lunes, 20 de junio de 2016

Rafael contigo, la razón histórica mediante, nunca más




La década de la Revolución ciudadana está por concluir y con ella el poder centralizado en Alianza PAIS, desde el que se impuso consensos forzados para la modernización capitalista, que, además, se la ejecutó en clave conservadora. En esto el proyecto de la revolución ciudadana no se diferencia de la tradición gubernamental que ha caracterizado la historia política de este país. 


El autoritarismo del gobierno de Alianza PAIS es expresión de su debilidad ideológica, la misma que le impidió durante estos 10 años gobernar en atención a un proyecto político coherente, desde el cual y con el cual implementar las políticas económicas necesarias para asentar las bases de una transformación social.  La debilidad ideológica de PAIS hizo imposible superar el déficit de hegemonía de los grupos de poder y lamentablemente también de los sectores y movimiento sociales que apoyaron al inicio el proceso de la Revolución ciudadana. Diez años después el país se encuentra sin proyectos políticos claros ni de la derecha ni de la izquierda y, por lo tanto, listo para que se imponga la política económica del capital internacional sin mediaciones nacionales. El desorden y la violencia de la acumulación de capital mundial, hoy con claras formas criminales, como buitre espera la descomposición del cadáver progresista.    

La recuperación del Estado centralizado  que impulsó y publicitó Alianza PAIS, no pudo ser sino autoritaria, no así hegemónica. La criminalización de la protesta social, la persecución y hostigamiento a la comunicación, el nuevo COIP, etc., muestra con claridad que no logaron hegemonía. Así también reprodujeron viejas y continuas prácticas del poder autoritario que ha caracterizado la historia del país; como el clientelismo social y político con el cual  Alianza PAIS obtuvo  apoyo económico de ciertos grupos beneficiados por su gobierno y apoyo electoral de amplios sectores empobrecidos de la población a través, por ejemplo, de los bonos de la pobreza. 
    
La práctica clientelar de los gobiernos autoritarios está acompañada necesariamente de corrupción y nepotismo. Es de dominio público los sistemas de parentesco presentes en la función pública y en los negocios estatales, basta mencionar el último escándalo de corrupción ligado a los negocios petroleros de la larga lista que se visibilizó con el caso del “Gran Hermano”. Estas detestables prácticas políticas son propias de la configuración interna del poder autoritario del Estado que se fortaleció en esta década.  

Particularmente en estos diez años de bonanza petrolera, la obscena tradición de la forma de realizar el reparto de los ingresos no así de la riqueza ha fomentado la tendencia autoritaria del gobierno. El caudillo asume el rol de padre o dueño de la hacienda, el pozo o la mina y decide hacer el reparto según su criterio, no en atención a un proyecto con una clara definición ideológica de sus objetivos sociales. A esto se sumó la demanda de ciertos sectores empresariales y tecnocráticos, beneficiarios de la intentona modernizadora de PAIS, para que el gobierno de soluciones autoritarias a sus requerimientos (sanción y control a la comunicación, cierre de escuelas comunitarias, criminalización de cierta producción campesina a través de las exigencias  fitosanitarias, criminalización de la resistencia al extractivismo, reforma universitaria de corte  empresarial, etc.) A nombre de la revolución ciudadana se convencieron que el autoritarismo correísta era necesario para poner al  país en orden y dar estabilidad política.  Así, los diez años de correísmo han significado la sistemática persecución a toda actividad política disidente, sobre todo popular, pues se la considera una amenaza para el orden “revolucionario” dominante.  

La Revolución ciudadana durante diez años concentró el poder a favor no de la transformación social, sino del régimen correísta y su racionalidad populista, tecnocrática y autoritaria. Al finalizar estos diez años solo queda decir Rafael contigo nunca más, lo que no significa de ninguna manera que los viejos representantes neoliberales sean ni de lejos la opción. Al fin y al cabo unos y otros trabajan para la misma causa.               





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