lunes, 24 de abril de 2017

El límite del Estado Moderno y el desafío  de la sociedad


Según dice David Harvey, en la época contemporánea, la acumulación de capital se da por desposesión, de manera muy parecida a la acumulación primitiva de capital. Esta forma de valorización del valor radicaliza la explotación del trabajo y de la naturaleza, llegando a la depredación destructiva de lo social y de lo ambiental.


A nivel político, la acumulación por desposesión destruye la institucionalidad burguesa que en ciertos periodos viabilizó la acumulación de capital en base a la observancia de ciertas reglas que de una u otra manera limitaban la voracidad del capital. Estos periodos se manifestaron en la forma política e institucional del llamado Estado de bienestar y en los acuerdos internacionales que fundaron las Naciones Unidas y sobre todo la Carta Universal de los Derechos Humano.  La institucionalidad burguesa que intentó establecer criterios más democráticos para controlar la reproducción de capital, duró breves periodos de tiempo si se los compara con los tiempos en los cuales el capitalismo funcionó liberado de cualquier control externo al mercado.

Desde la implementación del neoliberalismo en los años 70 del siglo pasado, hasta la fecha actual, la acumulación de capital asume exponencialmente formas cada vez más depredadoras de la vida social y natural, al tiempo que en su expansión destruye cualquier institucionalidad política de la sociedad, incluida el Estado, que mínimamente limite su desarrollo. A su vez, mientras más debilitada o inexistente es la institucionalidad política de la sociedad más depredadora es la acumulación de capital. Se establece una relación funcional entre debilidad institucional y organizativa de la sociedad y ampliación de la voracidad de la acumulación de capital. Circularidad de muerte.

Desde la teoría política marxista se plantea que el Estado burgués es un instrumento político que garantiza la reproducción del capital. Sin embargo, se supone que esta garantía se plantea en términos sino democráticos, al menos de la observación de mínimas reglas que frenen la conflictividad social que ponga en riesgo la reproducción del sistema. Asistimos hoy al colapso de la institucionalidad burguesa estatal, en lo que se la ha tenido de mínimas reglas democráticas que eviten la destrucción misma de su poder. En lo que tienen que ver con los Derechos Humano, que es quizás el mayor logro de la humanidad en el marco de la civilización occidental, éstos desaparecen en el contexto de su permanente y cínica violación.

En este contexto devastado de la institucionalidad burguesa (Estado Nacional) el capitalismo adquiere prácticas mafiosas para su reproducción, visibles en la corrupción generalizada en toda institución social, sobre todo en las instituciones económicas y políticas. No es difícil ubicar esta característica si traemos a la memoria la crisis del 2008 y el papel delincuencial que en ella jugó la institución financiera mundial (Wall Street) y los Estados Nacionales que la solaparon, o el escándalo de corrupción de la FIFA y últimamente los sucios negocios entre grandes corporaciones como Odebrecht y los Estados latinoamericanos, entre muchísimos otros casos.  Así también en la forma mafiosa en que operan las grandes corporaciones capitalistas dedicadas a la guerra, a la farmacéutica, a los transgénico, etc.  

Al tiempo que se debilita la institucionalidad democrática burguesa, el Estado se convierte en aparato puramente represivo, que hace el papel de capataz para contener la lucha social en favor de los negocios capitalistas.  En esta nueva función de aparato de seguridad de las corporaciones, el Estado es susceptible de ser atravesado por estructura criminales, ligadas a los negocios ilícitos, en América Latina específicamente al negocio de las drogas. De esta manera asistimos a la constitución de narco-estados que sostienen los negocios más salvajes del capital.

En este escenario, la sociedad debilitada en su organización, sobre todo la autónoma (los pueblos ancestrales, de los movimientos sociales, de los obreros y campesinos, de las mujeres, de los jóvenes, etc.) queda indefensa ante las estructuras mafiosas legales e ilegales, cuya frontera se diluye.  Ese es entre otro el lamentable caso de la sociedad mexicana donde del Estado no es en rigor un estado fallido sino un narco-estado cuya institucionalidad democrática prácticamente ausente deja libre el paso a las estructuras de los carteles. El Estado así no es el supuesto espacio de negociación de los intereses sociales distintos, sino el espacio de disputa de los carteles y las bandas criminales. 
 
Este es el escenario mundial que se dibuja en el horizonte de la sociedad actual, y es a esta infortunada situación a la que como pueblos tenemos que dar respuesta para defender la vida. Reitero: a la sociedad le urge establecer nuevas relaciones de las cuales broten otras nociones, otros valores, otra institucionalidad que garantice la vida humana y natural. El Estado cumplió su tiempo, es hora de reinventarnos en nuestros acuerdos básicos y en nuestras instituciones políticas.   


1 comentario:

  1. Descubriendo al agua tibia, a estas alturas del partido, de una "izquierda" retardada. !Aprendan del Concejo indígena de gobierno en México!... !Renazcan en un país sin cultura de autonomía porque las mismas organizaciones la han castrado. Empezando por quienes tuvieron oportunidad de potenciarla: los indígenas!

    ResponderEliminar