martes, 10 de mayo de 2016

La obscena transparencia de la psicosis gubernamental



Según dicen los psicólogos la psicosis es una afección psíquica que se caracteriza por una alteración global de la personalidad, acompañada de un trastorno grave del sentido de la realidad. Existe también lo que se conoce como psicosis colectiva que supone estados de miedo, angustia y obsesión irracional que experimenta un grupo de personas.

Si se observa el comportamiento del grupo de la dirección política de A.P y particularmente del presidente, a lo largo de su período de gobierno y especialmente en los dos últimos años, muestran muchas de los signos de la psicosis. Especialmente clara es la pérdida del sentido de la realidad. Casi toda la información oficial, mucha de la cual la trasmiten directamente los más altos funcionarios del correismo, no se corresponde con la realidad del país. Desde su representación psicótica, el país vive una transformación revolucionaria que ha mejorado cualitativamente la vida de la población en clave "primer mundo". "Tenemos las mejores carreteras,  los mejores puertos y aeropuertos, Yachay es una de las mejores universidades, el mejor presidente, etc., etc.,……. eso sí,  del mundo",  repiten compulsivamente los funcionarios del Régimen.  Esta patología gubernamental tocó límite cuanto ante la tragedia social provocada por el terremoto dijeron: “que no pasa nada, que todo está controlado que, gracias a la revolución, la tragedia era menor”

Esta particular condición psíquica de los militantes más influyentes de A.P. quizá responda a la tragedia de una generación que soñaron nacer en el mundo desarrollado. De acuerdo a las épocas históricas registradas en el país, el presidente y muchos de sus cercanos colaboradores pertenecen a una época y a una fracción  de clase que experimentaron  y padecieron el fracaso de los intentos modernizadores que se ejecutan  en el país en la dictadura militar. Como ahora sucede con muchos jóvenes, Correa y varios de sus amigos que hoy le acompañan en la gestión gubernamental salieron al exterior a realizar sus estudios de posgrado, con el sueño colonial de prepararse en el mundo desarrollado, adquirir sus conocimientos de punta y regresar al país a terminar la modernización que quedó frustrada a la llegada del neoliberalismo.

La mayoría de los jóvenes que salen a estudiar en la metrópoli van con el convencimiento de que son los “mejores hijos de la patria”, pues no encuentra otra razón que explique que sean los elegidos para adquirir el conocimiento científico en las tierras de su concepción. Creo que desde que salen a semejante empresa van marcados por la idea colonial de que siempre es mejor todo lo que acontece en el centro del desarrollo moderno. Llegan, alucinan, se enamoran de las luces de la razón y obviamente la mayoría no quieren volver al país subdesarrollado del cual salieron. Sin embargo no queda de otra, las posibilidades de quedarse en el centro y lograr funciones de dirección es casi nula. Con el dolor del alma les toca regresar, sea porque no encuentran un trabajo relacionado con sus estudios, sea porque tienen que devengar las becas con las que se fueron, o simplemente porque no logran un lugar en el mundo de los “blancos”.

A su retorno, como diría Sartre, la mayoría de ellos vuelven marcados con el sello candente de la cultura colonial. No son más los que se fueron, han sido incubados por la idea del colonizador. Desde el mismo momento que ponen sus pies en las tierras del sur, que ya no reconocen, nada funciona. La intensa transparencia de neón que ilumina el mundo de los blancos, y a la cual muy pronto se acostumbraron, ha desaparecido en una tierra llena de claroscuros.  No hay  tecnología que agilice la vida, el tiempo se ha detenido en algún lugar que casi no recuerdan, la velocidad de las superautopistas  desaparece en medio de una existencia quebrada que parece haberse truncado entre el ideal del progreso y la nostalgia campesina. Ante semejante panorama del “subdesarrollo” y en la imposibilidad de dar la vuelta y no regresar más, asumen rápidamente el rol auto establecido de  modernizadores.  Serán de cualquier manera los “salvadores de la patria”, “sacarán al país del oscurantismo campesino en el que ha sido atrapado”.

Tamaña responsabilidad les obliga a buscar puestos de dirección política estatal, sea como tecnócratas, como caudillos o pequeños colonizadores. Cuando tienen suerte de contar con altos ingresos de venta de petróleo, como en el caso de los “revolucionarios verdes”, su dolencia psicótica les lleva a apostar toda la riqueza nacional en sus delirios primer mundistas. Como todo “nuevo rico” advenedizo y con poder, embarcan al país, una vez más, en un sus ficciones modernizadoras destinadas al fracaso seguro.  
  

Cuando el delirio acaba, el país ha perdido y los psicóticos han ganado. Es necesario pensar si es que el destino desado y posible para el país es el trazado por la colonización o quizá haya otros caminos que emprender, otras utopias que recuperar frente a la psicosis colonial.

1 comentario:

  1. Esa es la realidad
    Y el resumen del Informe de Correa... en las notas de TV de ayer noche corrobora su artículo
    Muy bien.... siga adelante

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