lunes, 24 de julio de 2017

El poder masculino en los extremos, en los dos lados de la vida social

  



En la última semana, la Asamblea Nacional debatió algunas reformas al código de la niñez, dentro de las cuales llama la atención aquella de la “rendición de cuentas”. La madre o el padre que se quede con la custodia de los hijos e hijas deberán dar cuenta en que se gasta el monto de dinero asignado por  pensión alimenticia, que el otro responsable del cuidado de los niños tiene que pasar.


Es importante no olvidar que históricamente han sido las madres las que se quedan con la responsabilidad de cuidar a los hijos, en condiciones extremadamente difíciles, propias de una sociedad patriarcal. En nuestro país empobrecido, en todos los sentidos, son las  mujeres con escasas y precarias posibilidades laborales, y con salarios más bajos de los que gozan los hombres, las que han tenido que luchar contra corriente  para sostener y formar a sus hijos e hijas en una sociedad hostil, sobre todo para las madres solas.  El papel de los padres, en el mejor de los casos, ha sido “ayudar” con el cuidado de los hijos y, en el peor, olvidarse de que tuvieron hijos que hay que cuidar.   
Gracias a las luchas de las mujeres se regula  legalmente y de  mejor manera la responsabilidad de los dos progenitores en el cuidado de lo hijos, en la perspectiva de que no dependa de la “buena voluntad” del padre su obligación paternal. Durante muchísimo tiempo, a la separación de la pareja o incluso sin este hecho,  fue la madre la que estaba obligada a cuidar a los hijos de los dos, como si fuesen solo suyos. Durante ese tiempo nadie vio extraño y menos sancionable la actitud irresponsable de la mayoría de los padres, a nadie se le ocurrió pedir cuentas de su ausencia y despreocupación, a nadie se le ocurrió que tenían una deuda con intereses casi impagables. Por muchísimo tiempo fue normal creer que los hijos eran de las madres, los padres “ayudaban” y hasta había que agradecerles.

También no hay que perder de vista que el cuidado no tiene que ver únicamente con el alimento y su costo. El cuidado a los hijos e hijas es inmenso y atraviesa toda su vida. El tema económico es uno de los tantos que implica formar una persona, es quizá la base y no más. La economía del cuidado no se limita a lo económico. Hay dimensiones emocionales, afectivas, psíquicas, sexuales, sociales, culturales, estéticas, éticas que no pueden ser ni de lejos monetarizadas. Si bien en la lucha de las mujeres se plantea valorar el cuidado materno de los hijos, la valorización no es cuantificable ni monetaria, no hay medida, es, desde mi punto de vista, un absoluto incuestionable que simplemente tiene que ser reconocido y valorado por la sociedad y punto.

No creo que la tendencia histórica que sean las mujeres las que se queden al cuidado de los hijos cambie, ni cualitativa ni cuantitativamente en un tiempo mediato, lo que no quiere decir que cada vez más hombres se hagan cargo del cuidado de los hijos. Si esto es así, la reforma al código que plantea la “rendición de cuentas” podría ser un instrumento de afirmación de la dominación masculina, más en países como el nuestro que la mayoría de la población se encuentra en condiciones económicas difíciles y, por lo tanto, las pensiones alimenticias son escuetas. Si el salario básico no alcanza a cubrir la canasta básica, no vamos a pensar que las  pensiones alimenticias van a alcanzar a cubrir lo que los hijos e hijas necesitan para su reproducción material.  La mayoría de las familias ecuatorianas carecen de los recursos suficientes para reproducir su vida, y  es en  esa mayoría empobrecida  donde están las madre solas que deberán “rendir cuentas” de una mínima pensión alimenticia que de seguro no les alcanzará  para muy poco.  Quién va a rendir cuentas del trabajo que las madres tendrán que realizar fuera de su casa para completar el dinero necesario para la reproducción de la familia, quién dará cuenta de todo el desgaste físico, psíquico y emocional que cuidar a los hijos e hijas supone. Nadie, pues eso no tienen cabida en la ley masculina.

La “gran idea de rendición de cuentas” otorgará a lo dominación masculina una perversa herramienta para su fortalecimiento. Ahora los hombres tendrán en sus manos la posibilidad de violentar legalmente a las mujeres, de someterlas por un poco de dinero, que no es la totalidad de lo que cuesta económicamente sostener la vida de los hijos y muchísimo menos de lo que significa cuidar de los hijos e hijas.  De repente, las madres bajo sospecha de despilfarrar el dinero del padre, cuando han sido las madres las que han sostenido la economía de esta sociedad con su esfuerzo,  cariño y generosidad. 
  
Mientras la Asamblea discute reformas al código de la niñez, que en lo referente a la rendición  cuentas es un retroceso machista, la misma Asamblea con mayoría de A.P. no exige rendir cuentas a uno de los patriarcas de su movimiento, sobre las exorbitantes sumas de dinero que se ha robado los funcionarios de su gobierno. La dominación masculina en sus dos extremos, en lo cotidiano las mujeres al borde de rendir cuentas sobre un poco de dinero que no alcanza para sostener la vida material de los hijos y en lo político los patriarcas del gobierno libres de toda rendición de cuentas sobre el dinero público.  Mientras las mujeres con la economía del cuidado sostienen la sociedad, los patriarcas de las élites políticas y económicas se roban la riqueza.

    



         

No hay comentarios:

Publicar un comentario