lunes, 13 de noviembre de 2017

Qué esperar del nuevo gobierno?



El alto respaldo que alcanzó el nuevo gobierno de Lenin Moreno, en los primeros seis meses de gobierno, no se debe ni al proyecto de gobierno que presentó A.P. en las pasadas elecciones, ni al proyecto propio del nuevo gobierno, que para nada está claro. El crecimiento del respaldo social responde al hartazgo que experimentó la sociedad ecuatoriana por una década de autoritarismo, prepotencia, arbitrariedad y abuso del poder político del gobierno anterior. El nivel de arrinconamiento y asfixia política que sufrió la sociedad en los últimos 10 años - persecución a todo tipo de disidencia política, disciplinamiento cotidiano de la sociedad, sistemática y abusiva publicidad  gubernamental de la población, acoso mediático que los aparatos ideológicos del gobierno realizaban en contra de la consciencia autónoma de la social, etc.- es lo que explica que la apertura democrática, basada fundamentalmente en un pequeño cambio en el manejo del poder político, operado por el nuevo presidente, tenga tanto apoyo social.  En otras palabras, el respaldo social que Lenin Moreno tiene actualmente no es por su proyecto político democrático, sino por el cansancio social al autoritarismo correista. Lo que dio el nuevo gobierno es un poco de aire democrático, en el sentido más básico de la democracia liberal, que en comparación con los años anteriores resulta ser suficiente para lograr apoyo social.

Valga resaltar, solo en comparación con la década del gobierno anterior, no en sí mismo. Si no se hace esta comparación, la actuación de Moreno no pasa de ser un ejercicio típico de la democracia liberal, usado por todo gobierno que quiere mostrarse de forma básica como un demócrata, dentro de las coordenadas de la democracia representativa. De hecho, el respaldo que tiene el nuevo gobierno dice de la  debilidad organizativa de la sociedad ecuatoriana, resultado de la década anterior, para ejercer su poder autónomo, no solo en el marco de la democracia representativa sino de la participativa y aún más la directa.  De esta manera es coherente decir que el respaldo social al nuevo gobierno es absolutamente frágil y durará mientras los asuntos políticos y sobre todo económicos estructurales, que afectan la vida de los ecuatorianos, aparezcan con la fuerza que su peso tiene, por sobre las acciones simbólicas del diálogo democrático.

Es importante entonces señalar que los asuntos políticos y económicos estructurales que por hoy están encapsulados en una pausa de oxígeno democrático que ya está por terminar, son herencia clara del gobierno anterior: aumento de la deuda interna y externa, subempleo y desempleo, expoliación de la riqueza social por la alianza corrupta entre las corporaciones y los funcionarios gubernamentales, una reforma educativa de corte empresarial, una seguridad social en grave peligro de colapsar, infraestructura mal hecha y otra desperdiciada, un código penal criminalizador y, lo peor, una sociedad desarticulada, desconfiada y en muchos casos apática.


Cuando el romance democrático entre el presidente Moreno y la sociedad, un poco descansada del autoritarismo precedente, termine, el nuevo gobierno tendrá que exponer ciertamente cuál es su proyecto económico-social. Solo en ese momento podremos saber si éste  es distinto al ejecutado por el gobierno anterior o si es su continuidad y su normalización, en una nueva época donde el autoritarismo de Correa, útil para la modernización conservadora del capital, ya no es necesario. Si esto último es así, la vocación democrática de Lenin Moreno, más allá de las disputas política de A.P. por metros de poder político, será parte de la misma estrategia de ampliación del marco mercantil capitalista en el Ecuador que inició su compañero de movimiento. 

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