lunes, 25 de enero de 2016

Unidad: ¿con quién? y ¿para qué?



En la recta final de la decadencia del progresismo correista, las organizaciones políticas desde la vieja derecha remozada hasta la izquierda institucionalizada han entrado en un proceso de conversaciones, “acuerdos”, “alianzas” en búsqueda de lo que llaman la unidad para derrotar al correismo.
Si bien es cierto que en estos diez años de gobierno, el correato que lo ha dirigido ha ejecutado una política estatal de corte innegablemente autoritario y excluyente, que ha lesionado derechos humanos como la libertad de expresión, de opinión, de comunicación; el derecho a la libre asociación; el derecho a la protesta social, etc. También es cierto que el correato ha implementado en el país un modelo económico claramente funcional a las demandas de acumulación de capital en la región, que ha beneficiado a los poderes económicos, nacionales y transnacionales. Modelo económico que con las diferencias propias de los ciclos del capital no es sino la continuidad en la lógica del poder que ha dominado a la sociedad ecuatoriana.


Si además de tomar en cuenta la lógica autoritaria, con cortes totalitarios del correato, la misma que ha sido rechazada tanto por sectores de derecha, de centro y de izquierda, tomamos en cuenta el modelo económico correista, tenemos otro escenario político.
Es claro que frente al autoritarismo estatal del correato, que efectivamente ha limitado sino coartado las libertades civiles, es necesario descorreizar el país para recuperar espacios democráticos indispensables para la vida social y política. En esta tarea, los sectores de derecha, que en este periodo se han visto afectados en su posibilidad política, así como los sectores de centro y de izquierda, estos últimos siempre más lesionados, coincidirán en la urgencia de descorreizar el país. En vistas de este objetivo es posible que el centro y la izquierda puedan conversar entendiendo la urgencia coyuntural  que nos aqueja, incluso la derecha dependiendo de sus intereses podría sumarse a las propuestas.

Sin embargo, hay que entender y sobre todo no olvidar que las veces que la derecha ha sido gobierno, que es realmente siempre, más allá de sus particularidades, debido a su origen partidario y pequeñas diferencias político-ideológicas, han manejado el país de manera autoritaria y en contra siempre de los sectores populares, como es obvio de suponer. En este sentido, no por la experiencia con el correismo, dentro del cual ciertamente dominó la derecha correista, vamos a pensar que la derecha remozada va a respeta los derechos de los pueblos, sobre todo aquellos que tienen que ver con la economía y la política.  Quizá en un primer momento intente respetar derechos, más aquellos de corte civil.  Con un poco de memoria histórica sabemos que la derecha, capitalista como es, trabaja en función de sus intereses primero económicos, luego políticos y culturales; y cuando se trata de defenderlos no duda en reprimir a los pueblos de la manera que sea.  

Si pensamos en el marco de la apuesta económica, ahí sí que no es posible la unidad de la derecha y la izquierda. A diferencia de lo que algunos sectores sostienen, que el momento del país no es para pensar en ideologías de derecha e izquierda, sino que todos tenemos que juntarnos para “salvar la patria”, la Conaie sostiene:  

El Movimiento Indígena reconoce como únicos aliados históricos a todos los sectores provenientes de las clase  populares: trabajadores, estudiantes, maestros y otros gremios que conforman la base social popular del Ecuador con la cual hemos protagonizado eventos históricos, manteniendo firme la unidad del campo y la ciudad frente a los intereses de los gobiernos de turno, partidos políticos de derecha, empresas nacionales y transnacionales, banqueros y otros por repartirse la patria.

Declaración que desde  mi punto de vista expresa un alto sentido de comprensión y honestidad  histórica que trasciende las coyunturas electorales, en las cuales casi siempre son los pueblos los que en el mejor de los casos quedan a un lado y en el peor son destrozados, manipulados, y utilizados como estadísticas de voto. La Conaie tiene claro que los intereses y las expectativas de los pueblos no solo que no coinciden, sino que son contrarias a los intereses y expectativas de los grupos de poder. Es obvio,  los primeros buscan una sociedad justa y equitativa que supone romper las relaciones de explotación y opresión presentes en la economía y la política capitalista que los segundos defienden, en la medida en que son sus beneficiarios. No hay forma de alianza, a no ser que los grupos de poder renuncien a sus privilegios de clase (producción extractivista y depredadora; acumulación y concentración de capital; desarrollo, crecimiento y consumo destructivo, etc.)  lo cual es una ficción moral, o que los pueblos renuncien a su liberación y acepten la opresión y explotación.  

La ideología de derecha y de izquierda no es pues un asunto de ideas que pueden conjugarse o abandonarse; se trata de que la primera está hecha orden económico y político mundial, está objetivada en las relaciones de explotación a la naturaleza y al trabajador, de opresión a las otredades, de exclusión a las diferencias; y la segunda es la posibilidad de resistir los embates objetivos de la primera y proyectar otro mundo posible.  Se puede conversar con personas que se adscriban a la ideología de derecha y quizás se pueda llegar a acuerdos puntuales, cotidianos y coyunturales, pero no se puede llegar a una unidad política con el dominador, no es posible, ya que la clase en el poder (la derecha)  no es la suma de individuos, sino una relación social que los pueblos la quieren destruir para ir construyendo una buena vida.   

Ante el fin del correato y para descorreizar el país no es necesario repetir lo que hizo el correismo: “juntar” a la derecha y a la izquierda correista en un proyecto neopopulista al servicio de la acumulación de capital, con las nefastas consecuencias que conocemos. Que la vieja derecha vaya por su lado en su disputa con el correato, que la izquierda de los pueblos y los pueblos dignos seguirán las jornadas por la defensa de la democracia, la dignidad y  la vida  para ir construyendo otro mundo.     

La unidad es para transformar o intentar transformar el mundo en función de justicia y equidad, no para que los grupos de poder se trepen en la lucha de los pueblos, la manipulen y la usen en función de sus intereses económicos y políticos de grupos y partidos, como están acostumbrados a hacerlo.

 Si el centro quiere conversar que sea en base a un proyecto político de transformación real, no para salvar los trates a los mismos de siempre, para eso hay que empezar exigiendo que se fiscalice, se juzgue y se castigue al gobierno correista y a los que  lo antecedieron, ahí se verá que muchos correistas son parte del pasado derechoso que ha gobernado el país y que muchos de los actuales líderes de la oposición no solo que estuvieron en el correismo, sino en los otros gobiernos antipopulares responsables de las injusticias y las crisis de empobrecimiento y miseria  de este país.  

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