jueves, 20 de octubre de 2022

Proyecto de investigación: El espíritu caracola y la espiritualidad espiral 2022

Proyecto de investigación: El espíritu caracola y la espiritualidad espiral 2022

Directora Natalia Sierra Freire

Pontificia Universidad Católica del Ecuador




Entrevistas realizadas a la comunidad ecoespiritual de Iglesias sin Minería 


Se plantearon las siguientes preguntas a 10 informantes hombres y mujeres:  

Qué es para mí el cosmos/ cómo lo siento / cómo lo percibo / cómo me conecto con él / dónde lo siento /cuándo lo siento?

 

 Informante 1  Moema Miranda (Brasil) 

Quando estou em frente a uma “folha de papel em branco” - ou a uma “tela de computador em branco” -  para escrever com letras pretas sobre coisas que vem do coração, me sinto como quem tem que pular de uma pedra bem alta em um rio profundo...um salto que sempre traz memórias sentidas, guardadas no fundo dos vários corações do meu corpo: dos amores com que amei e fui amada; dos filhos e filhas que estando bem dentro de mim, aninhados, vieram à luz; dos momentos tão lindos em que Deus me disse um “oi” e eu comecei a chorar; das lutas que há tantos milênios estamos lutando por um mundo melhor...e também das quase infinitas lutas que estamos perdendo...e como seguimos amando, que é o único jeito de não perder a esperança, de não desistir de nós...nós, todos os seres viventes deste mundo de tantos mundos.

Mas a página em branco, que vai ficando cheia de letras pretas, deixa de fora, porque não cabem nas letras, um monte de outros amores e dores. Se eu fosse poetisa seria mais fácil falar do cosmos...ou daquilo que os gregos chamaram cosmos e a gente segue chamando também!

Quando sentir/penso no cosmos, como agora, sabe o que me vem? As quantidades infinitas ... são elas as que mais me co-movem: as quase infinitas estrelas, asteroides, buracos negros e tantas outras coisas que existem no pluriverso. E nós, aqui, neste pequeníssimo planeta, em um canto de uma galáxia de um dos muitos universos do pluriverso, pensando em todas as imensidões que Giordano Bruno entendeu que só bem pouco podemos imaginar.

Despois, penso em todos estes seres que habitam o meu ser: a flora intestinal, cheia de “comensais” que comem comigo e só por isto posso digerir o sol que está nas folhas que vou mastigando de a pouco...e só elas podem comer energia do sol e transformar em força para a gente amar. E são tantas células não “humanas” no meu corpo humano...e estas quantidades infinitas que estão em mim, me entretecem com as estrelas super-novas das galáxias distantes! Mas me conectam, também, com as quantidades infinitas de seres que habitam o solo, as comunidades de vida do criptomundo, abaixo nos nossos pés. E são tantos e tantos. E, falando do criptomundo, lembro de todos os mortos que morreram e ainda esperam que façamos justiça, para que não tenham que morrer de novo... quantidades infinitas de mártires, de inocentes, de justos, de mulheres de tantas sabedorias...mortos que esperam de nós que sigamos o Caminho.

E, claro, teria também que falar dos anjos, dos bons espíritos, dos perfumes...todos estes seres que vão tecendo o mundo que os gregos chamaram cosmos, já sabendo de quantos não-cosmos é feito cada cosmos! Quanto de caos é necessário para tudo isto seguir vivendo, respirando, suavemente, docemente...vivendo assim, em quantidades infinitas, misturadas, imersas em Deus

Cómo siento o cómo sentimos y entendemos el cuidado?

Já o cuidado, me remete ao pequeno, ao menor...aos gestos delicados, pequenininhos. O cuidado sempre me lembra doçura e mansidão. Me leva para bem perto de São Francisco em um poema do Vinicius de Moraes, querido poeta nosso, que falava de São Francisquinho, andando pelo caminho, bem pobrezinho...O cuidado é este bem querer delicado, atento mas não obsessivo. A presença que enche o coração de ternura, de vontade de fazer o bem...ou de alegria de ter feito algum bem. O cuidado também me remete a calma. E, em mim, se associa à brisa suave onde se pode sentir o carinho de Deus...e descansar! 


Informante 2  Isabel Padilla Desde la práctica afrodescendiente 

Cosmos es el conjunto dé todas   las cosas que existieron, existen y existirán en el mundo. Lo que podemos tocar, sentir, percibir, etc.

El espacio de la comunidad, nos permite recrear algunos imaginarios de vida, que nos dan identidad y sentido de pertenencia al grupo; así vemos que la cultura y la espiritualidad, ha permitido a los afrodescendientes, mantener la historia viva de generación en generación, Una historia cargada de cruces y luces.

Cuando hablamos de cosmovisión, recurrimos a los imaginarios simbólicos, como los ritos, los mitos, las leyendas, tradiciones, los saberes ancestrales y las prácticas cotidianas que los ancestros cultivaron y multiplicaron a lo largo de la historia.

Todos esos saberes, nos permiten conectarnos con el mundo pasado, presente y futuro.   Las décimas, los cuentos, las leyendas, la música, los alimentos, dan testimonio de cómo hemos percibido el mundo, cada una de esas expresiones culturales, va cargada de mensajes a lo humano, a lo divino, etc., por ejemplo, a través de una décima se puede descifrar las problemáticas socio ambientales, políticas, culturales, religiosas que está atravesando la comunidad, porque articula las prácticas de convivencia diaria y la experiencia

Cuidar es preservar, guardar, conservar, asistir, ayudarse uno mismo y ayudar a otros.

Por eso debemos de cuidar todo lo que nos rodea y nos permite vivir, como son las otras personas, la familia, la comunidad, el aire, el agua, el sol, las plantas, los animales, conservar la cultura, es decir todo lo nos permite mantenernos vivos; por tal, motivo debemos de cuidarlo y protegerlo. La falta de cuidado de la ecología, naturaleza y el ambiente ha provocado los desastres naturales las inundaciones, la pérdida de biodiversidad, las sequías, el cambio climático, que afectan a las poblaciones más débiles y desprotegidas y los territorios que viven los afrodescendientes son muy afectados.

Cuidar es no destruir los territorios, no talar los árboles, no contaminar los ríos, no permitir el extrativismo.  Utilizar solo lo necesario y conservar para las futuras generaciones.

 

Informante 3  César Espinoza,  sacerdote de los Claretianos. Vive y trabaja en Guatemala acompañando las comunidades de resistencia a la minería.

El cosmos la totalidad. Lo siento como un misterio. Lo percibo infinito y siempre más allá. En el día a día, en la cotidianidad, en la parte del cosmos donde me muevo, donde interactúo, donde siento y pienso. Cuando tomo conciencia de él me conecto con él.

El cuidado es misión. Me asemeja a Dios en su amor y servicio. Es una de las concreciones de ese amor hacia mí, hacia el otro-yo, hacia el cosmos en su diversidad y dinamismos.

 

Informante 4  Daniela Andrade  Iquitos Perú 

Esta pregunta me ha hecho pensar en el cosmos. En realidad, creo que no es algo en lo que pienso o siento a menudo.

Esa concepción de cosmos, me parece un poco lejana, desapegada a mis sentires o mociones respecto al mundo en el que habitamos. Puede ser porque ese término no ha sido algo familiar o cercano en mis construcciones, nada más.

Dicho esto, hago un ejercicio de sentir y pensar en lo que me rodea, en el espacio en el que habito y habitamos, y lo que pienso y siento fuera de ese espacio en el que físicamente existo.

Siento ese cosmos, como la totalidad del mundo terrenal en el que nos desenvolvemos, donde comemos, dormimos, vamos al baño, nos enfermamos, nos sanamos, pero también el espacio que nos supera, donde se desarrolla la vida con la que nos relacionamos de manera espiritual.  

Lo siento cuando creo, más allá de lo que veo, cuando sé que debajo del río, que veo desde mi balcón hay vida, hay ciudades, hay gente. Cuando confío en las plantas para sanar y curar. Cuando me siento acompañada a pesar de saberme sola. Cuando pido que bendiciones y protecciones para mi hijo.

Mi sentir de cuidado está estrechamente ligado con la concepción de solidaridad y fraternidad. El cuidado implica la vida plena y digna para todas y todos, tomando en cuenta la diversidad de sentires, pensamientos, prioridades y miradas del mundo. El cuidado es encontrarnos en el respeto y la valorización de lo que la otra persona sienta y piensa, aunque sea distinto a lo que nosotros consideramos. Juzgar y juzgarnos nos ha hecho mucho daño como sociedad, nos ha excluido y nos ha hecho excluyentes, por eso para mí el cuidado es abrazar lo diverso, asumirlo y defenderlo. Es un principio que habíamos olvidado y que poco a poco se va restaurando, pero me parece clave en este sentir el cuidado.

En general, creo que he construido un sentir más antropocéntrico del cuidado, desear y buscar la libertad, la dignidad, la justicia para las personas, optar en la vida por construir eso, caminar desde esa opción. Este concepto de la Casa Común, del todo esta interligada, también me suena a un lugar común, muchas veces manoseado y vaciado de sentido. Que está en la cabeza, pero no llega al corazón…Pero en este caminar, voy sintiendo el cuidado desde un sentir más allá de las personas, sino en esa extensión con todo lo que compartimos en este espacio y lo que esta fuera de ello, pero que construye la vida aquí. Las mujeres indígenas han abierto en mi una nueva sensibilidad del cuidado. Su relación con el río y la selva, sobre todo con el río y las plantas, con los espíritus que se abren y revelan ante ellas, en los sueños, como espacio íntimo y sagrado, respetado y asumido como la búsqueda de una verdad. Aquí cobra sentido esa concepción del cuerpo – territorio. El sentir de lo femenino, de una maternidad, que va más allá de esa maternidad occidental (de los hijos que se han parido del vientre) sino de una maternidad, que nos supera, en nuestra misma humanidad, una maternidad que cuida la armonía y el equilibrio, basada en la reciprocidad, y otra vez, volvemos a la solidaridad y la fraternidad, pero no solo humana, sino de todo lo que nos rodea, que vemos y no vemos, lo que habita aquí y en otro espacio, pero que también cuida y guarda esa armonía. Sonia Caritimani, lideresa kukama dice, que cuando se pesca más allá de lo debido, sin dejar para otros, la madre de la cocha se enoja y no bota más pescado, y en la noche, te hace soñar, te advierte, para que rectifiques.  Sonia, habla del río, como de una hija, o de una hermana, su voz se corta cuando te cuenta como vio pasar las vetas negras del río cuando se vivieron uno de los peores derrames de petróleo de la última década. “Cómo va a seguir viviendo nuestro río” decía entre lágrimas. Cuando esa armonía  se rompe, decía Juarez Munduruku (cacique que enfrenta la minería en el territorio del Tapajós – Brasil)  “esa gran mano que sostiene el mundo, quiebra un dedo, y el mundo queda virado” y por eso pasa lo que nos pasa.

Para mí, el cuidado, está profundamente vinculado a una relación espiritual con el Dios en que creo, amoroso, presente y cercano, que me empuja a cuidar.


Informante 5 Eleazar López Hernández, México, marzo 2022 

Para mí la Tierra es nuestra madre -no sólo mía de manera individual, sino de todos los seres vivos, la gran familia de la Creación-. Ella es la que hace posible la vida con todo lo que se necesita para mantenernos en la existencia cotidiana: minerales, aire, calor, agua. Por eso, cada que respiro, cada que, como algún fruto de la tierra, cada que siento la ternura del entorno, cada que tomo el agua de sus entrañas, siento que me conecto con ella, comulgo con ella. Y de esa manera ella me abraza y yo la abrazo y experimento la presencia tangible del Dios de la Vida (Ipalnemohuani), que está cerca y junto de mí (Tloque-Nahuaque), que es Corazón del Cielo-Corazón de la Tierra.

 

De niño, cuando vivía en mi comunidad nativa, mis padres me llevaban al mar para conectarme con la inmensidad de la presencia de la Sagrada Agua (Nisado´), de donde, según nuestros mitos fundantes, procedemos todos los zapotecas y toda la humanidad (pues somos bin-nisa = hijos del agua, hijos de la lluvia, que hace fecunda la tierra para que a diario ella siga pariendo la pluriforme diversidad de seres creados y formados por ella). También me llevaban al cerro y a los ojos de agua de Laoyaga y Tlacotepec, donde me sumergían en el agua y me ponían así en el regazo de esta amorosa madre. Y me hacían cabalgar y repartir los frutos de la tierra en la fiesta patronal. Y, si en esa festividad llovía, era para nosotros expresión del gozo de la Madre Tierra por lo que que hacíamos en su honor.

 

Cuando, por la formación sacerdotal recibida en la Iglesia, otra perspectiva entró en mi mente y corazón, experimenté un alejamiento personal de los modos de vivir la relación con la Madre Tierra que mi pueblo me hacía inculcado. Mi confusión fue terrible pues se me empujaba a optar entre una u otra perspectiva. Sólo después de una  reconversión y reencuentro con mis raíces, volví a identificarme con esta práctica ecológica profunda de mis antepasados. Y, mediante la teología india cristiana, entiendo ahora que existen muchas diferencias entre ambas prácticas, pero no he encontrado incompatibilidad absoluta con la propuesta fundamental de Jesús. Si es el mismo Dios en ambas vertientes religiosas, su proyecto es el mismo. Él se revela a todos los pueblos según las culturas de estos pueblos y ellos lo reciben y colaboran con Él a través de sus culturas y de su historia. No puede ser de otra manera: el Evangelio de Jesús se recibe en el evangelio de los pueblos. 

En mi experiencia, al servicio de la pastoral indígena más allá de mi propio pueblo, he tenido que elaborar una práctica ecológica que retoma lo principal (el corazón) de la propuesta de mi pueblo y trato de compaginarlo con los esquemas de otros pueblos y en diálogo con los planteamientos de mi iglesia. En ese proceso yo me hice el siguiente razonamiento: si Dios como Cozana está dando vida todos los días a la creación, nosotros lo humanos debemos ser igualmente cozanas para dar vida a los demás haciéndonos cargo de ellos y también de la Madre Tierra, la Pachamama. Esto implica no contaminarla, no desperdiciar el agua, no permitir que se privatice; unir esfuerzos para pelear por los derechos de la Madre Tierra. Y es entonces cuando entiendo mejor lo que mis mayores me enseñaron: todos hemos sido creados con = polvo cósmico; estamos asentados en Layú = una porción de la tierra (territorio) con la que creamos vínculos de familia que tiene una identidad por su cultura e historia particular, pero todos somos hermanos de la gran familia humana que habita esta Casa Común, el Guidxilayú = el planeta tierra. La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a ella; somos sus guardianes y sus colaboradores para que la vida continúe y se haga más plena para todos.  

Informante  6 Asunta Montoya  Perú 

Lo sentía tan lejos y tan cerca. No podía tocarlo con las manos, pero lo tocaba con mi chiquitud, con mi corazón, lo sentía parte de mí, cuando jugando nos “repartíamos” las estrellas, las nubes, las montañas y cuando nos bañábamos en los brazos de los ríos. Éramos parte del universo, la tierra el mundo. Y el mundo era parte de nosotros. El mundo era nuestra casa y de todos. Hasta que un día todo se rompió.

Tenía 6 o 7 años entonces, cuando papá nos dijo que viajaremos a la ¡civilización! ¡el progreso!: Lima, la capital. Sentí miedo y alegría a la vez. Había escuchado de Lima, papá que conocía casi todo el Perú, nos había contado algunas cosas y me quedaba siempre impresionada. Solía decirnos siempre a mi mamá y a mis hermanas y hermano que si nos quedábamos en el pueblo “no tendríamos nunca futuro”.

Cobijada por esas palaras, viajamos a la “ciudad”. No importó las incomodidades de la peregrinación. Un mundo nuevo nos esperaba. Atrás quedó el campo con todos los recuerdos y llegamos. La fascinación de todo lo nuevo y diferente nos enmudeció: desde los caramelos de todos los colores envueltos en lindos plásticos, hasta los centros comerciales, carros, edificios, la gente de mil colores. Era verdad, era otro mundo. Al pasar el tiempo me sentí “desnuda” / era nada /éramos nada/ éramos “nadie”/ no teníamos  nombre. Éramos uno más del “montón”. No existíamos. Nuestro mundo de color verde perdió para siempre. Estábamos desconectados del cosmos, de nuestro ombligo el universo. Sin identidad.

Las estrellas se habían convertido en focos de focos. Los caballos en ómnibus. Las montañas en montículos de arena y basurales. Las siembras y las cosechas en supermercados. Las casas en “cárceles”. Tuvo que pasar mucho tiempo para acostumbrarme, acostumbrarnos a vivir de otra manera. Aunque creo que nunca pude integrarme, del todo a este otro mundo, mi juventud fue buscando nuevas formas de ser y estar. A mis 16 años, comencé a “pelearle” a este otro mundo un espacio digno para seguir viviendo, conectada siempre a mi chiquitud-mi tierra, tratamos en Lima de seguir conectadas con la gente que migró también, para celebrar nuestras costumbres, hablar de nosotros y seguir contando nuestros cuentos.

Cuando terminé la secundaria ya estaba ayudando en la parroquia ceca a la casita en que vivíamos, y pronto junto a la comunidad estábamos apoyando las huelgas de los mineros que llegaban a Lima para hacerse escuchar. Comulgué con sus “marchas de sacrificio” y no quise estudiar en la universidad. Eran tiempos del “obrerismo revolucionario” y de alguna manera me enrolé con ello. Fui a trabajar a la fábrica para organizar sindicatos y participar en el movimiento obrero. Sentíamos que la revolución estaba pronto. Así me casé con Pedro, que también participaba del MIR. Fuimos tejiendo nuestra vida y formando familia. La revolución nunca llegó, pero, sentí que mi “mundo volvió”. Me volví a conectar. Traje en mi interior, a mi mundo a este otro mundo.

Siento que vivir (no necesariamente físicamente en el campo), podemos estar, sentir, oler y estar en comunión con la tierra y con todo lo que hay en ella. El estar y vivir en redes de comunidades, en organizaciones, siento que el universo nos sostiene donde cabemos todos y todas, nos sostiene y nosotros lo sostenemos. Siento que no estoy sola, que estamos conectados-as, siendo parte de un todo el mundo o como le llamemos.

El mundo ha cambiado y seguirá cambiando. Y yo y nosotros también. Pero, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, nuestra vida en comunión de amor, respeto y de cuidado mutuo con el cosmos, el universo, la tierra y con todo lo que en existe nos mantendrá “vivos” y seremos dignos y dignas del don de la vida que no nos pertenece, sino al cosmos.

Informante 7  Maudilia López   Guatemala

 

El cosmos para mí y para mi comunidad, es la vida, es el alimento, es la madre, es rostro de Dios.

Cuando se habla de la tierra, del agua, de la naturaleza, de la lluvia se dice Madre Dios, cuando se habla del aire, de la tempestad, se dice padre Dios. Esa es la espiritualidad de mi pueblo. Es un entorno donde vive Dios y estamos en su casa. Dios en nuestra vida diaria. Entonces yo he aprendido a apreciar la naturaleza y sentir en ella a Dios presente. Yo siento que es parte de mi vida. Mi mamá me ha transmitido esa enseñanza, ella se siente feliz con su siembre, con su cosecha, con su bosque, con sus animales, ese cariño por la tierra lo he recibido de ella.

Me conecto con la naturaleza, desde niña he tenido una vida contemplativa y de oración a través de la naturaleza.

 El cuidado de la naturaleza los siento y lo vivo en mi casa, cuidando y reciclando el agua, el agua que uso para lavar platos y lavar ropa lo utilizo para regar mis plantas, estamos haciendo abono orgánico, voy sembrando árboles, huertos, flores. En mi casa hay muchos pajaritos porque he convertido el área en una pequeña selva.

Estamos haciendo mucha conciencia para para cuidar la tierra, nuestros abuelos nos han enseñado el cariño por la tierra, pero hay una influencia capitalista que nos mete la idea del consumismo y que genera contaminación por la basura, comida chatarra especialmente una contaminación ideológica donde solo se piensa en el dinero pero la vida no se trata solo de dinero. Por eso nuestros pueblos mantienen el sistema milpa donde todos comemos, es un círculo de armonía comunitario con los animales. Este sistema no es rentable económicamente, pero es rentable para mantenimiento de la espiritualidad porque de ahí gira nuestra vida espiritual. Sembrar milpa no genera dinero pero nos da vida, hay comida para todos, todos los tipos de animales comen de esa comida y así el círculo de la vida prevalece.


Informante 8  Rafael Savoia (sacerdote  de los combonianos) acompaña a las comunidades afro en Colombia y Ecuador.

La propuesta de la espiritualidad ‘caracola’ como clave de interpretación de las religiones populares como la afro e indígena es un instrumento válido también para las comunidades tradicionales afro al finalizar los años 60 y en los 70.

La vida estaba en el pueblo en las vivencias diarias a orillas de los ríos como el Santiago y esteros como el Wimbí y el María. La selva dominaba y rodeaba los pueblos. En el monte estaban los espíritus ‘buenos’ que permitan sacar el sustento de cada día y los ‘malos’ de los cuales había que protegerse como la Tunda. La mayoría de los que pedían bautismo pensaba y decía que así se salvaba al niño de las garras de la Tunda. Los varones iban al monte, pero solicitaban “un santo Cristo o crucifico para que los protegiera de los ‘malos espíritus’ en la selva. A los difuntos se les hacían las novenas y se les cantaban ‘alabados’ para facilitarles el camino a la “Gloria”.

Un mundo influenciado por la cosmovisión grupos africanos, que no hacen una ruptura entre naturaleza, hombre y Dios. La tierra da comida y lo necesario para vivir en dignidad y el territorio garantiza la libertad. Un autor hacia esta observación: “Desde la cosmovisión afro consideramos por espiritualidad la fuerza del vivir que abunda en todo en cuanto hay y que define la relación en el cosmos como potencia. Referente al ser humano, una espiritualidad vivida desde la cotidianidad supone agudizar el ser, abrirse a las fuerzas de la naturaleza. El afro al vivir en comunidad tiene su forma de celebrar el nacimiento y unir a esta humanidad emergente a la tierra a través de la ‘ombligada, de considerar las plantas como el complemento de nuestro ser para alimentarnos, pero también para sanarnos”`

Manifietan los afros: “La naturaleza nos envuelve, la madre tierra nos ofrece comida, vida, aire para respirar, es la casa común, sagrada”. Todo es sagrado, inclusive los bichos malos u dañinos. Me decía un hombre afro campesino del estero María en el norte de Esmeradlas: “Cuando limpio una cuadra de monte trazo el límite de los cuatro costados orando y rociando con agua bendita, pero dejo siempre un espacio para no cerrar totalmente para que hasta los bichos malos salgan a hacer su vida en otra parte”. O sea, se pide perdón para limpiar o tumbar el monte y se asegura la vida de todo ser, al mismo tiempo que labra lo que le sirve día a día, sin acaparrar tierra ha expensa de la selva don de Dios y respeta cada ser.

Lo mismo vale para las personas que playan oro de forma artesanal. No dañan el medio ambiente y se sienten una sola cosa con el rio y las mismas piedras y arenas donde aparecen los granitos de oro. Todo es don Dios, por eso la gente se persigna al encontrar su oro de cada día. Quedan horrorizados por la destrucción de las retroexcavador que destruyen la capa biológica y cuando se van, dejan atrás cráteres llenos de gua pútridas en  medio de grandes extensiones de  piedras y  cascajo

Por eso ahora los ‘malos espíritus’ se han concretizado en las retroexcavadoras y las motosierras que destruyen el monte para sacar provecho a favor de los de afuera, de las compañías oreras y madereras, dejando a la gente peor que antes con aguas contaminadas y sin madera para construir, reduciendo los ‘colinos’ que daban alimento. Se cazaba y trabajaba los suficiente para vivir. Se maravillaban los blancos que la gente no se preocupara para acumular para el mañana. Pero así salvaguardaron los bosques y todo tipo de recursos mineros y forestales para la vida de los ‘renacientes’. Ahora todo está al revés y no se sabe cómo va a acabar. 

Solo Dios la Virgen María nuestra Madre y nuestros santos protectores nos pueden liberar de estos ‘diablos’ que nos han cambiado la vida. Pedimos que nos bendiga la selva y los ríos y que el Señor no de fuerza para unirnos luchar contra los foráneos y las Compañías: ayer la Compañía inglesa Land Company, la Playa Rica Minning Company,  la United Fruit Land Company, La Casa Tagua, las bananeras de los años 40 y 50. En la actualidad las compañías mineras y oreras  se apoyan en los paramilitares y otras fuerzas ilegales (en particular colombianas) que favorecen el despojo  y el robo de los bienes que Dios nos ha dado. Algunos se han dejado seducir por las Compañías para que vendieran sus tierras y se quedaran como peones, pero otros resistieron como nuestros ancestros que compraron el territorio de la Comuna Rio Santiago Cayapas a peso de oro.

Hemos tenido gente valiente que no se ha dejado seducir como Gabino Valencia que no vendió su terreno a la compañía Astral, junto con otros que tenían fe en Dios y salvaron la Comuna para nosotros. Por la fe de Hermógenes Valencia conseguimos que se revitalizara la Comuna con la abundancia de recursos forestales y mineros. Aunque ha habido compañeros que se dejaron sobornar.

En la actualidad el daño de las nuevas Compañías es irreparable. Quien protesta lo acosan, lo obligan a irse o lo matan como sucedió a numerosos compañeros que se han opuesto a las mineras y a las madereras que tenían apoyo del Estado y de sus propios hombres.

 Sabemos que unidos con el favor de Dios podemos sobrevivir y conseguir una vida digna y en libertad por la que pelearon nuestros ancestros y cimarrones. Juan García sintetiza el pensamiento del pueblo afro de los ríos: “Lo que la gente siempre ha hablado es vivir en dignidad que también es una traducción de vivir tranquilo, sin conflicto con el otro, con el poderoso, con el que tiene poder, con el distinto, con el racializador, eso es lo que siempre los ancianos decían, “mire, déjeme tranquilo aquí donde yo estoy, siga no más Usted con su dinero, por allá. Usted es el patrón y yo soy el peón, pero vivo aquí en mi casita”. Mi abuela lo decía ¿no? “Yo no le quiero trabajar a ningún blanco, yo quiero vivir en mi monte con dignidad”. Continua Juan García “…para este pueblo lo más importante fue recuperar el ser, sentimiento de ser persona…Hasta que la gente no me vea como igual, el buen vivir no tendrá sentido para mí, ni siquiera porque tenga un auto, un salario de $1000, mucha comida y todo asfaltado…Entonces el buen vivir para la comunidad afroecuatoriana debería empezar por la dignidad del ser persona”. Hace falta la unión, la organización, la voluntad política para empezar por lo más necesario territorio, agua, educación desarrollo sostenible y sobre todo recuperar la energía de resistencia y liberación enraizada en la espiritualidad de las comunidades tradicionales afro que les ha permitido resistir, luchar con espíritu cimarrón por siglos, para lograr para los afros, los indígenas, mestizos y los ‘condenados de la tierra’ en dignidad y libertad. La ‘caracola’ como clave de lectura unificadora de la práctica cotidiana de las comunidades afro es un avance, ya que visibiliza la lucha contra el capitalismo mercantilista y la explotación salvaje de los recursos- Al mismo tiempo ofrece alternativas a partir de la fe del pueblo afro que lo ha fortalecido a lo largo de siglos de esclavitud y cimarronaje, en base al principio “’Ubuntu’, Soy porque somos”.


Informante 9  Viviana Vaca Chile

A lo largo de los años y de los caminos recorridos, la comprensión finita que tenía del mundo como tal se fue modificando. La educación recibida en mis primeros años, la visión del mundo que imperaba en esos tiempos, nada tenía que ver con lo “cósmico” sino con lo concreto y racional: Tierra-Cielo y el “hombre” (nunca ser humano… hombre-mujer…) como dueño y señor de todo lo creado.

Gracias al Espíritu de Dios presente y vivo en la Creación, gracias a la sabiduría de los Pueblos Indígenas en las que comencé a beber desde hace más de treinta años; gracias al Pueblo Mapuche que me ha permitido andar la huella de la vida con ellos, voy descubriendo -cada día un poquito más- el sentido profundo del cosmos.

Siento que la especie humana forma parte de este cosmos, desde su lugar particular y único, tal como es particular y única cada especie en este universo.

Al vivir en un pequeño pueblo de la Patagonia argentina, en zona de pre cordillera, rodeada de montañas, ríos, arroyos, lagos…, visitando las comunidades mapuches y campesinas, en contacto permanente con chivos, ovejas, caballos, liebres, zorros, gallinas, águilas, cóndores…; transitando épocas de frío, con lluvia y nieve… también de calor, con duras épocas de sequía… es tan palpable la riqueza y diversidad que nos habita que me llena de gozo contemplarla y poder vivir donde vivo. 

Por otro lado, la idea de cosmos nos proyecta a una mirada amplia. No sólo pensar en la magnitud del Universo sino también las diferentes dimensiones dentro del lugar que habitamos y que cada Pueblo/Cultura interpreta desde su propia cosmovisión… Me siento animada por las dimensiones cósmicas a las que me invitan los pueblos indígenas, principalmente el pueblo mapuche; ellos se mueven en cuatro dimensiones:  Wenu Mapu  (Tierra de arriba) el lugar en el que habitan nuestros ancestros, que no es un lugar lejano sino cercano porque desde allí nos siguen sosteniendo, guiando… Nos conectamos con ellos a través de los peuma (sueños). Rangiñ wenu mapu, que sería el espacio, tierra donde los espíritus protectores nos acompañan. El Rangiñ wenu mapu es el espacio de los elementos cósmicos astrológicos donde cohabitan el sol, la luna, las estrellas, los truenos, los relámpagos, la lluvia que aportan y dan vida al ser humano y al universo entero… Nag Mapu, (Tierra de abajo) es el lugar/espacio físico palpable donde habitamos, donde se gesta la vida, donde nosotros nacemos, crecemos y morimos; donde convivimos y compartimos con todos los elementos vivos del Nag Mapu. Miñche Mapu (Tierra de Debajo) donde habitan los seres hostiles a la vida; las fuerzas espirituales o espíritus malignos.

Desde mi espiritualidad cristiana, estas dimensiones fortalecen y complementan mi fe en el Dios, Madre y Padre que nos alienta y acompaña. En esa fuerza creadora que me invita a celebrarla en comunión con las demás especies y en armonía con la naturaleza.

Poder abrirnos a una vivencia holística de nuestra fe, donde nuestras creencias son importantes en la medida que dan lugar a las diferentes espiritualidades que son nada más ni nada menos, la manera en que Dios ha querido ir revelándose a cada Pueblo, me permiten intentar vivir cada día en armonía y acción de gracias con el cosmos y todos los elementos que lo habitan.

Por eso, es tan necesario mantener el equilibrio y la fraternidad ya que todo está interconectado. Y de esta manera vivir el espíritu de reciprocidad, tan presente en la cosmovisión mapuche y otras cosmovisiones indígenas.

La importancia de pedir permiso y agradecer a la Ñuque Mapu (Madre Tierra) cuando tomo alguno de sus frutos…, tener respeto por los lugares sagrados que no son solo los “templos” sino los volcanes, los cerros, los ríos, las vertientes… a través de los cuales el Espíritu Creador también se revela…

Y celebrar junto a los pueblos con los que comparto la vida participando también en sus celebraciones rituales pero desde la profundidad del piuke (corazón) y no desde “afuera”, como mero cumplimiento.

Si no cuido, respeto, valoro, celebro la ritualidad del lugar donde vivo, sería un gran pecado ofrecer el evangelio como buena noticia y la interculturalidad no sería posible.

Cuando soy capaz de abrir mi corazón empapado del anuncio del Reino a las demás espiritualidades que habitan en cada pueblo, se fortalece la armonía y el equilibrio con el cosmos.

 

Informante 10  Leonardo Tello, acompaña comunidades KUKAMA en Iquitos -Amazonía peruana

 

¿Cuáles son las características comunes de estas formas de vida en lo relacionado a sus valores, visiones y espiritualidades?

 La categoría “gente”, esta atribuida a los seres humanos que habitamos este planeta. En el mundo indígena, se amplía esta categoría, incorporando otras entidades; con las propias características de cada “gentes”. En este sentido; también son gentes las aves. Como lo relata el pueblo kukama, afirmando que la garza es un joven pescador, o que el paucar es un hombre músico y tejedor. Los animales del bosque también reciben la categoría de gentes, así como las plantas y los propios espíritus que habitan estos espacios de la amazonía. Esta forma de organizarse y habitar el territorio no entra en contra posición con ninguna de las gentes, de la misma forma que estas categorías no discriminan a otras.

La importancia de estas categorías radica en:

1.  El equilibrio de poder entre los seres: Los humanos “gente” no somos superiores a ninguno de las otras gentes.

2.   La convivencia armoniosa: nadie rompe las reglas sin que lo sufra.

3.   Se produce una norma de convivencia que se respeta con cariño. El encantamiento de los espacios como se cuenta en los relatos, reafirma la importancia vital de la narrativa indígena para la continuidad y permanencia de las normas, al mismo tiempo que genera una respuesta colectiva y espiritual, trascendiendo a lo físico.

¿Qué es para mí el cosmos/ cómo lo siento / cómo lo percibo / cómo me conecto con él / dónde lo siento /cuándo lo siento?

El territorio que habitamos los pueblos indígenas se compone de espacios habitados por “gentes” como ya lo señalo en el párrafo anterior. Entonces, los pueblos los llamamos mundos. En el caso kukama me permito señalar algunos mundos que son importantes para los kukama: 

1   El primer mundo está habitado por seres que pueden hacer daño, que habitan el espacio que está debajo del rio. Seres con características distintas a los humanos, que controlan el equilibrio de la vida. Cuando el equilibrio se rompe, aparecen los desastres “naturales”, señalando que el mundo se está maleando, se está volviendo corrupto.

 

2-  El segundo mundo está dentro del río: allí habitan las “madres” (espíritus) que sostienen el equilibrio de la vida dentro del rio y lo que está sobre el rio. Allí también van a vivir personas que caen al rio y no se encuentra sus cuerpos; se entiende automáticamente que están viviendo dentro convertidos en karuara (gente del río). los karuaras, que también pueden ser los bancos (chaman kukama), cuidan que la vida sea en armonía. Si la armonía se rompe, es que el mundo está maleándose. Entonces, arañan las orillas de los ríos hasta producir desbarrancamiento. La comunidad se mueve a otro lugar y la vida comienza de nuevo. 

3-  El tercer mundo es la tierra: aquí vivimos muchas categorías de gentes. Aquí es donde las “gentes” se reparten el poder, cuidando que la vida sea armoniosa. El descalabro más marcado ocurre en este mundo conde una de las categorías de “gentes” los humanos han marcado una gran diferencia rompiendo las normas y violentando todos los espacios. Los mayores desastres que hoy vivimos es responsabilidad de los humanos.

4-  El cuarto mundo está en el cielo: allí viven los espíritus buenos y malos. Son también “gentes”. “La presencia del arcoíris en el cielo es la junta de muchos espíritus, incluyendo el de la gran boa que baja a tomar agua y a copular con la gran boa madre que cuida los ríos”. Este encuentro íntimo y afectivo es una de las conexiones entre estos dos mundos. Se respeta este momento y a los espíritus que muchas veces son convocados por los chamanes para sanar a un enfermo y para mantener el equilibrio cuando el mundo se está maleando.

5-      El quinto mundo es el de los espíritus más poderosos. Aquí también habita el Dios de los cristianos. Son los que envuelven la tierra y le acarician con cariño armonizándolo. Si se enojan, nos hacen saber que las cosas están yendo mal. Permiten así, que el mundo se recomponga.

Sentir y entender el cuidado de la Amazonía, solo puede ser posible desde estas lógicas. Algo que la ecología y los ambientalistas aún no han reflexionado. Aún hay tiempo. Aún hay oportunidad de inclinar o abrir el oído para escuchar con el corazón. Eso puede hacer una gran diferencia en esta lucha por salvar el planeta.

Muchos otros pueblos indígenas pueden aportar mucho más a la reflexión. Hagamos el ejercicio y la misión de escucharlos.

 

 

 

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