lunes, 30 de mayo de 2016

La despedida vacía



En su último informe a la Nación, el presidente Rafael Correa no hizo sino repetir el formato sabatino de sus discursos que durante estos ya casi 10 años de gobierno se han vaciado de contenido, convirtiéndose en una fastidiosa retórica que publicita el país de las maravillas, que solo parece existir en la cabeza del primer funcionario del Estado ecuatoriano. Así, el presidente se despide del pueblo ecuatoriano con un empobrecido discurso político.

Lejos queda la fuerza del discurso fundador con el que Rafael Correa empezó su gobierno en el 2007 y que creó tanta expectativa y apoyo del pueblo ecuatoriano. Casi una década después solo queda la hojarasca del discurso fundador. Los recursos discursivos utilizados por el poder, que en un momento le sirvieron para posicionar su proyecto  político (maniqueísmo, construcción del enemigo o chivo expiatorio, construcción de la verdad y del sujeto de la misma, creación del ritual de emisión, etc., etc.,)  ya no le funcionan.

Ya nadie cree, a no ser los militantes más cercanos de su Movimiento, que el país esté dividido entre “los buenos revolucionarios verdes” y  “los malos antirrevolucionarios”, donde se incluye a todas las organizaciones sociales o personas que disiente de su política. Este peregrino maniqueísmo no tiene el menor efecto cuando en su movimiento están los “malos” y los “buenos”, cuando sus políticas económicas y su forma de gobierno no puede ser más inequitativas y autoritarias. Ya no hay larga noche neoliberal en el momento en que su Ley Solidaria asume mandatos neoliberales. Ni el más empobrecido maniqueísmo aguanta semejante confusión ideológica del Movimiento Alianza País.    

Difícil le resulta construir el enemigo  que funcione como el chivo expiatorio a ser sacrificado para que todo vuelva a la normalidad, cuando el  “mal” está dentro de su propio movimiento. No es fácil tapar toda la corrupción económica y política  que se denuncia dentro de su militancia, sobre todo cuando ésta atraviesa a figuras como el Fiscal General o funcionarios como Alex  Bravo que, aunque no quieran reconocer, es cercano al círculo de poder más próximo al primer mandatario y sobre todo a proyectos importantes como la Refinería. El “enemigo” ya no está fuera del movimiento PAIS está en su núcleo íntimo, está en su militancia que  empieza a disputarse la herencia del caudillo.

No puede  seguir manteniendo la potestad sobre la verdad en un momento donde su credibilidad está  por los suelos. Su palabra ya no tienen la fuerza de la verdad que tenía cuando no había con que realidad contrastarla. Hoy su palabra, casi una década después de que se presentó como promesa de transformación social y por lo tanto verdad plena, no tiene ninguna credibilidad. Hoy, hay como contrastar lo que el Presidente dice y afirma hasta el cansancio  (todo está bien, hemos sido el mejor Gobierno de la historia del Ecuador, no se pudo manejar mejor la crisis económica mundial, bla, bla, bla…..) con una realidad efectiva que la niega.  Así, la palabra del presidente cae en el absurdo que, a diferencia de otras palabras absurdas en otros escenarios, no produce risa sino indignación.

Ya no es más él, el sujeto de la verdad y ni siquiera del discurso. Más aún, si se piensa bien ya no hay discurso, éste ha desaparecido en una oratoria simplona y vacía. No hay discurso, pues ya no hay proyecto de transformación, solo ha quedado un eco justificador de una revolución que nunca existió.
   
Ni discurso, ni proyecto, lo que escuchamos es una  especie de monólogo psicótico que me recordó al monólogo final del personaje de Hitchcock, Norman Bates, cuando habla mentalmente con la voz de su madre en la comisaría, sobre todo en aquella parte: 
              
Simplemente me voy a quedar acá sentada sin abrir la boca, no vaya a ser que sospechen de mí.   Es probable que me estén observando… Bueno ¿y qué? Así sabrán qué clase de persona soy.   (se fija en una mosca que le camina por la mano) Ni siquiera voy a aplastar a esta mosca… Espero que me estén mirando.  Van a ver, van a ver y van a comprender, y van a decir: “Pero si no le haría daño ni a una mosca…”
              

Foto:    Nube de palabras del discurso del presidente Rafael Correa en el Informe a la Nación. Foto: Tagxedo / EL COMERCIO

lunes, 23 de mayo de 2016

El terremoto político golpea sobre el terremoto natural




La semana pasada, mientras el Gobierno se encontraba aprobando su nuevo paquete de impuestos eufemísticamente llamado “Ley de Solidaridad” y tratando de deslindarse del escándalo de corrupción que involucra de lo que se conoce a Alex Bravo,  tuve la oportunidad de visitar las zonas afectadas por el terremoto del 16 de abril, especialmente en la provincia de Esmeraldas. Quiero compartir algunas impresiones que me dejó esta experiencia y que creo necesario que la sociedad debata.

martes, 10 de mayo de 2016

La obscena transparencia de la psicosis gubernamental



Según dicen los psicólogos la psicosis es una afección psíquica que se caracteriza por una alteración global de la personalidad, acompañada de un trastorno grave del sentido de la realidad. Existe también lo que se conoce como psicosis colectiva que supone estados de miedo, angustia y obsesión irracional que experimenta un grupo de personas.

Si se observa el comportamiento del grupo de la dirección política de A.P y particularmente del presidente, a lo largo de su período de gobierno y especialmente en los dos últimos años, muestran muchas de los signos de la psicosis. Especialmente clara es la pérdida del sentido de la realidad. Casi toda la información oficial, mucha de la cual la trasmiten directamente los más altos funcionarios del correismo, no se corresponde con la realidad del país. Desde su representación psicótica, el país vive una transformación revolucionaria que ha mejorado cualitativamente la vida de la población en clave "primer mundo". "Tenemos las mejores carreteras,  los mejores puertos y aeropuertos, Yachay es una de las mejores universidades, el mejor presidente, etc., etc.,……. eso sí,  del mundo",  repiten compulsivamente los funcionarios del Régimen.  Esta patología gubernamental tocó límite cuanto ante la tragedia social provocada por el terremoto dijeron: “que no pasa nada, que todo está controlado que, gracias a la revolución, la tragedia era menor”

Esta particular condición psíquica de los militantes más influyentes de A.P. quizá responda a la tragedia de una generación que soñaron nacer en el mundo desarrollado. De acuerdo a las épocas históricas registradas en el país, el presidente y muchos de sus cercanos colaboradores pertenecen a una época y a una fracción  de clase que experimentaron  y padecieron el fracaso de los intentos modernizadores que se ejecutan  en el país en la dictadura militar. Como ahora sucede con muchos jóvenes, Correa y varios de sus amigos que hoy le acompañan en la gestión gubernamental salieron al exterior a realizar sus estudios de posgrado, con el sueño colonial de prepararse en el mundo desarrollado, adquirir sus conocimientos de punta y regresar al país a terminar la modernización que quedó frustrada a la llegada del neoliberalismo.

La mayoría de los jóvenes que salen a estudiar en la metrópoli van con el convencimiento de que son los “mejores hijos de la patria”, pues no encuentra otra razón que explique que sean los elegidos para adquirir el conocimiento científico en las tierras de su concepción. Creo que desde que salen a semejante empresa van marcados por la idea colonial de que siempre es mejor todo lo que acontece en el centro del desarrollo moderno. Llegan, alucinan, se enamoran de las luces de la razón y obviamente la mayoría no quieren volver al país subdesarrollado del cual salieron. Sin embargo no queda de otra, las posibilidades de quedarse en el centro y lograr funciones de dirección es casi nula. Con el dolor del alma les toca regresar, sea porque no encuentran un trabajo relacionado con sus estudios, sea porque tienen que devengar las becas con las que se fueron, o simplemente porque no logran un lugar en el mundo de los “blancos”.

A su retorno, como diría Sartre, la mayoría de ellos vuelven marcados con el sello candente de la cultura colonial. No son más los que se fueron, han sido incubados por la idea del colonizador. Desde el mismo momento que ponen sus pies en las tierras del sur, que ya no reconocen, nada funciona. La intensa transparencia de neón que ilumina el mundo de los blancos, y a la cual muy pronto se acostumbraron, ha desaparecido en una tierra llena de claroscuros.  No hay  tecnología que agilice la vida, el tiempo se ha detenido en algún lugar que casi no recuerdan, la velocidad de las superautopistas  desaparece en medio de una existencia quebrada que parece haberse truncado entre el ideal del progreso y la nostalgia campesina. Ante semejante panorama del “subdesarrollo” y en la imposibilidad de dar la vuelta y no regresar más, asumen rápidamente el rol auto establecido de  modernizadores.  Serán de cualquier manera los “salvadores de la patria”, “sacarán al país del oscurantismo campesino en el que ha sido atrapado”.

Tamaña responsabilidad les obliga a buscar puestos de dirección política estatal, sea como tecnócratas, como caudillos o pequeños colonizadores. Cuando tienen suerte de contar con altos ingresos de venta de petróleo, como en el caso de los “revolucionarios verdes”, su dolencia psicótica les lleva a apostar toda la riqueza nacional en sus delirios primer mundistas. Como todo “nuevo rico” advenedizo y con poder, embarcan al país, una vez más, en un sus ficciones modernizadoras destinadas al fracaso seguro.  
  

Cuando el delirio acaba, el país ha perdido y los psicóticos han ganado. Es necesario pensar si es que el destino desado y posible para el país es el trazado por la colonización o quizá haya otros caminos que emprender, otras utopias que recuperar frente a la psicosis colonial.

lunes, 2 de mayo de 2016

La magia perversa de la publicidad política





Una de las características del gobierno de la Revolución Ciudadana ha sido su enorme aparto de publicidad política.  Desde que asumió la administración política del Estado, Alianza País puso en marcha una estrategia publicitaria para vender  la imagen de su gobierno, estrategia que es, sin lugar a dudas, el esqueleto fundamental del Régimen correísta. Como cualquier producto  que tienen que realizarse en el mercado, el correísmo ha sido durante estos 9 años, día tras día, publicitado como el mejor gobierno que ha tenido el Ecuador desde su nacimiento como República. Todos los manuales de marketing recomiendan que detrás de cualquier imagen publicitaria, el único mensaje que tienen que llegar al consumidor, para que la mercancía sea comprada, es la idea: "es la mejor.

Así, el mensaje que todo el país ha recibido durante estos 9 años no es otro que El gobierno de Alianza País es el mejor de toda la historia del Ecuador, no importa si violan la Constitución; si golpean los derechos de los trabajadores; si debilitan la seguridad social; si endeudan al país como nunca antes; si amplían  la frontera extractiva y con ello afecta la vida de comunidades y pueblos indígenas, afros y montubios;  si explotan petróleo en el Parque Nacional Yasuní y con ello destruyen la biodiversidad y la vida de los pueblos libres; si elaboran leyes con las que limitan los derechos ciudadanos como la Ley de Comunicación, el COIP, etc.; si excluyen de la educación superior a cientos de jóvenes ecuatorianos a nombre de una excelencia que sus funcionarios no la tienen;  si empeñan la mitad de la reserva de oro nacional y ponen en riesgo la economía del país; no importa si negocian con el FMI acogiendo sus condicionamientos, a pesar de que juraron que nunca lo haría. Simplemente no importa que su real política gubernamental haya sido claramente antipopular, autoritaria, excluyente, despilfarradora de  los bienes sociales, mientras tengan un aparato publicitario que convierta todo lo que hacen en lo mejor, basta y sobra para sus intereses políticos.

Al igual que la más perversa publicidad mercantil de productos de consumo masivo, que muchas veces son dañinos incluso para la salud de las personas y  sin embargo los venden como lo mejor para el consumidor; la publicidad gubernamental del correísmo ha vendido a su gobierno y específicamente a su caudillo como el mejor presidente del Ecuador, aunque ciertamente es uno de los más nocivos para la vida social de los pueblos que habitan este territorio.  En el contexto de este desastre social provocado por el terremoto del 16 de abril, la ineptitud de los funcionarios gubernamentales para enfrentar la crisis no pudo ser más evidente. Pese a esto la propaganda del régimen ha presentado ante la mirada nacional e internacional una ficción mediática que vuelve una vez más a vender su producto como lo mejor. Ningún otro gobierno ha enfrentado una crisis social tan bien como el correísmo afirman sus spots publicitarios, sin importarles que a través de las redes sociales se pudo observar con nitidez su incapacidad de dar respuesta a las demandas de los afectados; la ausencia de organización para entregar a los damnificados la ayuda que la sociedad civil gestionó de manera autónoma;   la insensibilidad y descompostura de un presidente que fue rebasado por una situación en la que debía mostrar su liderazgo.
 
Como en los enlatados de las comedias norteamericanos que tienen el recurso de risas grabadas para hacer creer que la mala comedia es buena, en la publicidad correísta tienen una especie de aplausos grabados, que cada vez que su presidente habla o muestran las acertadas políticas gubernamentales hay signos una aceptación como recurso interno de la publicidad. Estrategia propagandística  que quiere hacer creer que la ineptitud del gobierno es eficiencia. 

La mentira como estrategia de publicidad política no tiene otro fin que desinformar a los ciudadanos, y sobre la base del desconocimiento  sobre el estado real de la cosa pública manipular el ejercicio gubernamental  y ejecutar políticas  económicas que van en contra de los intereses de la mayoría de la población.  La magia perversa de la publicidad política del Régimen  quiere hoy convertir a un gobierno inepto en el reconstructor del país posdesastre, a un caudillo descompuesto psíquica y emocionalmente en un estadista, a una economía claramente  neoliberal en una economía solidaria.