lunes, 19 de marzo de 2018


Las cosas que no se debate



En el escenario abierto con el gobierno de Moreno, en el que se supone se está cambiando la lógica poco o nada democrática que caracterizó los diez años de correato, es necesario  hablar de las cosas que tendrían que cambiar y que no se están topando, porque quizá no conviene llegar muy a fondo con la democratización no del Estado, sino de la sociedad.

La democratización  del Estado como aparato administrativo requiere la democratización de la sociedad, pues en ella está el fundamento democrático de la institucionalidad política que se supone la expresa. Uno de los principales campos sociales, sino el principal donde se establece el tipo de relaciones sociales y socialización que caracterizarán a una sociedad como democrática o no, es el educativo.  
Uno de los pilares básicos de la modernización capitalista que llevó adelante el gobierno anterior, es definitivamente la reforma educativa y dentro de ella la reforma universitaria. Fue muy claro que a pretexto de una necesaria revisión de la institución educativa del país, se dio paso a una reforma educativa claramente conservadora y funcional al capitalismo en su época tardía.
      
Se impuso con violencia una lógica educativa marcada por el principio mercantil de la competitividad más agresiva, encubierta en la idea retórica de la meritocracia y la calidad. Esta nueva y mejorada invasión colonial capitalista es como un virus imperceptible que se introduce en el cuerpo social sin ser identificado y va carcomiendo la cualidad solidaria, cooperativa, recíproca de las relaciones y del tejido sociale de nuestras comunidades. Lenta pero sistemáticamente la competencia, como valor supremo de la sociedad, se introyecta desde la primera socialización de nuestros niños y niñas. Después de los 18 años de educación saldrán convertidos en hábiles competidores que moverán la gran maquinaria de la producción, el consumo y la acumulación capitalista. Obviamente habrán perdido todo sentido de la solidaridad, el acogimiento, el hospedaje para el otro, pues este se trocará en el inmediato enemigo a vencer, en la gran guerra de la competencia mercantil.

Si los otros (hermanos, compañeros, pareja, vecinos etc.) se transforman en enemigos, cómo se puede establecer el necesario vínculo social para construir no solo una sociedad democrática sino simplemente una sociedad. Esta perversa relación  social de la competencia salvaje destruye todo tejido social, pues convierte la convivencia en un estado de guerra permanente que elimina la política, como el espacio del intercambio, el diálogo y los pactos de la diferencias en función de construir lo común. De esta manera la disolución de los lazos sociales y el enfrentamiento directo y solapado de la competencia se expresa con claridad en la política Estatal.

Después de éstos diez años se puede observar el debilitamiento de la forma democrática, no solo en las instituciones estatales, sino en la vida cotidiana de los y las ecuatorianas. Es en este nivel donde se debe intervenir para tratar de revertir lo provocado por la perversa reforma educativa. Es este nivel el que debe ser profundamente debatido en función de ampliar la democracia en la sociedad, pues solo desde allí se podrá trabajar ciertamente la democratización de la institucionalidad política.

En este sentido es inmediato pedir la revisión de la reforma educativa, empezando por la LOES, ya que es la Reforma Universitaria la que define todo el sistema educativo del país desde un enfoque mercantil y elitista.

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