lunes, 28 de marzo de 2016

Cinismo o estulticia
Acerca de la “inteligencia” correísta



No se si es producto de la crisis económica o que en crisis todo se vuelve más bizarro, pero últimamente la intelectualidad correísta está haciendo gala de su burda burocratización, por no decir otra cosa.


En la última sabatina, el presidente Correa, como ya es su costumbre ahoga las conciencias con su abundante y nada pudoroso narcisismo y decide llamar a la “Guerra Santa” de la era digital:  “tuiteros queridos, pronto nos vamos a reunir. La batalla también está en las redes, y es una batalla que tenemos que ganar y vamos a ganar, compañeros, porque los honestos somos más, siempre vamos a aclarar todas las mentiras, pero cuidado nos aturden con una mentira medio creíble.”

Inmediatamente, en la noche del mismo día, uno de sus twiteros más queridos, el Economista Ecológico, Profesor Investigador de FLACSO, Fander Falconí responde al llamado del cruzado mayor y twitea: “Otra causa que genera inequidad social: los ricos se casan entre sí y no distribuyen la riqueza.”

Es difícil responder a semejante idea, más de lo que ya ha sido respondida por un sin número de twiteros en esta “Guerra Santa” en las redes sociales. Uno se queda casi sin palabras cuando, quizás, el mayor representantes de la intelectualidad correísta, reconocido incluso por muchos de los opositores al Régimen, profiere semejante  pensamiento, si así se puede llamar a este desatino.    

Sin ningún pudor y ningún respeto por el pensamiento crítico, en un  posible intento de congraciarse con el poder del cruzado verde -que no lleva la cruz, sino su propia imagen autoengrandecida  para imponerla a la sociedad en su guerra de conquista- el intelectual correísta que está entre los “somos más” busca aclarar todas las mentiras de los “herejes”, respecto a la pobreza y quizá a la difícil situación económica que atraviesa el país. No se le ocurre mejor argumento para explicar la inequidad social, producto de la complejidad de un sistema económico mundial basado en la explotación del ser humano y la naturaleza, que el hecho absolutamente obvio de que los matrimonios reales nada tienen que ver con las telenovelas. No solo que descubre el agua tibia al decir que los ricos se casan entre sí, sino que cree que esto explica la inequidad, porque según su inteligencia si los ricos se casaran con pobres se distribuiría la riqueza. Solo le faltó decir que “los ricos también lloran”.

Los teóricos de Frankfurt, que el intelectual correísta no parece haber leído, en su maravillosa crítica cultural plantearon que una de las más perversas estrategias de control ideológico del poder es hacer creer que la pobreza y la riqueza es un asunto de mala o buena suerte. Así, los empobrecidos, explotados y saqueados se conforman con su situación y rezan porque un  golpe de buena suerte les saque de sus desgracias, sea ganándose la lotería o mejor aun casándose con una persona rica.   Por su parte, los ricos creen que son ricos porque la vida les ha sonreído  o simplemente porque se lo merecen. De esta manera, la desigualdad social producto de la explotación del trabajo se  vuelve ontológica y su superación queda en manos de la suerte, de las almas caritativas de los ricos, de los amores románticos que sobrepasan las barreras de clase, como histriónicamente lo traducen los culebrones mexicanos o venezolanos que parecen ser  la fuente del pensamiento correísta.

Si al cruzado mayor se le ocurre tomar en serio el brillante pensamiento de su primer intelectual y ejecutarlo, no nos sorprendamos que emita una ley o decreto por la cual para distribuir la riqueza se obligue a los ricos a casarse con los pobres. Sería una más las iniciativas correístas para salir de la crisis económica en la que su inteligencia ayudó a hundirnos. Imagínense si la transformación del mundo fuera un asunto de matrimonios entre ricos y pobres, no, la imaginación no es tan decadente. Solo falta que en su vocación racista digan que para dejar de ser subdesarrollados deberíamos casarnos con blancos.    

Definitivamente el poder y su sumisión a él es la forma más rápida de caer en una enajenación cómoda y hasta agradable,  que no le impide al sujeto sujetado a él hacer gala pública del cinismo más execrante  o de la estulticia más impúdica. Parece ser un hecho que los deleites que los privilegios del poder regalan y la abundancia de riqueza que su sumisión trae ciega las mentes que algún día pensaron. Y cuando la crisis económica amenaza la “Guerra Santa” del poder verde la demagogia galopante parece descarrilarse y liquidar toda huella de sensatez de sus cruzados, dejando libre la estupidización progresiva, la venta de los ideales al mejor postor o su  retraimiento bajo pretextos pragmáticos.        


Y por último, a propósito de la recomendación del presidente de que nos cuidemos que  nos aturdan con una mentira medio creíble, hay que decir que lo dicho por el Economista Ecológico Profesor Investigador de FLACSO, aunque no es en absoluto creíble ni verosímil, si es de cuidado porque ciertamente que ofende la inteligencia.   

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