Está  claro que este plan era parte de la estructura de dominación de clases de la burguesía imperialista en complicidad con los grupos de poder locales, para mantener su poder económico y político en la Región.   

Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿qué tienen que ver este momento histórico, años 70s y 80s, con el actual periodo histórico?

  
A nivel global, el actual momento histórico se caracteriza no por la supremacía unipolar del poder norteamericano, sino por  una clara disputa de la hegemonía mundial del capitalismo, entre el eje norteatlántico dirigido por el Estado Norteamericano y el eje asiático dirigido por la China. Esta disputa del poder planetario, a su vez,  es menos una disputa de poderes centrado en los Estado Nacionales y más una disputa de poderes concentrados en las corporaciones transaccionales y sus organismos internacionales (FMI, OMC, OMS, etc.). Más aún, al igual que muchos teóricos críticos, diría que la disputa actual se da entre el poder del capital con sus distintas banderas e instrumentos y la humanidad en su diversidad.     

A nivel regional,  en el  momento actual la más vieja guerrilla del continente ha firmado un acuerdo de paz con el gobierno de Colombia que cuenta con la aprobación de la mayoría de la sociedad colombiana y latinoamericana, con lo cual se cierra un ciclo histórico de luchas guerrilleras en el subcontinente. La Cuba socialista está por poner fin a más de medio siglo de bloqueo por efecto del restablecimiento de relaciones con el Estado norteamericano, a partir de este paso la isla pronto entrará de lleno al mercado global, con todo lo que ello supone para el proyecto socialista cubano. Lamentablemente, el proyecto socialista en clave latinoamericana se pone en paréntesis con la entrada de Cuba a la globalización capitalista.       

En el continente ya no gobiernan dictaduras militares, al menos en el marco de lo que la teoría liberal entiende por dictadura.  Se supone que para los años 90s del siglo pasado se restableció la democracia en América Latina, la misma que coincidió con el ciclo de los gobiernos claramente  neoliberales que modificaron el patrón de dominación y  generaron nuevos problemas económicos, político y sociales,  que a su vez dieron paso a otro tipo de demandas sociales y a otro tipo de organización y resistencia popular.  Se puede decir que la estructura del conflicto de clase sufrió algunas variaciones, pues se produjo un cambio en las relaciones capital-trabajo-naturaleza que provocó un cambio  en la correlación de fuerza en tensión, el mismo que  se visibilizó en un rápido desgaste de los gobiernos democráticos, es decir en la estructura del poder político. La rápida pérdida de la hegemonía neoliberal  abrió otro periodo importante de lucha popular cuya organización  ya no era político militar (guerrillas), sino masivas movilizaciones sociales que defenestraban gobiernos y que ponían en riesgo la estructura política dominación.

Es en este nuevo contexto de resistencia y lucha popular anti neoliberal que llegan al poder del Estado los gobiernos progresistas, los cuales a pesar de que logran ser gobierno por la lucha social en poco tiempo pactan con los grupos de poder económico local e internacional que se alineaban principalmente  con el eje del capital asiático. Como bien lo señala Raúl Zibechi,  los progresistas comparten mucho con los criollos que en la época de la independencia se aliaron al nuevo poder anglosajón en detrimento del poder de la Corona española. En otras palabras, los progresistas al igual que los criollos simplemente cambiaron de amo, no hay de ninguna manera un proyecto de transformación social real.  Es verdad que esta disputa hegemónica, el poder norteamericano tendrá sus planes para detener el avance del poder asiático en la región y para eso contará con aliados locales, eso es indiscutible. Esto, sin embargo, nada tiene que ver con los planes del poder capitalista en contra de la humanidad, para esto los capitales suelen trabajar juntos. De hecho los gobiernos progresistas han cumplido un importante papel en la contención de la lucha antineoliberal y antiextractivista en el continente.     

De lo dicho se desprende  que el proyecto de los progresistas poco o nada tiene que ver con el proyecto político de los movimientos de liberación nacional de los años 70s y 80s. En primer lugar  los progresismos han sido gobierno, han administrado el poder del Estado capitalista en función de entregar la riqueza social al capital asiático y lograr con dicha alianza constituirse en nuevos grupos de poder económico local,  en el marco de los negocios extractivos y la inmensa, y muchas veces innecesaria, inversión en megas infraestructuras  y servicios, que hoy ellos o los gobiernos de derecha que vendrán entregarán con beneficio de inventario  a manos privadas.  En segundo lugar, los que implementaron un plan de poder de dominación, basado en la criminalización y judicializado la lucha social (vigilancia, persecución, amenazas, chantajes, detención, enjuiciamiento.), en el control de la comunicación y la manipulación ideológica, en la destrucción de las organizaciones sociales  han sido ellos, los gobiernos progresistas. Lo que falta por averiguar es si este plan de dominación fue concebido con la China o es de cosecha propia. No hay que olvidar que todos los progresistas asumieron como propio el discurso del terrorismo para atacar la lucha de los pueblos por la dignidad, la vida y los territorios.

Los proyectos progresistas de la última década no pasaron de ser un intento de modernización conservadora  del capitalismo, asentada en la expansión y profundización de la acumulación de capital en base al extractivismo. Cómo es conocido el extractivismo es la forma de acumulación por desposesión, lo que supone despojo de territorios, destrucción de culturas, destrucción de la naturaleza, expulsión de pueblos, etc.,  lógica que obviamente genera una elevación significativa en la conflictividad social, frente a la cual hay que implementar un plan de dominación que detenga la lucha popular. Realmente creo que si hay que hablar de un nuevo Plan Cóndor hay que hablar del que implementaron los progresismos en contra de los  pueblos de Latinoamérica y de  las lucha sociales antiextractivas en esta última década.

Dos puntualizaciones últimas. 1.) La inversión en infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos, hospitales, escuelas, etc. no es en sí misma una política de transformación social, pues sino está acompañada de un cambio en las estructuras de dominación y de desigualdad, aunque coyunturalmente implique una mínima reducción de la pobreza social,  no es más que circulación y acumulación de capital vía inversión estatal, que favorece a las grandes corporaciones, y que al final generara más desigualdad por desacumulación de la riqueza social. 2) El hecho de que en varios de los gobiernos progresistas, que no es el caso del Ecuador, los principales representantes hayan sido parte de los movimientos de izquierda de los años 70s y 80s  no hace de los proyectos gubernamentales progresistas, proyectos revolucionarios. No son los individuos los que hacen los procesos revolucionarios, al contrario son éstos últimos los que determinan el acto individual como un acto revolucionario. Además una revolución no es un asunto de caudillos, sino de pueblos en lucha.             

Por último,  como dice el dicho popular, en pelea de blancos (capitales, burguesías)  los pueblos no se meten, no es nuestra pelea. Ahora los progresistas pegan el grito de auxilio por el supuesto nuevo  Plan Cóndor, cuando ellos mismo hace rato que pactaron con el capitalismo más salvaje, cuando entre sus funcionarios más destacados estuvieron viejos y conocidos miembros de la vieja oligarquía latinoamericana, viejos y conocidos teóricos neoliberales dirigiendo la  economía progresista, cuando han sido cómplices de uno de los mayores atracos a la riqueza social de nuestros pueblos, cuando han sido gestores del peor golpe ideológico a la utopía socialista y a la izquierda latinoamericana.       

Su vanidad no puede cerrar el abismo que hay entre un proyecto popular de transformación social y un proyecto de modernización de capital basado en el más depredador extractivismo.  Deben ser juzgados por la historia y por la lucha social.




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