No es venganza es justicia
Para la gran mayoría de habitantes de este pequeño y empobrecido país
del sur, hablar sobre el millón de dólares supone una enorme dificultad para aprehender
el valor que ese monto de dinero expresa. Cuando los funcionarios de gobierno hablan
del presupuesto del Estado y dan cifras de 29.835.098.320,79 millones de dólares,
la dificultad se vuelve absoluta, pues son cantidades de dinero que no se puede
procesar desde la vida concreta. Quizá esta es la razón de que el manejo
económico del país no sea algo de
interés para la población, menos aun cuando el metalenguaje de la macroeconomía,
usado y abusado por los funcionarios públicos, no ayuda a que la población pueda acercarse a
su economía común como algo suyo, como algo de su preocupación. Si no entiendo lo que dicen, si no lo puedo
conectar con mi vida real y concreta deja de ser de mi interés y lo común
pasa a ser manejado de manera absoluta por tecnócratas que tratan la economía
del país en el nivel más abstracto posible y, por lo mismo, alejado de las necesidades cotidianas
de las personas. El interés público de la sociedad por su
economía desaparece en el metalenguaje de la macroeconomía y sobre todo en las inmensas
cifras de dinero que realmente no dice nada, menos los ceros que se van aumentando cuando mayor
es la cifra.
Esta perversa magia del dinero y de sus cifras escandalosas hace posible
en gran medida la corrupción estructural que ha devastado la riqueza de la
sociedad ecuatoriana y latinoamericana. Entre el 2007 y 2013 se dice que el
Ecuador recibió por 77.530.000.000 millones de dólares por exportaciones
petroleras, y que en la década del gobierno anterior se manejaron alrededor de 228. 317.000.000 millones de dólares. Se leen estas cifras y se sabe que es mucho
dinero, pero no se sabe el valor económico real, pues todo se reduce a cifras
de dinero y no a bienes concretos que mejoren la vida de los habitantes de este
país. Lo que la gente común ve es si se mejoró o no su vida. De hecho, pudo ver
la construcción de carreteras, pero no puede ver que hay una expropiación de su
riqueza en el sobre precio de las mismas, porque tampoco se puede entender en
lo real cuando nos dice que el kilómetro de carretera cuesta la enorme cantidad
de 16.000.000 mil millones. Dicen que durante los 9 años del Gobierno anterior
se invirtieron 8.440.000.000 millones en
infraestructura vial y nos dicen al mismo tiempo que Odebrecht pago a los funcionarios
estatales corruptos alrededor de 30.000.000 millones. Y en medio de tanta cifra
uno se pierde y termina aburriéndose en
el intento de entender. Ahora se sabe, según dicen los periodistas de
investigación como Fernando Villavicencio, que el atraco de la trama de
Odebrecht es nada frente al atraco cometido en los negocios con la China. Dicen
que se han robado 4 dólares por barril, pero eso lamentablemente tampoco nos
dice nada en nuestra vida concreta.
Si el salario básico en este país es de 375 dólares para los
trabajadores que tiene trabajo formal, como suponen que la gente común pueda
entender esas inmensas cifras que nos enredan en una incomprensión total, que
al final terminan por derrotarnos y volvernos indiferentes al manejo de nuestra
economía común. Indiferentes tanto al
manejo gubernamental legal, legítimo y
también indiferentes al manejo gubernamental ilegal e ilegítimo, es decir corrupto.
La mayoría de la población ni siquiera se conecta con el proceso político y
judicial que implica al vicepresidente menos
aún con la exigencia de que esos dineros robados sean traídos de nuevo al país.
El dinero, y más en cifras, tiene la magia perversa de desvanecerse en el aire,
y con él, el acto corrupto de su
usurpación. Ahora se oye a los funcionarios
corruptos, y a sus cercanos colaboradores de la década ganada para ellos, hablar
de que la política no puede ser usada para la venganza, esto en relación a los
mínimos proceso judiciales que hoy se llevan adelante para sancionar a los
corruptos empezando por el vicepresidente.
Si la gente común (aquella que no puede ser
atendida en el hospital o si es atendida es maltratada; que no encuentra
trabajo y si lo encuentra el salarios es de miseria; que no tiene descanso
porque tienen que trabajar de manera
informal todo el día para poder sobrevivir; que vive con 2 o 3 tres dólares diarios si es que los consigue;
que no tiene vivienda propia o no tiene vivienda porque no tiene trabajo; y así
podríamos seguir y no terminar) que es
la gran mayoría de este país podría entender el significado y la gravedad real de la corrupción cometida por los funcionarios
de la Revolución Ciudadana y de los gobiernos anteriores, para nuestras vidas y
nuestro futuro común, otro sería el escenario político y sobre todo de justicia
de este país. La venganza de la que
hablan los “revolucionarios” sería
justicia popular.
No solo que no hay que olvidar la corrupción cometida a nombre de la revbolución, no se puede perdonar a los
corruptos (empresas y funcionarios estatales) porque el daño que han hecho no
tiene perdón, al menos entre los expropiados y perjudicados, es decir en la
sociedad ecuatoriana. Tampoco es cuestión de que castiguen a dos o tres y que el resto de la trama quede impune, que sacrifique a unos para que el sistema de corrupción se mantengan y resguarden capital político. Tienen que destruir el aparato de corrupción, es decir acabar con esa institucionalidad estatal mafiosa articulada a las mafias empresariales privadas o estatales. Tienen que devolver a la sociedad ecuatoriana el dinero robado y tienen que castigar a todos los corruptos. Y a los corruptos que queden impunes hay que aplicarles la muerte simbólica, que nadie los reconozca como parte de nuestra comunidad ecuatoriana.
Un sincero agradecimiento a la Comisión Nacional Anticorrupción, a la nuestra, a la de las organizaciones sociales y populares.
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